La República Dominicana decidió no cursar invitaciones a la X Cumbre de las Américas, que se realizará en diciembre próximo en Punta Cana, a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, en procura de crear las condiciones “que aseguren el más amplio diálogo político, con el más alto nivel de representatividad hemisférica”, de acuerdo con el comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores.
De acuerdo con la explicación de las autoridades dominicanas, la decisión se considera como la más favorable “para garantizar la mayor participación posible en la Décima Cumbre de las Américas”.
Hay que interpretar que la lógica del gobierno anfitrión de esta X Cumbre de las Américas es que la presencia de Venezuela, Nicaragua y Cuba podría alejar a países y presidentes que pudieran rechazar estar presentes si los tres excluidos se mantuvieran como invitados.
De acuerdo con su propia reflexión, la X Cumbre de las Américas necesita participación y presencia de países democráticos, donde no haya habido fraudes electorales y donde no existan dictaduras, como las hay en estas tres naciones caribeñas y centroamericanas.
De acuerdo con el gobierno dominicano, los países excluidos han estado presentes en anteriores intercambios realizados aquí y han participado plenamente y no hay habido problemas. Dice el comunicado del gobierno que cuando República Dominicana fue país anfitrión de la Cumbre Iberoamericana en Santo Domingo en 2023, o de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) en Bávaro en 2017, "dichos países fueron invitados y participaron plenamente”.
De ser así, la pregunta que queda es ¿por qué excluirlos ahora? ¿Se justifica porque no se reconoció la validez de las elecciones presidenciales más recientes de Venezuela, lo mismo que las de Nicaragua? ¿Y a Cuba porque el gobierno Estados Unidos mantiene una disputa histórica con su par de La Habana?
Cuba declaró que la exclusión de estos tres países fue impuesta al República Dominicana por Estados Unidos y su canciller, Bruno Rodríguez, vaticinó que la cumbre está condenada al fracaso.
La decisión de excluir a tres países es polémica y podría generar consecuencias indeseadas al gobierno dominicano. Quien resulta anfitrión en una cumbre de las Américas no debería tomar en cuenta los aspectos políticos internos, porque se trata de una cumbre de gobernantes. Habría que preguntarse si sólo esos tres países tienen gobiernos que conculcan derechos y restringen la libertad de los gobernados. El actual gobierno de El Salvador arrastra una retahíla de casos de violación de derechos; lo mismo que el de Ecuador, por solo citar dos ejemplos.
Ya se nos acusa de ser excesivamente dependientes de los Estados Unidos. Eso implicaría que países con marcadas diferencia con los Estados Unidos se ausenten a última hora de la X Cumbre de las Américas, y entre ellos podrían estar México, Colombia, Brasil, Bolivia, Honduras, y Chile, aparte de otros países de la región que podrían resultar sorpresas.
Si Cuba acusa y sostiene que la presión contra el anfitrión viene de los Estados Unidos, implicaría que el presidente de la gran potencia estaría presente en la Cumbre, y eso no está asegurado. Aparte de que la política de los Estados Unidos que se aplica hacia las Américas no es necesariamente de aliados.
Una gran parte de los deportados de los Estados Unidos, apresados violentamente por los agentes de ICE, son de esta región. Los aranceles de nuevo cuño de Estados Unidos son contra países de esta región. El impuesto a las películas que se producen fuera de Estados Unidos afecta a América Latina y el Caribe. El impuesto a las remesas de los migrantes en Estados Unidos afecta a los países de esta región. El cierre de las políticas de reunificación familiar afecta a personas de esta región.
La democracia en este tipo de encuentro implica aceptar la disensión, debatir los argumentos de cada quien, y dirimir las decisiones colectivas, que se aprueban por mayoría y no necesariamente por consenso.
Hay que decir que resulta lamentable la decisión del gobierno dominicano, porque un representante de un gobierno cuestionado no necesariamente tiene la capacidad de destruir un debate o de incendiar hasta interrumpir una discusión, cuando se trata de cuestiones que estarían normadas por parlamentos previos. Y lo correcto es que el país anfitrión este dispuesto a escuchar a todo el mundo, al margen de las diferencias de opiniones, que son normales en casos de tantas tensiones como las que existen hoy día en la comunidad internacional.
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