La visita del nuevo primer ministro canadiense, Mark Carney, y su encuentro en el palacio de Buckingham con Carlos III, también jefe de Estado y rey de Canadá, estuvo cargada de simbolismos. Varias señales, según expertos consultados por France 24, envían un mensaje de apoyo frontal a la soberanía de Canadá, en medio de las crecientes tensiones con Donald Trump.
Mientras Trump endurece sus ataques, el rey Carlos III le envía mensajes simbólicos, consolidando el papel de la familia real como el activo diplomático más preciado del Reino Unido, clave para crisis y conseguir resultados favorables.
Una imagen es más poderosa que mil palabras. Dos días después de jurar como primer ministro de Canadá, Mark Carney voló a Europa, a París y a Londres, cambiando la tradición de los premieres canadienses, que suelen elegir Washington como su primera parada internacional.
En la capital británica, Carney recibió el apoyo y respaldo del rey Carlos III, que puede resultar el más poderoso y simbólico en su defensa por la soberanía de Canadá, constantemente atacada por Donald Trump de convertirla en el estado 51 de Estados Unidos y con una disputa arancelaria en auge.
En el palacio de Buckingham, Carlos III saludó afectuosamente a Carney, a quien ya conocía como gobernador del Banco de Inglaterra. Ante las cámaras, el premier dijo: hay “mucho para ponerse al día”.
Se trató de un recibimiento inusual. Se cambiaron los rígidos protocolos de la monarquía para garantizar esta audiencia, ya que Carlos recibió a Carney con menos de una semana en el cargo. Generalmente, estos encuentros se dan cuando el gobernante lleva más tiempo en el poder.
Las palabras sobraron y ese mensaje simbólico, sutil pero efectivo.
Los expertos en la monarquía resaltan que, de esta manera muy diplomática, el rey pide respeto por la soberanía de Canadá porque es su jefe de Estado y su rey, además de que es uno de los 56 países que integran el Commonwealth, que reemplazó al Imperio Británico.
Y en ese sentido, Carney confirmó:
“Canadá tiene la suerte de contar con un firme defensor en nuestro país soberano”.
Así, con esa audiencia de la que no hay versiones a la prensa, una vez más, la diplomacia de la familia real británica se hizo sentir. Esto aunque la Constitución británica dicta que el monarca no tiene ni funciones políticas ni participa en política. Su posición debe ser neutral.
Pero, Carlos no puede mantenerse neutral. Según el Sunday Times, citando a allegados del monarca, el rey está “preocupado por la discordia entre Canadá y Estados Unidos”.
“El rey está de parte de Canadá, que no se vende ni pretende ser un estado 51”, asegura la experta en monarquía Laura Pérez Cisneros.
“Hasta cierto punto, la estructura canadiense es diferente a la británica, pero tenemos un jefe de Estado compartido. Pero la legislación del Reino Unido, la legislación británica y la forma en que tratamos las cosas aquí, es bastante diferente a la forma en que se tratan en Canadá”, explica Little.
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Defensa de Canadá, llena de simbolismos
Semanas antes, en su residencia privada en Sandringham, el rey se reunió con el saliente primer ministro canadiense, Justin Trudeau, quien, en una declaración previa a esa audiencia, inusual por su tono y que seguramente tuvo el visto bueno del Palacio de Buckingham, dijo:
“Nada parece más importante para los canadienses en este momento que defender nuestra soberanía y nuestra independencia como nación”.
Desde entonces, la defensa de Canadá por parte de los 'royals' ha sido tan sutil como evidente.
En la celebración del día Commonwealth– la organización de países soberanos que comparten lazos históricos con el Reino Unido, incluido Canadá- la princesa de Gales, Kate Middleton, la integrante de la realeza más popular, lució un vestido y sombrero rojo en tonos de la bandera canadiense.
“Los allegados al Palacio señalan habitualmente que “nada es casualidad” cuando se trata del simbolismo real y la vestimenta diplomática”, afirma The Times.
Probablemente después de la audiencia inusual con Carney, que se dio con dos días en el cargo, el presidente Trump procesará que el rey Carlos es también el rey de Canadá.
“El presidente Trump ha expresado durante mucho tiempo su admiración por la familia real. Ha visitado a la reina y ha expresado su admiración por el rey. Pero no estoy muy seguro de que el presidente Trump haya expresado públicamente su conocimiento de que el rey de Canadá es el rey Carlos III”, afirma el editor de Majesty magazine, Joe Little.
Sin embargo, el profesor de Gobierno y Constitución del University College London, Robert Hazell, duda de que el presidente Trump pare sus ataques contra Canadá por ser Carlos el rey.
“Trump solo detendrá sus ataques si comienza a ver que son contraproducentes o se vuelven impopulares entre el público estadounidense”.
Little también considera que es casi “imposible” que el hecho de que Carlos sea el rey de Canadá pare esos ataques.
“Tiene (el rey) que tener mucho cuidado con involucrarse en política. El rey, como príncipe de Gales, podría decir mucho más de lo que puede decir ahora como jefe de Estado. Puede ser un campo de minas diplomático”.
