Las declaraciones del doctor Roberto Cassá, director del Archivo General de la Nación, sobre el supuesto antidominicanismo de los intelectuales haitianos, y la noción que se transmite supuestamente en los libros de historia de Haití, de que los dominicanos somos los causantes de los males de los haitianos, ha generado debate en nuestro contexto.

Que un intelectual, izquierdista, de la categoría de Roberto Cassá haya asumido la teoría vinchista sobre la incesante tarea de conspiración contra la nación dominicana, resulta sorprendente.

Que Leonel Fernández, siendo presidente de la República, se haya declarado vinchista no es la gran cosa, tomando en cuenta que el dirigente político estaba asumiendo el discurso de derecha del balaguerismo y necesitaba conquistar a todos los miembros de la tendencia derechista dominicana, y eso pasaba por ser balaguerista y tener una especie de pasada por agua del vinchismo con el antihaitianismo que esa declaración derivaba.

Que Cassá lo haya hecho tiene otras explicaciones. Cassá es historiador. Cassá ha estudiado a los historiadores haitianos. Es el biógrafo de una parte de los hombres de la independencia y la restauración dominicanas.

Digamos con más claridad, Roberto Cassá es un conceptualizador, que sigue mereciendo todo el respeto de la sociedad dominicana.

No es candidato a nada, y no anda tras los votos de nadie. Como tampoco los busca el intelectual y colaborador de Acento Carlos Julio Báez Evertsz, quien días después escribió un apasionado artículo defendiendo la postura de Cassá y ofreciendo nuevos argumentos de por qué la República Dominicana debe regularizar y detener la presencia de migrantes haitianos en nuestro suelo.

Con el paso de los días, las semanas y los meses este tema crece. En la medida que hay más desorden y violencia en Haití mayor es la preocupación por la presencia de los haitianos en territorio dominicano.

Intelectuales conocidos, que antes no se expresaron sobre este asunto, ahora sostienen que la masiva presencia de haitianos podría dar origen a derechos y a protestas violentas de su parte, y hasta podrían atentar contra intereses dominicanos.

Es claro que todos los países están obligados a defender sus fronteras y a regular el ingreso de ciudadanos de otros territorios.

República Dominicana es el país vecino de Haití y la existencia de casi 400 kilómetros de frontera nos convierte en el lugar de más fácil ingreso para los haitianos.

En el pasado el gobierno dominicano importaba la mano de obra haitiana para los ingenios azucareros. Los haitianos se establecieron en las plantaciones cañeras y en los lugares donde fueron establecidos por las autoridades. Ministros de trabajo dominicanos iban a Haití a negociar la contratación de trabajadores haitianos.

Una parte de la población haitiana que se estableció en territorio dominicano se fue adaptando, incorporándose a la historia y a la cultura, obtuvieron documentos de identidad, y como hasta el 2010 teníamos establecido el ius solis, esos hijos de haitianos nacidos aquí se convirtieron en dominicanos.

Por tanto, hay una situación bien diferente entre los dominicanos de ascendencia haitiana, y los migrantes haitianos que posteriormente han llegado y se han establecido, como consecuencia de la inestabilidad y la falta de oportunidades en Haití.

Las dos poblaciones han crecido, y mientras crecen, crecen la violencia y la inestabilidad en Haití. Y con sentencias del Tribunal Constitucional hemos sido denunciado como un país generador de apatridia, y estamos ante los ojos de la comunidad internacional, y luego comenzamos -en este gobierno- a construir un muro en la frontera. Y eso también genera alarma.

La migración haitiana es necesaria en el trabajo agrícola, en la industria de la construcción, en determinados servicios turísticos, en el trabajo doméstico, en la seguridad y vigilancia de los edificios en que vive la clase media.

Los productores de tomate y de otros productos de la agroindustria necesitan la mano de obra haitiana. Igual que los constructores de viviendas. Hay viviendas a precios asequibles porque hay mano de obra haitiana barata para el trabajo más duro de la industria del cemento y la varilla.

El propio gobierno contrata mano de obra haitiana en sus obras. ¿Alguien olvidó los haitianos de Diandino Peña, cuando era ministro de Obras Públicas?

Lo que corresponde a las autoridades dominicanas es mejorar la protección de la frontera, controlar el ingreso de haitianos a las ciudades y municipios del país. 

Lo que se pide en este momento, que el país prescinda de la gran cantidad de haitianos, es una decisión complicada y difícil de poner en marcha. Los agentes de la Dirección General de Migración a diario persiguen y apresan haitianos, y los deportan, pero estas personas tienen la oportunidad de regresar.

Por más preocupación que expresen nuestros intelectuales vinchistas, por más riesgo que se añada a las alarmas nacionalistas, hay que entender que la mano de obra haitiana seguirá buscando el trabajo dominicano. Es lo mismo que ocurre en la frontera entre México y los Estados Unidos, y en todas las fronteras de países donde hay serias desigualdades.

Hay que controlar la entrada de migrantes, pero hay que respetar los derechos adquiridos, respetar a los dominicanos de ascendencia haitiana, y evitar que la frontera sea un centro de corrupción y de enriquecimiento irregular de funcionarios y militares, quienes tienen el deber de proteger la frontera de su país.