El Observatorio Sirio de Derechos Humanos reporta que más de 1.000 personas han muerto en Siria en solo dos días, tras el derrocamiento de Bashar al-Assad a finales del año pasado. Las tensiones internas del país están en el centro del conflicto, y se teme una escalada de violencia. A continuación, los puntos claves para comprender este nuevo y sangriento episodio.
Siria vive nuevamente el recrudecimiento de la violencia.
Este sábado, 8 de marzo, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos informó que, desde el jueves, más de 1.000 personas han muerto en enfrentamientos entre hombres armados, las fuerzas de seguridad vinculadas al nuevo grupo gobernante de Siria y combatientes alauitas del derrocado Bashar al-Assad en la zona costera siria.
De acuerdo a la ONG, que monitorea el conflicto en el país desde Reino Unido, entre las víctimas había por lo menos 745 civiles, 125 miembros de las fuerzas de seguridad sirias y 148 combatientes fieles a al-Assad.
Estas muertes y “ejecuciones de campo” han tenido lugar principalmente en las provincias de Latakia y Tártus, antiguos feudos de la familia del derrocado líder sirio y el núcleo de la comunidad alauita, a la que pertenece cerca del 10% de la población siria.
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Se trata de la peor violencia en los últimos años del conflicto civil, tal y como informó Rami Abdulrahman, director del observatorio, quien señaló que en las matanzas generalizadas en zonas como Jableh, Baniyas y las zonas circundantes al corazón del territorio alauita han muerto mujeres y niños de esta minoría poblacional.
La posición del nuevo gobierno
La nueva administración Siria, liderada por el presidente interino Ahmed al Sharaa, comunicó que desde el jueves pasado inició una ofensiva contra una “insurgencia naciente”, después de emboscadas mortales por parte de los militantes a favor del expresidente al-Assad.
Autoridades han reconocido "casos particulares" de violaciones durante la operación, que han atribuido a grandes grupos de civiles y combatientes, que intentaron apoyar a las fuerzas de seguridad oficiales o cometer delitos en medio de los enfrentamientos.
Ahmed al-Sharaa, en un discurso televisado el viernes por la noche, aseguró que las fuerzas de seguridad no debían permitir que nadie “exagere en su respuesta…porque lo que nos diferencia de nuestro enemigo es nuestro compromiso con nuestros valores”.
En este sentido, subrayó al-Sharaa, “cuando renunciamos a nuestra moral, nosotros y nuestro enemigo terminamos en el mismo bando”, instando a que los civiles y los cautivos no deben ser maltratados.
Este domingo, el mandatario, que lideró la coalición islamista suní que derrocó a Assad el 8 de diciembre, durante un discurso en una mezquita de Damasco, también dijo: "Estos desafíos eran previsibles. Debemos preservar la unidad nacional, la paz civil en la medida de lo posible y, si Dios quiere, podremos vivir juntos en este país".
El viernes, al-Sharaa había hecho un llamado a los insurgentes alauitas para que "depongan las armas antes de que sea demasiado tarde".
Por su parte, el ministerio de Defensa declaró el sábado que "se han cerrado las carreteras que conducen a la región costera para impedir actos de violencia" y se había ordenado a las fuerzas de seguridad que "restablecieran el orden" en Jablé, Tartous y Latakia e informó la detención de un "gran número de saqueadores".
El ministro de Educación, Nazir al-Qadri, anunció que las escuelas permanecerían cerradas el domingo y el lunes en las provincias de Latakia y Tartus.
Esto, mientras el nuevo episodio de violencia, de la magnitud ya antes mencionada, pone en tela de juicio la capacidad de la actual autoridad gobernante islamista para gobernar de manera inclusiva, en un territorio de una pluralidad étnica, política y religiosa como la siria.
Lo anterior, ha sido una de las mayores preocupaciones en el mundo árabe y occidental desde que las nuevas fuerzas sirias, mayoritariamente compuestas por excombatientes del ahora disuelto grupo Hayat Tahrir al Sham (HTS), derrocaron a Bashar al-Assad el año pasado.
En France 24 explicamos las aristas de este nuevo repunte de violencia que azota a Siria.
“Toda revolución tiene su contrarrevolución”
Tras la caída de al-Assad, diversos análisis apuntaban a un nuevo comienzo para Siria, uno en el que existía la posibilidad de poner fin a la violencia que vivía el país durante los últimos años. Sin embargo, no es lo que está pasando en este momento.
