Durante años los organismos internacionales vinculados a la economía recomendaba a los países buscar, a como diera lugar, las llamadas "ventajas comparativas": propiciar aquellos renglones de la economía en los cuales cada país pudiera competir con facilidad, y desistir de los que resultaban costosos respecto a los que producían los competidores internacionales.
Así, por ejemplo, se recomendaba a República Dominicana que en lugar de proteger la producción de arroz, se abriera el mercado a las importaciones de este alimento, con la promesa de que el consumidor lo obtendría a mejor precio y con una calidad igual o superior a la local.
Claro que esta visión no tomaba en cuenta el contexto social ni el factor humano. De haberse aplicado al pie de la letra esta receta, cientos de miles de personas habrían perdido sus empleos, hubiesen quedado sin el sustento de sus familias.
Con el paso de los años y por acontecimientos como el cierre del comercio, a causa de la pandemia de Covid-19, y el encarecimiento de los fletes derivado de la guerra de Rusia y Ucrania, se vino a comprobar el riesgo que conlleva desmontar o descuidar la producción nacional para depender de las importaciones.
Y ahora, con el cambio de visión del gobierno de Estados Unidos, que se abraza a un ultranacionalismo económico que no cree en tratados de libre comercio, ni siquiera en los que el propio gobernante estadounidense actual rubricó en su primer mandato, cobra especial importancia la producción nacional, sobre todo la producción del campo.
La semana pasada el gobierno dominicano anunció un plan para incrementar la producción de alimentos de origen agropecuarios con miras a atender el incremento de la demanda que habrá de generarse con el desarrollo turístico de Pedernales y el resto de la región sur.
Por fortuna, República Dominicana produce prácticamente la totalidad de los alimentos básicos que su población consume y los que demandan los millones de visitantes que cada año se hospedan en nuestros hoteles.
Mantener una producción agropecuaria vigorosa, en crecimiento, invertir en su tecnificación para elevar su productividad, es vital, y debe formar parte de la estrategia nacional para el presente y el futuro.
Cada país debe apostar a valerse por sí mismo, sobre todo cuando se trata de pequeños países, como República Dominicana, y no de las grandes potencias que dominan regiones e imponen sus políticas en los organismos internacionales.
El campo dominicano vale oro. Cada hombre, cada mujer, que día tras día madruga en nuestros campos para hacer producir la tierra; para cuidar del ganado y de las granjas de pollos, merece el respeto y el apoyo del Estado y de la población.
Al unísono con el fortalecimiento de la producción agropecuaria, se pueden atender otros renglones de la economía, porque una cosa no invalidad la otra, por el contrario: se complementan.
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