Alrededor de mil personas, en su mayoría civiles de la minoría religiosa alauita, de la que forma parte el derrocado Bashar al-Assad, fueron asesinadas por fuerzas de seguridad y grupos afines al oficialismo en apenas unos días. Esa ola de violencia ha puesto en duda la capacidad del nuevo Gobierno de Siria para mantener la paz en un país que todavía sufre los efectos de más de una década de guerra civil.

El Observatorio Sirio de Derechos Humanos, una ONG con sede en Reino Unido que hace seguimiento a la guerra, reportó que más de 1.000 personas fueron asesinadas en una ola de violencia entre el jueves 6 de marzo y el lunes 10 en Siria.

La mayoría de víctimas eran civiles, quienes fueron asesinados, según la ONG, por las fuerzas de seguridad y grupos aliados en el bastión de la minoría alauita, a la que pertenece el depuesto presidente Bashar al-Assad.

El observatorio sostiene que entre los muertos hay más de 900 civiles, dos centenares de miembros de las fuerzas de seguridad sirias o sus grupos afines y alrededor de 150 combatientes leales a Al-Assad.

"Se trata de la primera matanza masiva desde el derrocamiento de Al-Assad hace cuatro meses, lo que es realmente excepcional teniendo en cuenta el peso de la guerra civil y los 54 años de dictadura", declaró Wassim Nasr, experto en terrorismo de France 24.

“También es el primer ataque coordinado por remanentes del régimen de Al-Assad: 81 ataques en 32 sitios en la zona costera de Latakia, con objetivos que incluyen hospitales, estaciones de Policía y puestos de control”, agregó Nasr.

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Se trata del peor episodio de violencia que ha golpeado a Siria desde la caída del régimen de Al-Assad, en diciembre pasado.

El presidente interino, Ahmed al-Sharaa, cuyo grupo islamista lideró la ofensiva que derrocó a Al-Assad, había prometido "responsabilizar, con firmeza y sin indulgencia, a cualquiera que estuviera involucrado en el derramamiento de sangre de civiles".

"No habrá nadie por encima de la ley y cualquiera cuyas manos hayan sido manchadas con la sangre de los sirios se enfrentará a la Justicia tarde o temprano", afirmó.

"Atrapado entre dos fuegos"

“Al-Sharaa está atrapado entre dos fuegos”, dijo Nasr. “Por un lado, los más radicales de sus propias filas, que resienten la amnistía que concedió a los soldados del antiguo régimen, y por el otro, aquellos que realmente quieren pasar página”.

“Al-Sharaa ha prometido llevar a los responsables ante los tribunales, tanto a los que desafiaron a las autoridades como a los que abusaron de su posición dentro del Estado, lo que significa reconocer que algunos de sus hombres fueron responsables”, señaló Nasr.

“Es muy significativo que los líderes occidentales hayan instado a Al-Sharaa a encontrar y procesar a los responsables, y no lo hayan culpado por los asesinatos”, añadió Nasr.

El Ministerio de Defensa de Siria anunció el lunes el fin de una importante operación de seguridad en las provincias costeras tras días de violencia.

En un comunicado publicado en la agencia de noticias oficial SANA, el portavoz del Ministerio de Defensa, Hassan Abdul Ghani, indicó que las fuerzas de seguridad habían neutralizado las amenazas a la seguridad y los "restos del régimen" en las provincias de Latakia y Tartus, en la costa mediterránea.

La violencia supone una gran amenaza para la transición gubernamental, y los asesinatos en masa de civiles han puesto en duda la capacidad de las nuevas autoridades para gobernar.

"El caos de las milicias que vimos en las ciudades costeras alauitas nos dice que el nuevo Ejército sirio no tiene el control", sostiene Joshua Landis, experto en Siria de la Universidad de Oklahoma.

La violencia, añadió, "obstaculizará los esfuerzos de [el presidente interino] Ahmed al-Sharaa para consolidar su Gobierno y convencer a la comunidad internacional de que tiene el control y puede controlar a las numerosas milicias que se supone están bajo su mando".

’Ciclo de violencia'

Al-Sharaa, quien dirigió el grupo islamista Hayat Tahrir al-Sham (HTS) que encabezó la ofensiva relámpago que derrocó a Al-Assad, ha pedido que se preserve la "unidad nacional [y] la paz civil".

"Si Dios quiere podremos vivir juntos en este país", afirmó.

También prometió que las nuevas autoridades "no permitirán que ninguna potencia extranjera o partido nacional arrastre (a Siria) al caos o a una guerra civil". 

HTS tiene sus raíces en la rama siria de Al Qaeda y sigue siendo considerada organización terrorista por muchos gobiernos, incluido Estados Unidos.

La Presidencia anunció la creación de un "comité independiente" para "investigar las violaciones contra civiles e identificar a los responsables", quienes serían llevados ante los tribunales.

Heiko Wimmen, del grupo de expertos International Crisis Group, afirmó que los últimos hechos de violencia indican que la nueva Administración "carece de ancho de banda para lidiar con múltiples desafíos simultáneamente".

La región costera ha sido escenario de repetidos incidentes de violencia desde que Al-Assad fue derrocado, con múltiples secuestros y tiroteos reportados.

Wimmen afirma que, si bien los últimos acontecimientos "aún no plantean un desafío estratégico", "pueden tener la capacidad de atrapar a los nuevos gobernantes en un ciclo sostenido de violencia que tiene el potencial de volverse muy desestabilizador".

Landis señala, por su parte, que la oposición alauita "no está organizada ni unida", pero después de "los asesinatos indiscriminados y los saqueos generalizados de los barrios alauitas, la situación se endurecerá".

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’Fuera de control'

Desde que llegó al poder, Al-Sharaa y la nueva Administración han mantenido contactos de alto nivel con potencias extranjeras y se han comprometido repetidamente a proteger a las minorías étnicas y religiosas de Siria.

Pero Aron Lund, del grupo de expertos Century International, considera que el nuevo Gobierno "es débil y es rehén de fuerzas que escapan a su control".

"Tiene que llevarse bien con la comunidad internacional, pero también necesita mantener a su base islamista de su lado", añadió.

Los países occidentales, incluido Estados Unidos, condenaron la violencia y pidieron a las autoridades que pusieran fin a los asesinatos.

Lund advirtió que, aunque "los enfrentamientos probablemente disminuirán, existe el riesgo de que simplemente preparen el escenario para la próxima escalada".

"Los nuevos dirigentes de Damasco han pedido moderación y han advertido contra el sectarismo, y eso es bueno", afirmó.

"El problema es que estos puntos de vista moderados no parecen haber calado mucho en las antiguas facciones rebeldes que ahora se supone que funcionan como el ejército y la policía de Siria".

Las nuevas autoridades enfrentan otros desafíos de seguridad, con el norte asolado por combates entre las Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por los kurdos y facciones pro-turcas.

En el sur, las facciones drusas se han aferrado a sus armas tras los llamamientos al desarme e Israel ha prometido protegerlas.

Mientras Al- Sharaa intenta apaciguar los temores de las minorías y del mundo en general, los asesinatos de civiles por motivos sectarios probablemente sólo los exacerben aún más.

Según Landis, "los kurdos , los drusos y otras minorías no confiarán en sus palabras de que su gobierno respeta a todos los elementos del pueblo sirio y los tratará por igual".

Artículo adaptado de su versión original en inglés

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