Un grupo de jugadores, liderado por Nick Kyrgios, presentó una demanda en una corte federal de Nueva York, acusando a los principales organismos del tenis (ATP, WTA, ITF e ITIA) de actuar como un cartel y restringir las ganancias de los atletas. Sin embargo, varios tenistas de élite, incluido Novak Djokovic, cofundador de una nueva asociación, han decidido no unirse a esta acción, que busca cambiar las reglas del deporte.
La demanda, que también fue presentada ante la Comisión Europea y la Autoridad de Mercados de Competencia en Londres, asegura que la forma en que funciona el circuito representa una violación de leyes federales antimonopolio e impide a "jugadores profesionales y otros participantes de la industria su derecho a una competencia justa".
La Asociación de Tenistas Profesionales (PTPA) fue cofundada por Djokovic y el canadiense Vasek Pospisil en 2020, como una herramienta para tratar de mejorar las condiciones de trabajo en el circuito, fundamentalmente para jugadores con menor acceso a las grandes bolsas de los principales torneos.
Ha representado a jugadores de tenis de bajo ranking en casos de dopaje, como el de la británica Tara Moore. Su situación impulsó a la PTPA (Asociación de Jugadores de Tenis Profesional) a crear un programa de apoyo legal para estos atletas.
Sin embargo, en el caso de la demanda contra la cúpula del tenis mundial, no todos los miembros de esta especie de sindicato de jugadores han coincidido y el escrito introducido ante una Corte de Distrito estadounidense tiene pocos nombres de relieve entre sus accionantes.
Uno de ellos es Kyrgios, finalista de Wimbledon en 2022, y un frecuente crítico de la dirección del tenis, no solo en sus facetas profesionales, sino también de la Federación Internacional (ITF) y la Unidad de Integridad (ITIA), a la que fustigó recientemente por su manejo del dopaje del número uno del mundo, Jannik Sinner.
También aparecen como firmantes otra australiana, Anastasia Rodionova, la rumana Sorana Cirstea, la francesa de origen ruso Varvara Grachova y el estadounidense Reilly Opelka, campeón juvenil de Wimbledon en 2015, entre otros.
Djokovic explicó que su nombre no figuraba entre los demandantes porque esperaba que otros jugadores dieran un paso al frente, y porque piensa que las soluciones deben darse a través del diálogo y no la confrontación, aunque sí apoya "una mejor representación, influencia y posicionamiento de los jugadores a nivel mundial".
Carlos Alcaraz dijo que no había sido consultado, a pesar de que la PTPA asegura que su acción fue el resultado de conversaciones con unos 250 tenistas, o lo que es lo mismo, la mitad de sus 500 afiliados, y concretamente con la mayoría de los ubicados entre los primeros 20 del mundo.
Alcaraz se sorprendió de que su nombre apareciera en la demanda, que cita la transcripción de una conferencia de prensa en la que se refirió a la cantidad de torneos obligatorios que deben jugarse a lo largo del año, en la que comentó en broma que "probablemente nos van a matar".
¿Qué busca la demanda de la PTPA?
Según el escrito introducido en tribunales, la ATP, la WTA, la ITF y la ITIA explotan a los jugadores, a través de un calendario en el que hay torneos 45 de las 52 semanas del año, y de un sistema de puntuación para configurar el ranking que los obliga a jugar casi toda la temporada.
La demanda también se queja de que el porcentaje de ganancias del circuito que llega a los jugadores es mínimo, y de ello no se escapan los cuatro torneos grandes, los llamados Grand Slams (los Abiertos de Australia y Estados Unidos, Wimbledon y Roland Garros), incluidos en calidad de coconspiradores junto a la ITF, pues estos eventos no son regidos por la ATP y la WTA.
Según el escrito de la PTPA, los Grand Slams "generaron más de 1500 millones de dólares colectivamente en 2024, mientras que solo pagaron entre el 10 y el 20% de los ingresos a los jugadores".
