Las relaciones internacionales cambiaron de repente en 2025. Enero comenzó con la instalación del segundo gobierno del presidente Donald Trump, y el cambio que esa asunción representó lo tenemos y sufrimos hoy día con las tensiones y descalabro del multilateralismo, el debilitamiento de las Naciones Unidas y sus organismos de cooperación, la ausencia de la solidaridad y la puja de cada país o región por sacar mayores provechos del nuevo escenario.
Desde la intención de anexarse Canadá, invadir a México, anexarse Groenlandia, cambiar el nombre del Golfo de México por el Golpe América, desatar la guerra arancelaria e iniciar políticas impositivas, de migración y de cierre del ciclo de cooperación del Estado con las universidades, muchas cosas han cambiado.
Estados Unidos ya no es el país amigo, colaborador en la reducción de la insalubridad y la pobreza, cabeza de la cooperación para el desarrollo internacional y promotor de la paz y la democracia.
En poco tiempo, Estados Unidos pasó a ser hostil contra sus propios aliados. Atacó al presidente de un país invadido, Ucrania, expresó admiración y se reunió con Vladimir Putin, agresor de Ucrania, obligó a los países europeos a destinar por lo menos el 5 por ciento de su PIB a compras de armas norteamericanas, destruyó gran parte de lo que se había construido para combatir el cambio climático, destronó la relevancia del sistema de Naciones Unidas, abandonó las investigaciones científicas y médicas contra enfermedades crónicas, instaló en el ministerio de Salud a un político antivacunas y promotor de conspiraciones, atacó a sus universidades, apoyó el genocidio en Gaza, y persiguió y deportó millones de ciudadanos instalados en los Estados Unidos, calificándolos de delincuentes y escorias.
Las tensiones en la región del Caribe se instalaron como nunca antes las habíamos visto, con ataques a embarcaciones supuestamente en dirección a suelo norteamericano con drogas, procedentes de Venezuela. Cerca de 100 personas muertas en esas operaciones, ataques a Cuba, Colombia y México, y amenazas continuas de intervención política y militar.
Estamos en el peor de los tiempos jamás previstos, solo superado por el predominio racista y las fuerzas fascistas en la Segunda Guerra Mundial.
Intervención directa en los procesos judiciales, políticos y electorales en Brasil, Argentina, Honduras, Venezuela, Colombia y México. El mundo ha sido cambiado por Donald Trump y el poder que ejerce en procura de que la ideología de la ultraderecha sea establecida como hegemónica en todo el mundo.
En esa geopolítica del gobierno de los Estados Unidos, la política de Trump quebró la posibilidad de la X Cumbre de las Américas, que tendría como sede el país, al promover que no se invitaría a Venezuela, Cuba y Nicaragua, a lo cual México, Colombia y Brasil anunciaron su retiro. El gestor principal de la cumbre queda mal, pero el anfitrión también pierde credibilidad y se muestra incapaz de haber construido consensos mínimos para llevar a cabo una cumbre que tiene ya tradición hemisférica.
Unos pocos se han resistido, y en particular la potencia emergente que es la República Popular China. Trump influye en las nuevas empresas tecnológicas, en la inteligencia artificial, en los medios de comunicación, en los cambios judiciales. Y esto es solo un primer año, que se cumplirá el 20 de enero de 2026.
La soberanía, la capacidad de resistir y sostener la independencia de criterio de los países, es algo completamente débil y exclusivo de países que han desarrollado su capacidad al margen de los Estados Unidos.
El contrapeso en la mayor democracia del mundo ha desaparecido. Serios problemas legales, constitucionales, han ido surgiendo y resolviéndose en favor del nuevo monarca.
Falta ver qué ocurrirá en las elecciones de medio término para el Congreso de los Estados Unidos, que serán celebradas el martes 3 de noviembre de 2026. Se elegirán los 435 escaños de la Cámara de Representantes, también 5 de los 6 delegados no votantes que representan el Distrito de Columbia. Para el Senado serán disputados 35 de los escasos 100 de esa Cámara. Se entiende que, al ritmo que lleva la gestión del presidente Trump, la sociedad estará más que alarmada y desconcertada, porque nunca antes ese país había tenido tantas puertas abiertas ante tantos enemigos o adversarios, la mayoría disimulados, y todo ello traerá consecuencias imprevisibles para un imperio en decadencia, como resulta ser ahora Estados Unidos.
El mundo necesita restablecer el diálogo y el entendimiento, la cooperación y la solidaridad, el multilateralismo y la búsqueda común, entre países muy desarrollados y no desarrollados, de los problemas que afectan y dañan a la humanidad. Estamos en el peor de los tiempos jamás previstos, solo superado por el predominio racista y las fuerzas fascistas en la Segunda Guerra Mundial. Con la esperanza de que el mundo tenga fuerza para resistir esta embestida y se pueda restablecer la democracia y la cooperación.
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