La ópera prima de Gina Giudicelli, con su documental “Colson – renovarse o morir”, auspiciado por el Museo Bellapart y la Agencia Bella, tuvo la particularidad de aguijonear mi espíritu inquisidor sobre la artista Toyo Yutaka Kurimoto, visibilizada por lo general —no en el documental— con el rol secundario de “la esposa japonesa del pintor dominicano Jaime Colson”. Ignorándose el valor de su trabajo como creadora, que operó en los mismos círculos en los que también se movió Colson, durante sus estancias en París y Barcelona.
Esta no es una historia aislada. Recordemos el caso célebre de Frida Kahlo y Diego Rivera, donde durante décadas la obra de ella fue opacada por la monumental figura de él, hasta que la revisión feminista del arte la rescató para situarla en el Olimpo que siempre mereció. Al igual que Frida, Toyo Kurimoto fue una artista de talento excepcional cuya narrativa ha sido subsumida por la encomiable obra del artista dominicano Jaime Colson. La pregunta obligatoria no es solo por qué ocurrió, sino qué estamos dispuestos a hacer para corregir el relato.
Toyo Kurimoto nació en Utsonomiya, pequeña aldea cerca de Tokio (Japón), en la primera mitad del siglo XX. “Hija de Yositaka Kurimata –samurái, pintor y poeta– y de Tey,… Curso brillantemente sus estudios de primera y segunda enseñanza, cultivando especialmente su inclinación hacia el dibujo y la caligrafía china y japonesa”. Cita de Colson, en Memorias de un pintor trashumante. No hay evidencia documental que confirme estudios en la Escuela de Bellas Artes para Mujeres de Tokio, como se ha repetido en relatos no verificados. Lo que sí sabemos es que llegó a París en 1924, donde conoció a Jaime Colson y se integró en la vida artística europea. Posteriormente, se trasladó a Barcelona en 1939, donde permaneció casi una década.
Toyo Kurimoto ha estado demasiado tiempo tras el biombo de la historia. Es hora de correrlo y dejarla brillar con luz propia.
Durante su estancia catalana, estudió cerámica, integrándose en círculos artísticos que promovían las artes decorativas. Este dato es crucial: revela a una creadora con agenda propia, interesada en dominar un oficio con profundas raíces en la cultura catalana, que después fusionaría con su herencia estética japonesa. Su incursión en la cerámica se suma a su trabajo en pintura, dibujo e ilustración, consolidando su perfil como artista integral.
La investigación saca a la luz trabajos que certifican una carrera profesional independiente y valorada:
1. Mediadora cultural en la diáspora. En 1942, Toyo ilustró La trama del milano de oro (La trame du Milan d’Or), novela de Kikou Yamata, escritora japonesa radicada en Francia. Este trabajo evidencia que formaba parte de una red intelectual femenina transnacional, conectada con la literatura y el arte.
2. Ilustradora de Alianza Cultural. En 1943, la Editorial Juventud publica Cuentos del Japón, versión del escritor, poeta y crítico catalán Marià Manent, con ilustraciones de Toyo Kurimoto. Que se confiara a una artista japonesa la visualización de estos relatos no es un detalle casual; es un reconocimiento a su autoridad cultural y a su talento.
3. Colson manifiesta en sus memorias: “…recuerdo los 56 dibujos coloreados que hizo para ilustrar el libro de poemas chinos ‘L’Aire Daurat', que le fue encargado por el señor José Ma. Valls y Perdigó”. Creemos que hubo cierta confusión en lo expresado por el artista dominicano, ya que el libro citado es “L’Aire Daurat de la poesia xinesca”, escrito también por Marià Manent, cuya edición no contiene ilustraciones de Toyo. Los 56 dibujos mencionados por Colson, creemos que son los que ilustran el libro Cuentos japoneses, del cual poseemos un ejemplar.
4. Una artista integral. El dominio de Kurimoto no se limitaba a la ilustración. La cerámica que aprendió en Barcelona se convirtió en una seña de identidad, creando piezas donde el savoir-faire catalán dialogaba con la delicadeza japonesa. Asimismo, su pintura y dibujo revelan una estética decorativa, con influencias del ukiyo-e y la escuela Rinpa, caracterizada por líneas fluidas, motivos florales y composición asimétrica.
Es el mismo Jaime Colson, quien escribe sobre Kurimoto, en sus memorias: “…después de algún tiempo en Barcelona, celebro su primera exposición en la Galería Costa: una sala del barrio judío cerca de la Catedral. La presentación en el catálogo fue escrita por el crítico de arte José Ma. Junoy. En la muestra dominaban los dibujos coloreados dentro del estilo japonés, pero con un espíritu muy occidental. La artista obtuvo una franca acogida, tanto de parte del público como de la crítica.
Todas aquellas pinturas fueron vendidas y el nombre de Kurimoto alcanzó prestigio y la artista logró muchos encargos.” (Jaime Colson. Memorias de un pintor trashumante. Pág. 77)
Al igual que Frida, Toyo Kurimoto fue una artista de talento excepcional cuya narrativa ha sido subsumida por la encomiable obra del artista dominicano Jaime Colson
Nos atreveríamos a afirmar que Toyo influyó en Colson, al introducirlo en el conocimiento del dibujo y grabado japonés (Utamaro, Hokusai, Hiroshige), lo que le permitió depurar su estilo y simplificar su lenguaje plástico. Este aporte se sumó a las influencias europeas que Colson ya manejaba (cubismo, surrealismo, neoclasicismo), contribuyendo a la creación de su lenguaje personal, el neohumanismo.
No hay pruebas concluyentes de que Colson determinara la obra de Toyo. Más bien, se trató de una relación de intercambio: ella transmitió la estética oriental, él los principios del arte occidental. La obra de Toyo no muestra la monumentalidad ni la iconografía clásica que caracterizan a Colson, lo que indica que mantuvo su identidad estética.
La vida de Toyo Kurimoto no es una nota al pie en la biografía de Jaime Colson. Es la historia de una creadora nómada, formada en Japón y consolidada en Europa, que ejerció como pintora, ilustradora y ceramista con un estilo propio y distintivo. Su rescate del olvido no es un acto de caridad histórica, sino una obligación de justicia epistemológica. Relegarla al rol de “la esposa de…” no solo es un acto de misoginia histórica, sino también de pereza intelectual. Al pretender visibilizar su obra, no solo restituimos su lugar, sino que enriquecemos nuestra comprensión del modernismo, revelándolo como una trama más compleja, diversa y fascinante, urdida por hombres y mujeres cuyas historias merecen ser contadas con igualdad de condiciones. Toyo Kurimoto ha estado demasiado tiempo tras el biombo de la historia. Es hora de correrlo y dejarla brillar con luz propia.
Compartir esta nota