El cuerpo del papa Francisco continúa en la Basílica de San Pedro, que ha recibido a miles de personas para despedir por última vez al sumo pontífice antes de su funeral el sábado. Entre los asistentes, resaltó la figura de una menuda monja que, con una mochila verde al hombro, se acercó al féretro saltándose los protocolos para rezar por el papa. Era Geneviève Jeanningros, amiga de Francisco, 'la niña rebelde'.
Los estrictos protocolos funerarios impuestos por el Vaticano tras la muerte del Papa Francisco obligan a que los cardenales, obispos y personal en general de la Santa Sede sean los primeros en acercarse al ataúd del pontífice argentino para rezar por su vida y darle el último adiós.
Sin embargo, la rigurosa escena oficial fue eclipsada por una figura extraña para el ojo público, pero no para el fallecido líder religioso.
En una esquina de la Basílica de San Pedro, una pequeña monja de edad avanzada se acercó discretamente por uno de los lados cerca del ataúd. Con su cofia azul y una mochila verde en el hombro, la mujer se detuvo frente al féretro de Francisco para rezar y llorar en silencio cerca del cuerpo del pontífice.
Aunque se había saltado el protocolo, nadie la interrumpió. ¿Por qué? La protagonista es Geneviève Jeanningros, que además de ser una dedicada monja de 81 años, era una amiga cercana de Jorge Bergoglio, nombre de pila del papa Francisco.
Jeanningros pertenece a la orden de las Hermanitas de Jesús y reside en una pequeña caravana en Luna Park, un parque de diversiones en la región costera de Ostia, donde convive de cerca con los trabajadores del circo y otras comunidades vulnerables de la zona.
La 'enfant terrible' (una niña rebelde) – cómo se refería a ella Francisco cariñosamente – no formaba parte del hermético círculo religioso que debía estar primero en la fila para despedir al papa, pero su relación con Bergoglio fue suficiente credencial para que la monja pudiera despedir de cerca a un amigo con el que construyó una historia hace décadas.
Una "iglesia pobre", el centro de la amistad de Francisco y la 'niña rebelde'
Jeanningros y Francisco se conocieron por primera vez en 2005, cuando la mujer le envió una carta al entonces arzobispo de Buenos Aires para expresar su molestia con el entierro de su tía, Lèonie Duquet, religiosa francesa que fue detenida y desaparecida durante la dictadura argentina en 1977.
En el año de la carta, las autoridades argentinas pudieron por fin reconocer el cuerpo de Duquet y enterrarla en la capital, pero Jeanningros estaba molesta ante la ausencia de representantes del obispado en el funeral.
Entonces, Bergoglio aceptó las críticas de la monja y agradeció su carta. Ocho años después, el entonces papa Francisco se reencontró con Jeanningros durante una misa de bienvenida al papado; su encuentro fue positivo y representó el inicio de una fuerte amistad entre ambos.
La monja ha dedicado su vida religiosa a conocer la realidad popular en las periferias de Roma, siendo una de las más grandes defensoras de las mujeres transexuales y la comunidad homosexual en la ciudad. Porque para ella, todos son iguales ante los ojos de Dios.
La cercanía entre Jeanningros y Bergoglio le permitió a la monja llevar cada miércoles a grupos de homosexuales y mujeres transexuales, muchas de ellas prostitutas, a las audiencias generales en el Vaticano. Un gesto que gustó al papa, quien conoció a varias de ellas.
Además, la mujer consiguió que Bergoglio visitara el parque de atracciones de Ostia, en donde entabló varias conversaciones con los feriantes el 31 de julio de 2024, lo que representó la primera visita de un papa a la zona en toda la historia.
Con EFE y medios locales
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