¿Cómo se explica esto? En diálogo con France 24, Manuel Camilo González, profesor y analista internacional, asegura que lo que ocurre es “una ley física aplicada a la política: toda revolución tiene su contrarrevolución”.
González señala que “los grupos que se han levantado contra el Gobierno de transición sirio se identifican con el depuesto régimen de los Assad y buscan retornar el poder desde sus enclaves que quedaron intactos tras la partida del dictador”.
Dicho eso, “a pesar de la pretendida política de conciliación del HTS, existen viejas rencillas religiosas y étnicas entre comunidades alauitas, muy seculares, con los elementos sunitas del nuevo gobierno que inevitablemente han conducido a la represión y por tanto a la resistencia de estas comunidades”.
El experto explica que la percepción del “Gobierno del HTS” de que Siria se convierta en “un Estado confesional suní” significa “un peligro para muchas comunidades seculares y otras confesiones musulmanas y cristiana”.
En la práctica, “el nuevo Gobierno instalado en Damasco no ha logrado controlar más allá de la porción de territorio que había logrado controlar con el derrocamiento de Bashar Al Assad”. Por ello, lo anterior se traduce en “un escenario de juego de tronos con los kurdos en el norte, los sirios apoyados por Turquía en el noroeste, los drusos en el suroccidente y los remanentes del Estado Islámico (EI) en el este con la frontera iraquí como potenciales competidores por el dominio político territorial”.
La dimensión internacional
Como en otros contextos, Siria representa para diversos actores de la comunidad internacional un escenario en el que convergen múltiples intereses políticos y económicos, más allá de lo que ocurre dentro de sus propias fronteras.
Sobre este punto, el analista internacional asegura que “se rumora que Rusia se ha vuelto a activar en Siria dando refugio y apoyo a los partidarios del régimen depuesto, toda vez que también refugia al autócrata caído”.
En cuanto a lo que ocurre en la región, González indica que “Israel ha aprovechado el aftermath de la caída de Assad para tomar posiciones en los Altos de Hebrón y crear una zona de seguridad para evitar que la inestabilidad del país sea fértil campo para que grupos extremistas ataquen a Israel”.
Por último, Turquía siempre ha hecho parte de la realidad de los conflictos que convergen en Siria, apoyando a una parte de los diferentes grupos involucrados en la disputa étnica, religiosa y política en suelo sirio.
Dicho eso, el experto sostiene que Ankara “una de las grandes ganadoras con la caída de Al-Assad, sigue manteniendo una violenta rivalidad con los kurdos a la vez que apoya al Gobierno de transición”.
“Es un campo de ajedrez para las potencias que buscan ganar terreno en medio del desorden sirio”, sintetiza.
El asentamiento de la violencia
Lo que vive Siria hoy en día es un referente de cómo, una vez más, las distintas tensiones entre la población se traducen en escenas de violencia.
Consultado también por este medio, Juan Negri, máster en ciencia política y analista internacional argentino, asegura que “la violencia es moneda corriente en contextos de inexistencia del Estado”.
“Lo hemos visto en Libia, lo vemos en Yemen, lo vemos en varios países de la África subsahariana”, señala Negri, argumentando que son escenarios diferentes a lo que “uno ve en otros países donde hay un Estado que logra monopolizar la violencia".
Así pues, en relación a este violento contexto, el analista explica que “lo que ocurre es que distintas facciones controlan distintos segmentos del territorio”, por lo que dichas tensiones se materializan en “estas situaciones y la violencia es entonces una constante, es el telón de fondo constante frente al que los ciudadanos y los habitantes de esos países viven sus vidas”.
¿Qué sigue para Siria?
Damasco se enfrenta nuevamente a la incertidumbre, con la amenaza de un nuevo capítulo de violencia.
“Frente a este panorama lo que podemos esperar es que si las fuerzas del HTS y Turquía logran sofocar la rebelión ciertamente habrán apagado un foco activo pero no todo el incendio”, explica González, analista citado previamente.
En paralelo, sería la oportunidad para que “otros competidores” aprovechen “la distracción” y avancen en sus frentes, “con diversas intenciones: reactivar la lucha por el califato por el EI, los drusos y kurdos podrían suscitar movimientos separatistas e incluso el Ejército Nacional Sirio apoyado por Turquía podría intervenir con más profundidad en el terreno.
De nuevo, “Siria está lejos de acabar pronto debido a la multitud de actores, potencias involucradas y la pugna por consolidar la revolución en medio de un estado a reconstruir”, concluye el experto.
Con Reuters, EFE, AP y medios locales
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