En República Dominicana, el 59.2 % de las personas que emprenden son mujeres. Una cifra significativa, aunque todavía por debajo del promedio latinoamericano del 63 %, según el estudio Latinoamérica Emprende 2024 de Alegra. Lo cierto es que detrás de cada número hay historias como la de Ana Victoria: mujeres que con creatividad y determinación, transforman lo cotidiano en algo que puede generar impacto y comunidad.
Emprender no siempre empieza con un gran plan de negocios ni con una inversión millonaria. A veces, nace de una conversación sencilla, una chispa entre madre e hija, o de la necesidad de dar forma a una idea que lleva tiempo rondando en la cabeza.
Eso fue lo que le pasó a Ana Victoria, quien, entre cuentas financieras, compromisos y rutinas, encontró en sus manos una nueva manera de crear. Su hija Laura, directora de Casa de Arte en Dajabón, le hizo una propuesta que la sacó de su zona de confort: “Mami, tú eres buena con las manos, vamos a darle forma a esto”.
La idea era simple pero poderosa: transformar una imagen cultural en un objeto tangible. Las muñecas de trapo, esas figuras tan tradicionales en la historia dominicana, tejidas con telas recicladas y retazos de recuerdos, se convirtieron en el punto de partida.
Más que un proyecto artesanal, era una forma de conectar con la identidad, de aprovechar lo que ya existe y darle un nuevo valor: las muñecas “La comadre”, realizadas con trozos de tela.
Este proyecto nace durante la pandemia, a raíz de un carnaval virtual en el que participaron 20 niñas del club infantil La Comadre, quienes se presentaron con vestimentas tradicionales inspiradas en las comadres del campo dominicano: faldas anchas, pañuelos, zapatillas y otros elementos propios del folclore rural.
Con el deseo de modernizar y revalorizar esta figura femenina emblemática, se agregaron detalles contemporáneos como collares y aretes de perlas, así como un bolsito que representa el macuto con el que las comadres iban al conuco a recoger sus víveres.
La primera muñeca fue creada a mano, sin conocimientos formales de dibujo ni diseño, pero con mucha pasión y creatividad.
A partir de ahí, comenzó un proceso artesanal que continúa hasta hoy. Cada muñeca es cosida a máquina, pero los detalles, flores, bolsos, accesorios, se hacen completamente a mano, siguiendo patrones cuidadosamente elaborados.
“No te puedo decir cuánto tiempo toma hacer una comadre, porque hago muchas cosas a la vez: cocino, atiendo a mi nieto, la casa… y trabajo por partes. Pero es un proceso muy elaborado”, explica Ana Victoria.
Las muñecas se venden por encargo en Santo Domingo, y se pueden encontrar en la Casa de Arte de Dajabón y, ocasionalmente, en Santo Domingo. El precio es de RD$ 1,500.
Las muñecas vienen en tres tonos de piel que representan la diversidad de la identidad dominicana: africana, española y taína. También existe una versión en llavero, conocida como la “comadrita llaverito”, que ha ganado popularidad entre quienes buscan un recuerdo culturalmente auténtico.
Este proyecto no solo celebra la tradición, sino que también empodera a las niñas del club y promueve el arte hecho a mano en la región. Como dice Ana Victoria con orgullo: “Nuestra comadre representa a la mujer del campo, moderna pero con raíces; fuerte, trabajadora y hermosa”.
Porque al final, emprender es eso: tomar una idea, ponerle alma, y trabajar para que deje una huella, no solo en la economía, sino en la vida de quienes la rodean. En Quisqueya, más de la mitad de quienes emprenden son mujeres. Ana Victoria es una de ellas, y su historia comienza con aguja, hilo y una idea que nació en casa.
Este proyecto artesanal rescata la figura de la mujer campesina a través de muñecas hechas a mano con retazos, creatividad y mucha pasión. Pero, además, es parte de las industrias culturales y creativas que aportan hasta el 1.5 % del producto interno bruto (PIB) nacional.
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