Con frecuencia, la migración ha sido tratada en el debate público como un fenómeno que implica una carga económica para las comunidades de acogida. Sin embargo, la evidencia que hoy tenemos en América Latina y el Caribe muestra una realidad muy distinta: cuando se gestiona con visión, la migración se convierte en una fuerza que impulsa el crecimiento, la innovación y el desarrollo.

Un nuevo análisis de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) confirma que los hogares venezolanos aportan más de 10.600 millones de dólares cada año a las economías de la región, principalmente a través del gasto en vivienda, alimentos, educación y servicios de salud. Esta cifra no es abstracta: se traduce en alquileres pagados, negocios que crecen y sistemas de salud y seguridad social que suman contribuyentes.

A menudo se habla de los costos de la migración, pero se ignora su importante contribución fiscal. Solo en Colombia las personas venezolanas han llegado a pagar más de 529 millones de dólares en impuestos en un año. Estos recursos fortalecen los servicios públicos que benefician a toda la población.

Tenemos ante nosotros una elección: ver la migración como una carga o reconocerla como lo que es: una de las fuerzas más poderosas para impulsar el progreso.

El espíritu emprendedor de las personas migrantes también está dejando huella. En Panamá, los negocios creados por personas de origen venezolano han generado cerca de 40.000 empleos, y en Aruba han impulsado inversiones que superan los 1.100 millones de dólares. Desde la gastronomía hasta la tecnología, estos emprendimientos no solo crean puestos de trabajo, sino que revitalizan comunidades y dinamizan sectores clave.

"Un nuevo análisis de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) confirma que los hogares venezolanos aportan más de 10.600 millones de dólares cada año a las economías de la región, principalmente a través del gasto en vivienda, alimentos, educación y servicios de salud". destaca la autora. (Fuente externa).

Este análisis, basado en estudios realizados desde 2021 en ocho países de América Latina y el Caribe —Colombia, Panamá, Ecuador, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Perú y Aruba— muestra que la población venezolana en la región es altamente productiva y cuenta con una sólida formación técnica y universitaria.

Este talento representa una oportunidad estratégica para nuestra región. Pero su potencial aún está lejos de desplegarse plenamente: hoy, cerca del 82% de las personas venezolanas trabaja en la informalidad, una realidad que responde a barreras estructurales en el acceso al empleo formal y al sistema financiero, no a la regularización en sí misma. De hecho, sin un estatus migratorio regular, la informalidad sería aún mayor y los países no podrían beneficiarse del aporte económico que ya comienza a evidenciarse.

Por eso es tan importante profundizar las políticas de documentación e inclusión. Los avances lo demuestran: cerca del 70% de los 6,9 millones de venezolanos en la región contaba con un estatus migratorio regular al momento de hacer el estudio, lo que ha permitido que millones accedan a oportunidades antes inaccesibles y den pasos concretos hacia una mayor integración económica. La regularización no es el final del proceso: es la condición necesaria para reducir la informalidad y liberar el enorme potencial que estas comunidades traen consigo.

En el Día Internacional del Migrante, estos hallazgos son una motivación para reconocer el impacto positivo de las personas migrantes en las comunidades que les acogen y para redoblar los esfuerzos en favor de iniciativas de regularización e integración que les permitan aprovechar plenamente su potencial, en el marco de las legislaciones nacionales.

Cuando se abren puertas, los beneficios son compartidos. Por eso, facilitar que las personas migrantes accedan a servicios financieros, aprovechen sus capacidades y se abran paso hacia el empleo digno y el emprendimiento no es solo un gesto de solidaridad, es una apuesta estratégica por economías más fuertes, comunidades más cohesionadas y un futuro más próspero para toda la región.

Tenemos ante nosotros una elección: ver la migración como una carga o reconocerla como lo que es: una de las fuerzas más poderosas para impulsar el progreso.