En medio de la devastadora guerra en Gaza, que se inició en octubre de 2023, la ONU declaró finalmente una situación de hambruna en la Gobernación de Gaza. Un equipo de Los Observadores de France 24 habló con varias organizaciones locales de distribución de alimentos que afirman que la declaración "llega demasiado tarde", ya que parte de la población "lleva meses pasando hambre".

De acuerdo con la ONU, unas 500.000 personas enfrentan hambre catastrófica. El coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU, Tom Fletcher, advirtió que se trata de “una hambruna que perseguirá a todos” si no se actúa con urgencia.

El informe se basó en la Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC), herramienta global respaldada por la ONU que evalúa inseguridad alimentaria extrema. Es la primera hambruna declarada en Medio Oriente desde la creación del IPC en 2004.

Según las proyecciones, la amenaza es creciente y se prevé que las condiciones de hambruna se expandirán en las próximas semanas hacia las zonas de Deir al-Balah y Khan Younis.

“No es una noticia de último minuto, es una confirmación condenatoria”

Fletcher afirmó que la hambruna “pudo haberse prevenido” de no haber existido la “obstrucción sistemática” de Israel a la entrada de ayuda humanitaria.

En Gaza, las organizaciones civiles viven este drama a diario. Para muchas, el anuncio no es novedad, sino el reconocimiento tardío de una catástrofe en curso.

“Para nosotros en el terreno, no es una primicia, sino una confirmación demoledora. La demora costó vidas”, lamenta Imad Almadhoun, de la ONG Gotas de Misericordia, fundada en julio de 2025 y dedicada a la entrega de alimentos a desplazados, en especial personas con discapacidad, en medio de una crisis humanitaria extrema.

Una opinión compartida por Gaza Soup Kitchen, creada al inicio de la guerra y que hoy mantiene diez puntos de distribución en la Franja. “Estos anuncios ayudan a visibilizar la situación ante el mundo, pero en la realidad, la catástrofe lleva meses”, subrayó Mai Almadhoun, integrante de la organización.

“Aunque haya comida, la gente no puede pagarla”

El hambre se refleja en la vida cotidiana. Khalid Qadas, fotógrafo y portavoz de Gaza Soup Kitchen, describió así la situación:

“Ya no se trata solo de una crisis humanitaria. Es una tragedia diaria. Conseguir comida es una lucha de todos los días. Los precios son exorbitantes, la mayoría perdió el empleo y, hasta cuando los alimentos están disponibles, simplemente no se pueden pagar. A menudo ni siquiera puedo cocinar por falta de gas o utensilios mínimos. Lo poco que conseguimos no cubre las necesidades del cuerpo. Se come solo para sobrevivir, no para vivir con salud. Los niños no reciben leche ni nutrientes adecuados, y los pacientes carecen de dietas esenciales para sus enfermedades.”

La organización se financia sobre todo con donaciones individuales, explicó Hani Almadhoun, cofundador con sede en Estados Unidos. En promedio requieren 15.000 euros diarios (unos 17.000 dólares) para sostener las operaciones, comprando alimentos en mercados locales, ayuda humanitaria y en unas pocas granjas que aún funcionan.

Mai Almadhoun añadió que muchas madres llegan tras días sin probar bocado, reservando lo poco para sus hijos:

"Cuando logramos darles una comida caliente, los niños corren de alegría. Esa chispa es lo que nos da fuerza para seguir, pese a todo.”

Bloqueos y restricciones

La escasez responde, en gran medida, al bloqueo impuesto por el Ejército israelí. En marzo, Israel cerró por completo el ingreso de ayuda, permitiendo solo entregas mínimas a mediados de mayo. Ello redujo drásticamente el flujo de alimentos, medicinas y combustible.

La ONU estima que Gaza necesita entre 500 y 600 camiones diarios de suministros para cubrir las necesidades básicas. La cifra nunca se ha alcanzado, incluso tras la ligera flexibilización de julio.

Israel acusa a Hamás de apropiarse de la ayuda y responsabiliza a organismos humanitarios —incluso a la ONU— por mala distribución. Sin embargo, las agencias involucradas rechazan esas versiones, denunciando que las restricciones y condiciones impuestas por Israel hacen inviable un reparto seguro.

Imad Almadhoun alertó que incluso cuando algo de ayuda consigue entrar, no llega a quienes más la necesitan. “Las multitudes desesperadas se abalanzan sobre los camiones, y con un sistema de distribución inseguro, la ayuda se pierde antes de alcanzar los refugios o campamentos. Para ancianos, personas con discapacidad o madres con niños, es imposible abrirse paso sin riesgo.”

Centros de distribución convertidos en “trampas mortales”

Las ONG locales dependen casi exclusivamente de compras en mercados internos, con precios inflados. Para ellas, no es una opción recurrir a la Fundación Humanitaria para Gaza (GHF), dirigida por Estados Unidos e Israel.

La GHF ha sido duramente criticada por “militarizar la ayuda”. Desde mayo, casi 900 personas han muerto intentando conseguir alimentos en centros de distribución situados en zonas militares.

“Se han convertido en trampas mortales”, denunció Almadhoun. “La gente es baleada casi a diario al formarse en las filas o correr hacia los camiones. Muchos nunca regresan a casa.”

El temor a un nuevo desplazamiento

A todo esto se suma un nuevo operativo militar israelí anunciado el 21 de agosto, cuyo objetivo es tomar la Ciudad de Gaza y forzar a la población a evacuar.

“La idea del desplazamiento nos aterra”, confiesa Khalid Qadas. “Dispersarse otra vez significa volver a las carpas, más sufrimiento, más enfermedades y la humillación repetida. Ya lo vivimos una vez al huir al sur: perdimos nuestra dignidad y la vida se volvió insoportable.”

Imad Almadhoun coincide: “El miedo nos acompaña desde la primera semana de guerra. Pero seguimos trabajando porque esta comunidad es nuestra. No podemos abandonarla. Y lo haremos hasta el último momento.”

Artículo adaptado del original en inglés.

France24

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