La llegada de este fin de semana, con la fecha 20 de diciembre, marca el inicio de un período de agitación: preparación de los actos de celebración de la Navidad, desplazamientos para reuniones familiares, fiestas y —por qué no admitirlo— excesos que hacen perder el juicio y la serenidad. Este es, por tanto, el momento oportuno para un llamado a la cordura en todas las actividades de celebración y en la entrada del nuevo año.
El 2025 ha sido un año difícil para la República Dominicana. Hubo tragedias dolorosas, como la de abril en la discoteca Jet Set, y actos deleznables de corrupción, como el recién denunciado en la administración del Seguro Nacional de Salud. Muerte y podredumbre se han combinado para hacernos recordar el 2025 como un año complicado, atravesado además por factores externos: guerras, choques económicos, tensiones arancelarias, actos duros contra migrantes, crímenes de odio y tragedias vinculadas al cambio climático.
En el plano político, el 2025 estuvo marcado por tensiones y desencuentros. La polarización entre partidos, los escándalos de corrupción y la falta de consensos en temas clave han debilitado la confianza ciudadana en las instituciones. La democracia dominicana enfrenta el reto de recuperar credibilidad y demostrar que puede responder con transparencia y eficacia a las demandas sociales.
Apostamos por un 2026 de prosperidad, de menos dolor, de más entendimiento y diálogo, de solidaridad, de justicia y de cero impunidad. Que los frutos que nos entregue el año al despedirse sean para celebrar y no para lamentarnos.
Celebremos las fiestas como corresponde: con los ojos abiertos, con atención a los detalles, con amor, reencuentro y solidaridad. Que los ánimos sean de celebración en tranquilidad y tolerancia. Sin violencia, sin accidentes, sin disparos al aire y sin velocidades temerarias. Eso es lo que merecemos y es por lo que apostamos.
Que el 2026 nos encuentre unidos, con justicia, sin impunidad y con la esperanza de que cada celebración sea motivo de vida y nunca de lamento. Sólo con diálogo y consensos podremos transformar la indignación en confianza y la esperanza en realidad.
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