Hoy 8 de diciembre, a 244 días de la tragedia del siglo ocurrida en la discoteca Jet Set, la República Dominicana se estremece, gravita en duelo y no se imagina cómo será la Nochebuena y el Año Nuevo sin la compañía de 236 personas que perdieron la vida, consecuencias de la negligencia y la ambición.

Es un clamor desgarrador por las pérdidas humanas, sus familias, especialmente ante 174 niños y niñas que quedaron en la orfandad y cuya vida cambió de manera insospechable; pero, más allá del dolor íntimo, se profundiza la indignación por las evidencias de un sistema de justicia “inoperante” cuando el poder económico y político es responsable de la tragedia.

La nación se desangra al descubrir que ese sistema se vincula de manera cómplice con políticas públicas que han dejado a la suerte la prevención de riesgos y desastres, y que desde aquel 8 de abril se enquista en discursos vacíos sobre acciones que solo llegan a anunciarse y se concretan a medias.

Han transcurrido los 244 días más sombríos que ha vivido la República Dominicana en su era moderna. Días de duelo, de rabia contenida y de preguntas sin respuesta.

Es desconsuelo puro ante los acuerdos tras bastidores para silenciar lo atroz; es desconcierto frente a la posibilidad de que otra situación similar vuelva a ocurrir; es dolor persistente en los cuerpos y mentes de 184 heridos que han visto limitada su vitalidad.

La incertidumbre se multiplica con la ausencia de respuestas frente a una tragedia que se llevó consigo el prometedor futuro de quienes aportaban con sus vidas, trabajos y planes al país.

Han transcurrido los 244 días más sombríos que ha vivido la República Dominicana en su era moderna. Días de duelo, de rabia contenida y de preguntas sin respuesta.

Y lo más doloroso: 244 días después, la República Dominicana sigue esperando justicia, mientras el poder se oculta tras sus sombras, como cómplice silencioso de la impunidad.