En un país donde la agricultura sigue siendo un pilar económico y social, hablar de innovación no es una opción futurista, sino una necesidad urgente. La agricultura inteligente y sostenible representa una de las transformaciones más profundas —y prometedoras— para el desarrollo rural de la República Dominicana.

Pero, ¿de qué estamos hablando exactamente cuando decimos "agricultura inteligente"? No se trata únicamente de sembrar y cosechar con maquinaria moderna. Es un enfoque que integra tecnologías como sensores, drones, imágenes satelitales, análisis de datos e inteligencia artificial para optimizar todas las decisiones del agricultor: desde cuándo regar hasta cuánto fertilizante aplicar o cómo detectar una plaga a tiempo. En resumen, producir más con menos, de forma sostenible y basada en datos.

¿Dónde está la República Dominicana hoy?

Estamos dando los primeros pasos. Existen ya algunos proyectos piloto en zonas arroceras y en cultivos de banano y cacao. En la región Norte, por ejemplo, algunas fincas han comenzado a implementar sensores de humedad en el suelo o monitoreo vía dron. Sin embargo, en comparación con países como Países Bajos, Israel, Brasil o incluso Colombia, aún enfrentamos barreras importantes: infraestructura (digital) insuficiente, falta de formación técnica y escaso acceso a financiamiento para innovación agrícola.

El modelo holandés: un referente global

Cuando se habla de agricultura del futuro, es imposible no mirar hacia Países Bajos. Este pequeño país europeo, con menos tierra cultivable que muchas provincias dominicanas, es el segundo mayor exportador agrícola del mundo. ¿Cómo lo logran?

El secreto está en su enfoque colaborativo entre universidades, empresas y gobierno, así como en el uso intensivo de tecnología: invernaderos automatizados, riego de precisión, selección genética de cultivos, sistemas de logística avanzados, plataformas digitales que conectan la cadena de valor agrícola. Un gran número de startups que utilizan inteligencia artificial forma, por supuesto, parte de esto.

Replicar exactamente el modelo holandés no es viable —nuestro clima, mercado y estructura productiva son distintos— pero sí podemos aprender de su estrategia de innovación abierta, inversión pública coordinada y enfoque territorial.

¿Qué beneficios concretos tendría para el agro dominicano?

Adoptar prácticas de agricultura inteligente en la República Dominicana puede traer múltiples beneficios. En primer lugar, permite un aumento significativo de la productividad, ya que el agricultor puede tomar decisiones más informadas sobre siembra, riego y cosecha, lo que reduce pérdidas y mejora el rendimiento por hectárea. Además, el uso más eficiente de los recursos naturales se traduce en una disminución del desperdicio de agua, fertilizantes y pesticidas, lo cual no solo mejora la rentabilidad, sino que también reduce el impacto ambiental. La calidad de los productos también mejora, lo que resulta clave para acceder a mercados internacionales más exigentes y competitivos. Por otro lado, al modernizar la actividad agrícola, se abren nuevas oportunidades para atraer a jóvenes al campo, ya que pueden verla como una actividad conectada, innovadora y con futuro, lo que ayuda a revitalizar las comunidades rurales y frenar la migración hacia las ciudades.

Agricultura inteligente y sostenible: el momento de sembrar innovación

Obstáculos que debemos superar

Sin embargo, el camino no está libre de retos. Uno de los principales es el acceso a conectividad en zonas rurales. Sin Internet o cobertura móvil, no hay agricultura inteligente posible. En segundo lugar, el costo inicial de implementación de estas tecnologías puede ser una barrera para pequeños y medianos productores. Y finalmente, hace falta formación técnica: muchos agricultores están dispuestos a innovar, pero no saben por dónde comenzar ni tienen acceso a asesoría. Si no se presta atención a estos factores, existe una alta probabilidad de que un pequeño número de empresas con recursos disponibles —como capital y conocimiento— logren aprovechar los beneficios, mientras que la mayoría de las explotaciones agrícolas, especialmente las más pequeñas, se queden atrás y la brecha digital se profundice aún más. Esto puede tener importantes consecuencias económicas y sociales para el sector agrícola.

¿Qué papel tiene el gobierno?

Aunque se han visto algunas iniciativas positivas —como programas piloto promovidos por el Ministerio de Agricultura o por ONGs—, aún falta una estrategia nacional clara. Países como Colombia o México ya han desarrollado agendas digitales agropecuarias, que definen metas, incentivos y prioridades tecnológicas. La República Dominicana podría avanzar en esa dirección, construyendo una hoja de ruta que articule a todos los actores: desde asociaciones de productores hasta universidades y centros de innovación.

Además, el Estado podría promover incentivos fiscales, financiamiento verde y alianzas público-privadas que aceleren la adopción de tecnología en el campo.

El sector privado: pieza clave del ecosistema

El sector privado también tiene un rol decisivo. Algunas empresas agroexportadoras en el país ya están invirtiendo en maquinaria avanzada, monitoreo satelital, trazabilidad de cultivos o logística digital. Además, existen startups dominicanos que están creando soluciones digitales adaptadas a las necesidades de nuestros agricultores, desde aplicaciones móviles hasta plataformas de predicción climática.

Lo ideal sería fomentar un ecosistema de colaboración, donde estas soluciones puedan escalarse y ser adoptadas por cooperativas, bancos rurales y asociaciones de productores. La innovación no puede depender solo de grandes empresas; debe democratizarse.

Un llamado a la acción

A los agricultores dominicanos: la tecnología no reemplaza su experiencia, la potencia. Cada herramienta inteligente es un complemento a su conocimiento tradicional, no su sustituto.

A los responsables de política pública: invertir en agricultura inteligente es invertir en competitividad, seguridad alimentaria, empleo rural y resiliencia climática. Es hora de sembrar innovación, no solo en el discurso, sino en políticas concretas, presupuestos e incentivos.

La agricultura dominicana tiene futuro, pero necesita transformarse. La tecnología puede ser el motor. Lo que está en juego no es solo la productividad del campo, sino el bienestar de millones de familias que dependen directa o indirectamente de esta actividad.

Sembrar innovación hoy es cosechar sostenibilidad mañana.

Armand Toonen

Director Ejecutivo del Holland House Caribbean. Consejero Independiente

Armand Toonen, PDEng MSc CPIM MBA, es actualmente Director Ejecutivo del Holland House Caribbean, Consejero Independiente e inversionista. Armand tiene treinta años de experiencia en multinacionales de clase mundial que operan en servicios financieros, telecomunicaciones y alta tecnología en Europa, América y Asia. En la Republica Dominicana trabajo como Vicepresidente en Orange, AGL, Banco Santa Cruz y Altice. Historial comprobado como CEO, CCO, CMO, COO, CSO y consultor. Experiencia en “growth hacking” mediante redefinición de estrategias, transformación (digital), fusiones y adquisiciones y creación de equipos de alto rendimiento. Armand tiene un doctorado y varias maestrías en administración de empresas, ingeniería industrial y logística. Se preparó entre otros en Harvard Business School y Hemingway para el rol de consejero. Ex miembro del Programa de Liderazgo Global de Vodafone.

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