Por su parte, Downing Street afirmó que “el Reino Unido y Canadá son los “aliados y amigos soberanos más cercanos”.
Sin duda, palabras medidas y profundamente significativas.
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La realeza, instrumento discreto, y efectivo, del Gobierno británico
Isabel II estuvo en el trono más de 70 años. Nadie, públicamente, supo su posición política ni su opinión.
Salvo en 2014, cuando, después de asistir a la iglesia en Balmoral, su residencia en Escocia, la reina les dijo a unos feligreses que debían pensar muy detenidamente cómo votar en el referendo para la independencia escocesa.
“Eso es bastante inusual, y fue criticada por ello. La gente no lo consideró apropiado, pero sí logró el resultado que ella esperaba. Así que la independencia y el referendo para la independencia se desvanecieron de nuevo”, recuerda Little.
Esa fue la única oportunidad en que la propia Isabel habló de política. A lo largo de sus reinados, ella y su heredero, Carlos III, especialmente, han encontrado maneras sutiles y simbólicas de enviar mensajes poderosos.
Uno de ellos, en marzo de 2022, pocos días después de iniciada la ocupación ilegal rusa en Ucrania, la monarca posó junto a Justin Trudeau al lado de un arreglo de flores amarillas y azules, los colores de la bandera ucraniana.
Las palabras sobraron para reiterar el apoyo a Ucrania, algo que se ha mantenido como política de Estado cuando explotó la guerra.
Desde entonces, el rey Carlos III se ha reunido con el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, en varias oportunidades. Un “privilegio” que demuestra la importancia y el apoyo irrestricto del Gobierno británico a ese país.
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"Sé amable con Ucrania"
La agenda y, en especial, este tipo de encuentros del monarca con dignatarios internacionales, son decisiones del Gobierno. Es decir, que es el primer ministro quien decide quién toma té con el rey.
“El Gobierno británico vio las escenas de la Oficina Oval y pidió al rey que se reuniera con Zelenski un domingo por la noche, que es bastante inusual", afirma Alexander Seale, periodista y corresponsal de monarquía en Londres
"Cada vez que el Gobierno tiene un problema diplomático, le pide a la familia real que se reúna con líderes, porque son un gran ejemplo de poder blando. Y la reunión del rey con Zelenski es un mensaje para Trump: sé amable con Ucrania”, añade.
La familia real, sin duda, es el activo más preciado de la diplomacia británica, que sobre todo en este momento está adquiriendo más relevancia para el primer ministro, Keir Starmer, quien está manejando con guantes de seda, la compleja relación con Trump, pese a la imposición de tarifas.
Anticipándose al impacto que tendría en el ego de Trump, un ferviente admirador de la familia real, Starmer, frente a las cámaras sacó un as bajo la manga: una carta del rey Carlos III invitándolo a una segunda visita de Estado al Reino Unido.
Es un hecho sin precedentes que muestra la necesidad de tener a Trump alineado con los intereses británicos. Es el único presidente de Estados Unidos en recibir una segunda invitación.
Un Trump sonriente aceptó de inmediato. “Estamos deseando estar allí y honrar al rey… Su país es fantástico, y será un honor para nosotros estar allí", les dijo a los reporteros.
La estrategia para seducir a Trump a través de su activo más valioso, la familia real, arrancó antes de la posesión. En París, durante la reapertura de Notre Dame, el príncipe William, en representación del Gobierno y de la corona, se reunió con el magnate.
Pero, a raíz del desafortunado encuentro entre Trump y Zelenski en Washington, miles de británicos, a través de una petición pública, han pedido al Gobierno que cancele esa visita, pese a que aún no se conoce la fecha.
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Un té con el rey, el as bajo la manga
La familia real ha sido utilizada a lo largo de la historia por los gobiernos británicos como instrumento para destrabar asuntos delicados y conseguir un resultado positivo a su favor.
Uno de los ejemplos más recientes fue en febrero de 2023. Se trató de la muy controvertida reunión del rey Carlos III con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien tuvo una audiencia privada y un té con el monarca, luego de firmar el acuerdo del protocolo de Irlanda del Norte, que destrabó uno de los capítulos más complejos del Brexit.
Por la rareza de este tipo de encuentros, el palacio de Buckingham aclaró: “el rey está encantado de reunirse con cualquier líder mundial si visita Gran Bretaña".
Los defensores del Brexit también la criticaron por estar “politizando” la figura del monarca con un asunto altamente sensible a nivel nacional.
Según Sky News, “una fuente cercana a las negociaciones afirmó que la participación del rey fue sin duda un intento de promover el protocolo a nivel nacional”.
Fue un asunto tan polémico, que unió a los partidos de diferentes ideologías en Irlanda del Norte, para rechazar la intervención del rey.
“Los primeros ministros van y vienen, pero la familia real, que es la más antigua, la más poderosa, la más conocida, es la carta de presentación de Reino Unido”, afirma Pérez Cisneros.
No hay duda de que lo que se espera desde Londres es que la diplomacia de la familia real incline la balanza a favor de Canadá.
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