La democracia es un régimen político flexible, dinámico, que permite la participación y actuación de todos los sectores, sin ser limitados ni restringidos, salvo en aquellos casos en los que se lesionan las normas de convivencia y respeto a las disposiciones legales, democráticamente establecida por los tres poderes del Estado.
Ese régimen democrático, establecido luego de la caída de la dictadura de Trujillo, ha sobrevivido. Entre crisis, golpes de Estado, intervención militar norteamericana, guerra civil, guerra patria, fraudes electorales, guerrillas y encontronazos, a veces limitada o otras veces sin más límites que los normales, nuestra democracia se mantiene y se fortalece.
Dejamos atrás el golpe de Estado a Juan Bosch, en 1963, y no sacamos cuenta del daño que los golpistas ocasionaron al país. Dejamos atrás la intervención militar de los Estados Unidos, y sus lesiones a la democracia imponiendo un presidente títere durante 12 años seguidos, con represión y masacre ciudadana. Dejamos atrás los graves errores de los socialdemócratas, los crímenes de la poblada de 1984, los actos de corrupción y enriquecimiento ilícito, los fraudes electorales de 1990 y 1994.
También apostamos a la consolidación democrática con la elección de los izquierdistas del Partido de la Liberación Dominicana, sin Juan Bosch, con Leonel Fernández como presidente de la República por un primer período (1996-2000).
Iniciamos el siglo XXI con un gobierno encabezado por un dirigente agropecuario de tendencia socialdemócrata, pero descubrimos su tentación repentina y autoritaria, y dimos paso a una rápida sustitución con el retorno del PLD, que gobernó seguidos 16 años.
El país creció, la inversión aumentó exponencialmente, el PIB ser quintuplicó, las exportaciones crecieron, el turismo se disparó y convirtió en la columna vertebral de la economía. Las remesas sobrepasaron los 10 mil millones de dólares, el turismo representó negocios sobre los 10 mil millones de dólares, las exportaciones crecieron sobre los 12 mil millones de dólares.
Hoy somos una sociedad fortalecida, más desarrollada, que tiene un proyecto de impulso hacia el desarrollo, con planificación, que nos obliga a ser más democráticos, pero también a ser más cuidadosos.
Estamos abiertos al mundo, a gobiernos amigos y enemigos, a turistas que deciden venir por el agrado y la tranquilidad que producen nuestras gentes, a inversionistas que confían en la seguridad jurídica y en las ganancias de tener negocios en esta media isla.
Fuimos un país emisor de migrantes, y lo seguimos siendo, aunque ahora en menor medida. Somos un país receptor de migrantes, y debemos tener el control más estricto de nuestras fronteras y centros de entrada de visitantes. Estamos comprometidos con respetar los derechos humanos, y con que el monopolio de la violencia es del Estado, jamás de terceros.
Por eso la democracia es un régimen con flexibilidad que nos obliga a continuar siendo democráticos, respetuosos de los derechos humanos, del derecho de tránsito, del derecho de circulación, y de la dignidad de las personas.
El mundo nos mira. Y hay que aspirar a una justicia social y distributiva más acertada, más equilibrada. A que haya menos pobres y más clase media. Es una aspiración justa, que seguramente sigue siendo parte de la ambición política de la mayoría del pueblo dominicano.
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