El multimillonario Elon Musk, que acaba de comprar Twitter por 44.000 millones de dólares, ha generado temor en sectores liberales de Estados Unidos y otros países.
Musk, que rechazó que la popular red virtual sancionara al presidente Donald Trump en 2020, en medio de un exceso de teorías de conspiración y noticias falsas, ha hablado de libertad plena.
Como hombre de negocios, Musk ha sugerido que tal vez Twitter empiece a cobrar.
Otra meta del multimillonario de origen sudafricano, y nacionalizado canadiense y luego estadounidense, sería agregar valor a Twitter y luego proceder a venderla.
El temor de los sectores liberales y los moderados es que Musk permita las difusiones de las ideas más extremistas, siempre y cuando no colidan con su particular visión de lo que deben de ser EE.UU y el mundo.
A todo esto, el expresidente Trump, amigo cercano de Musk, quien le apoyó para llegara la Casa Blanca y para intentar reelegirse, ha dicho que no le interesa regresar a la red Twitter, sino promover su propia red virtual, llamada Truth Social.
El temor a lo que pueda hacer Musk con Twitter, en cierto modo, retrata al ciudadano promedio de este tiempo: atado, enganchado, adicto al uso de la tecnología y sus diversos usos, hasta el punto de crearse una dependencia similiar a la de quienes consumen sustancias adictivas como el tabaco, el acohol y las drogas duras.
La mejor decisión que puede tomar quien no esté de acuerdo con mister Musk, es cerrar su cuenta de Twitter.
Sin Twitter y las demás llamadas redes sociales se vive, y sobre todo se piensa y se reflexiona con mayor libertad.