La Semana Santa es un tiempo para dar espacio a la reflexión, colectiva o personal, si así se desea asumirlo. Se puede meditar sobre el sentido de la vida, los valores que nos animan a ser parte de un colectivo, y a sentir el amor, el dolor y el pavor que ese colectivo pudiera generar en caso de que algo le ocurra.
La Semana Santa recuerda, para el mundo cristiano, el sacrificio de Jesús de Nazaret, apresado, torturado, crucificado en tiempos del Imperio Romano, en una pequeña aldea del Medio Oriente.
Como cristianos, seguidores de las enseñanzas del profeta, recordamos acontecimientos históricos. como el Domingo de Ramos, que fue la protesta de Jesús contra la idolatría y las falsedades ante dioses complacientes, violentos y geocéntricos. Recordamos las estaciones de la pasión de Jesús condenado, su crucifixión y finalmente su muerte, luego de pronunciar 7 palabras ante los torturadores y familiares y seguidores que se mantuvieron fieles a él y a su prédica, pese a los riesgos que esa fidelidad implicaba.
Para los dominicanos, y las familias de cualquier lugar del mundo afectada por la tragedia del Jet Set, el pasado 8 de abril, esta Semana Santa es doblemente dolorosa, por sus vínculos históricos y actuales con la muerte de alguien muy cercano.
Las 231 personas fallecidas en la tragedia del Jet Set, por el número y por lo trágico de su final, nos toca directamente. Eran personas con historias, con sueños, con proyectos de vida, con planes inmediatos y actividades de toda naturaleza, que nos implican como ciudadanos, como sociedad, como parte de una comunidad que nos es propia.
La Semana Santa ha sido siempre un momento para la reflexión, para analizar nuestras vidas, ponerlas en la balanza, y también tomar nuestro propio equilibrio entre lo planificado y lo logrado. Con Jesús como telón de fondo, si somos cristianos practicantes y si acudimos a las celebraciones litúrgicas de estos días. Los ministros y sacerdotes de la fe, siempre tienen orientaciones sobre los temas que nos incumben y nos comprometen.
Esta Semana Santa, además de la imagen de Jesús, agregamos las múltiples imágenes de parejas, amigos, esposos, hermanos, familiares y conocidos en general que resultaron aplastados por la caída del techo de la discoteca Jet Set.
Son ellos los que nos guían en estos días en nuestras introspecciones, oraciones, diálogos y esperanzas, sobre la vida, la muerte y para qué resulta útil y valiosa la existencia. La vida y la muerte son dos momentos definitivos de un proceso que nos da sentido y justifica lo que hacemos en el trayecto entre ambos puntos. Que siempre valga la pena.
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