La temporada pasada, la bolsa combinada de premios de los cuatro ‘majors’ fue de 255 millones de dólares, con el Abierto de Estados Unidos en la punta con 75 millones en premios, y Roland Garros en la cola con 57.
El libelo asegura que el promedio de las ganancias de los torneos que termina en manos de los tenistas es de 17%, lo cual contrasta con el reparto de ingresos en otros deportes, como el baloncesto, por ejemplo, donde la renta se divide en partes iguales entre la NBA y los jugadores.
La PTPA también cuestiona las limitaciones que se impone a los jugadores para “ganar dinero fuera de la cancha”, al incurrir, según Pospisil, en un “abuso de nuestros derechos en torno al nombre y la imagen”.
La acción legal asegura que los jugadores se ven forzados a renunciar, sin compensación, a los derechos de imagen; y que “los organismos rectores se lucran con sus identidades”, mientras que los tenistas tienen límites para la cantidad de patrocinadores permitidos.
En cuanto a la ITIA, la demanda acusa a la entidad de usar un enfoque “arbitrario y selectivo” para castigar las faltas, haciendo énfasis en la inconsistencia demostrada en casos recientes de dopaje, con severos castigos para jugadores de bajo ranking y tratamiento más complaciente con figuras como Sinner o Iga Swiatek.
Un movimiento para cambiar el tenis
Jugadores como Djokovic o Daniil Medvedev se unieron a las voces críticas del manejo del caso Sinner, y otras como la tunecina Ons Jabeur, finalista de tres Grand Slams, tienen grandes objeciones sobre la cantidad de torneos o los horarios de juego, que en ocasiones los mantienen en cancha hasta bien entrada la madrugada.
Sin embargo, no hay nombres de peso vinculados a la demanda, y eso puede tener una explicación muy lógica: la élite del tenis es la más beneficiada por el reparto de dinero, y la PTPA busca precisamente una solución para otros protagonistas del circuito con menos acceso a los grandes premios.
En una entrevista con Bloomberg TV, el director ejecutivo de la PTPA, Ahmad Nassar, citó experiencias en su momento traumáticas, como los reclamos de los jugadores de la NBA en los ’70 o de la NFL en los ’90, o más recientemente los atletas de la NCAA, como ejemplo de movimientos que ayudaron a cambiar el entorno de sus deportes.
“Todos han emprendido acciones similares, y los resultados han sido cosas como contratos colectivos, libre agencia, que llevaron, es cierto, a un repunte de salarios, pero nadie se ha beneficiado más de esas reformas que los dueños de equipo y las ligas en sí mismas”, aseguró Nassar.
La guerra de contrataciones entre la ABA y la NBA, dos ligas rivales, llevó a finales de los setenta a un fortalecimiento de los salarios de los jugadores, que 10 años antes debían recurrir muchas veces a un segundo empleo fuera de temporada, para compensar los exiguos ingresos que les dejaba el baloncesto.
Cuando ambas ligas se fusionaron en 1976, los jugadores ya eran suficientemente fuertes para ganar una reivindicación decisiva: el fin de la cláusula de reserva que los vinculaba a sus equipos, y el comienzo de la libre agencia, que los convertía en dueños de su propio contrato, y transformó al deporte en lo que es hoy en día.
En la década de los noventa, la NFL fue la única entre las principales ligas deportivas profesionales de Estados Unidos que no experimentó huelgas. Esto se logró gracias a la firma de dos contratos colectivos, que garantizaron la paz laboral hasta bien entrada la década de 2000.
Este fue el resultado de años de luchas en diversas cortes, con demandas que fortalecieron la libre agencia y permitieron a los jugadores beneficiarse de forma más justa de las ganancias de la liga.
Esos son los efectos que la demanda de la PTPA quiere replicar para el tenis, y que trató de alcanzar durante años de negociaciones infructuosas. Aunque no todos los jugadores estén de acuerdo con los métodos, e incluso con el reclamo, la Asociación espera que terminen disfrutando las reivindicaciones que busca en la corte.
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