Este lunes se celebra, desde 1939, el Día del Maestro en la República Dominicana. Y coincide y se relaciona con el aniversario del nacimiento de dos figuras relevantes de las letras y la enseñanza dominicana: Juan Bosch, nacido en La Vega, el 30 de junio de 1909, y Pedro Henríquez Ureña, nacido en Santo Domingo el 29 de junio de 1884.
Como bien explica Julio Leonardo Valeirón, en su artículo en Acento de este lunes, la celebración oficial desde la dictadura de Trujillo, es por Juan Bosch, y nosotros agregamos que Pedro Henríquez Ureña es considerado el gran maestro de las Américas, y fue Intendente de Educación en los inicios de la dictadura de Trujillo, y asfixiado por la represión y la adulación al dictador, se marchó del país hasta su muerte en Argentina en 1946.
Esos son los aspectos históricos. Ya no es igual que antes la celebración del día del maestro, como bien lo explica la educadora Dinorah García Romero, en su artículo de hoy en Acento. Los maestros han perdido relevancia y respeto y, desunidos como están, cuentan con un sindicato que no ha entendido la dinámica de la educación y su relevancia para la sociedad dominicana. Han politizado el sindicato de maestros y de paso politizado y partidarizado la educación y el rol del maestro y han perdido la perspectiva de su propio rol, y han perdido en gran medida el respeto de la sociedad, de la familia, de los propios alumnos, y del Estado que los contrata, así como del sector privado que igualmente le asigna responsabilidades.
El sector privado es más exigente y tiene mayores controles, pero el Estado es más flexible con las exigencias de la calidad de los maestros, y la evaluación de desempeño no está a la altura de los reclamos, y los propios directores de centros educativos públicos incumplen con su rol, como bien se explica en los textos que se publican este día en la sección Opinión en Acento.
Los maestros deben comprometerse más con la calidad de la educación. Esa calidad está asignada fundamentalmente a ellos como docentes, y a los programas que imparten. Y deben ocuparse de ser proactivos, no meros recipientes de los deseos de los ministros, directores regionales o funcionarios en general. Los maestros están llamados a ser los protagonistas de la calidad de la educación que imparten. Su magisterio es y has sido siempre ese, es lo que se aprendió aquí de maestros insignes, como Eugenio María de Hostos o el propio Pedro Henríquez Ureña
El Estado dominicano ha elevado significativamente el salario del maestro y la maestra. Los maestros dominicanos ganan por encima del salario asignados a los maestros en casi todos los países de América Latina y el Caribe, con la excepción de tres países. El salario del maestro dominicano es 1.59% superior a los demás maestros de la región.
La ADP como gremio de los maestros recibe ventajas mayúsculas del Ministerio de Educación. Es el sindicato más rico del país. Por nómina se descuenta una cuota millonaria a los maestros para entregarla al sindicato. Pero eso no los satisface completamente, y los sindicalistas que dirigen el gremio hacen política partidaria desde sus puestos de sindicalistas, son miembros de los organismos de dirección de partidos políticos, tienen representación en el Congreso Nacional, y todo lo convierten en parte de una discusión y un debate que está alejado a gran distancia de la educación y de las demandas de la sociedad dominicana.
Esa y no otra es la razón por la que ya la sociedad, los padres y amigos de las escuelas, los estudiantes, las comunidades, no ven ni aprecian a los maestros con el respeto y el cariño que antes se les tenía. Los maestros y sus representantes sindicales han ayudado a destruir esa imagen.
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