(En memoria de las víctimas del colapso en el Jet Set, abril 2025)
La tragedia no avisó.
Se partió de pronto sobre nuestras cabezas
Como si una herida antigua decidiera abrirse.
El techo —traidor y cansado—
Se desplomó sin piedad,
Y la noche, que era música y cuerpo en movimiento,
Se volvió peso,
Se volvió polvo,
Se volvió tumba.
La alegría se quebró
En un compás de silencio.
El Jet Set,
Más que un nombre,
Fue territorio de vida,
Y en un segundo,
Se convirtió en altar de ausencias.
Allí cayó la tragedia
Como un rayo sin trueno.
Allí se derrumbó el techo de la confianza,
El techo del descuido,
El techo que prometía cobijo
Y entregó sepultura.
Cientos danzaban bajo el canto
De la Voz más Alta del Merengue,
Bajo luces que hoy son solo sombras de recuerdo,
Bajo una alegría que no sabía
Que tenía el reloj en contra.
Y en un parpadeo,
Todo fue ruina.
Todo fue grito ahogado.
Todo fue historia escrita con lágrimas.
Doscientas sonrisas —y un poco más—
Fueron arrancadas de golpe.
Madres con los brazos vacíos,
Padres con palabras que ya no alcanzan,
Hermanos que escarban entre sus recuerdos
Buscando sentido,
Buscando una despedida que nunca llegó.
El país, sí,
Este país nuestro
“colocado en el mismo trayecto del sol”
Amaneció cubierto por la sombra
De una herida colectiva.
Una pena sin rostro ni frontera,
Que no distingue acentos, ni barrios, ni clases.
Una herida que no pide permiso para doler.
Porque aquí,
El dolor no es de uno.
Es de todos.
Nos duele como patria.
Nos dobla como pueblo.
Nos hermana como nación.
El Jet Set será, por siempre,
Más que una discoteca.
Será un doloroso recuerdo
Suspendido en la conciencia,
Símbolo de risas
Que partieron con el ritmo,
Cicatriz abierta en la frente del país,
Eco trágico que interrumpirá las canciones
Cuando menos lo esperemos.
Pero también somos
Los que saben reconstruirse entre cenizas.
Los que entierran la tragedia
Y la ven nacer con ojos nuevos.
Hoy el dolor nos visita,
Pero también nos moldea.
Nos enseña a abrazar más fuerte,
A no dar nada por seguro.
Hoy lloramos.
Sí, lloramos
Con el alma hecha astillas.
Pero no desde el vacío,
Sino desde el amor que no se resigna.
Cada lágrima pronuncia un nombre.
Cada sollozo recuerda a quien ya no está.
El duelo también es una forma de memoria
Que resiste.
Y aunque algunos quieran olvidar,
Borrar, disfrazar, pasar la página,
Nosotros no.
Nosotros miraremos el vacío del Jet Set
Como quien mira un altar,
Y diremos:
“Allí hubo vida.
Allí hubo historia.
Y seguimos aquí,
Llevándola en la espalda,
Con el corazón hecho altar”.
No habrá olvido.
El Jet Set será un monumento involuntario,
Una plegaria tallada en tragedia.
Cada vez que se pronuncie su nombre,
Alguien cerrará los ojos.
Y en ese silencio,
Seguirá latiendo la memoria.
Nuestros muertos no serán ausentes:
Vivirán, palpitando,
En el pecho de este país que aún resiste.
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