En toda la isla, durante el periodo colonial a los esclavizados africanos que huían de los ingenios azucareros a las montañas en la búsqueda de su libertad los identificaban como “negros cimarrones”. En un momento dado, cuando la isla estaba dividida entre el imperialismo francés y el imperialismo español, negros cimarrones de la colonia de Haití llegaban a Santo Domingo en la búsqueda de su libertad, muchos de los cuales fundaron la localidad, hoy barrio, de los Mina, en las cercanías de la ciudad de Santo Domingo.

Otros, próximos a poblados del territorio español, por ejemplo, en las cercanías de Neiba, formaron manieles, como ocurrió con el Naranjo, en las inmediaciones de Cabral, Barahona, en un camino libertario hacia Polo y Paraíso, documentado por el Archivo de Indias y trabajado por el investigador Carlos Esteban Deive en “El Maniel de Neiba”.

Para algunos investigadores, estos procesos son los responsables originales de Las Cachúas de Cabral, las cuales existían en varios lugares de la región como Peñón y Neiba. Las cachúas, son unas máscaras representativas, simbólicas del diablo carnavalero, como Los Toros de Montecristi, dueños de unos “fuetes purificadores”, respuestas para todo el mal que se lleve dentro. Las Cachúas de Cabral, son un carnaval cimarrón, homenaje a la celebración de la primavera.

Las Cachúas de Cabral llevan las máscaras más hermosas e impactantes del carnaval dominicano, de acuerdo con la recordada Jenny Polanco, elaboradas con las técnicas europeas del “papel maché”, en moldes de barro, pero en vez de ser coloreadas con pinturas industrializadas son decoradas con papel vejiga y/o papel crepé de diversos colores, cubriéndole los chachitos con una hermosa cabellera que le dan movilidad y musicalidad con el viento, redimensionando visualmente al alcoroiris en una danza donde la fantasía se encuentra con la magia.

Un mameluco ramiado de diversos colores cubre su cuerpo donde dos aletas de murciélago decoran sus brazos, al tiempo que una cruz, símbolo de protección, es insertada en la espalda en una capa coloreada.  Originalmente, durante tres días Las Cachúas se adueñaban de Cabral, todo estaba bajo su dominio, incluso, poder entrar a las viviendas y robarse con impunidad cualquier alimento que estuviera en el comedor o la cocina. Además, las mujeres para circular por las calles del pueblo tenían que estar disfrazadas y si no, se les daba fuete impúnemente.

Lo mismo que a los transeúntes que no están en el área de protección o impunidad, respetada por Las Cachúas, dueñas del pueblo. Celebran diversos juegos y enfrentamientos a latigazos limpios con los “civiles”, personajes con fuete en mano, pero sin trajes de Cachúas.

Saliendo de los diversos barrios de Cabral, Las Cachúas iban dando fuete y bailando al son de un grupo musical de Carabiné y Mangulina, dirigido por el maestro Belí, las cuales fueron bautizadas por el maestro Fradique Lizardo como “los diablos danzantes dominicanos”.

En honor a Moro, un Cachúas fallecido en un accidente automovilístico, estos personajes aprovechaban para rendirle homenaje, van colectivamente al cementerio a llevar, además, a las Cachúas fallecidas que han participado durante tres días en las festividades del pueblo. Las Cachúas se suben encima de las tumbas, le pegan fuego a un “Judas”, repicando sus fuetes, al tiempo que el pueblo va gritando, después del ajusticiamiento de la dictadura Trujillista:

“Jua, Jua eee,
lo mataron por Calié"

El jefe Cachúa de las leyendas, es Alfredito, carismático, con don de mando y sonrisa fascinante, el cual no hablaba, sino que daba ordenes, cuyas historias son tesoros de la oralidad de los más antiguos del pueblo, presente en la memoria colectiva como símbolo de grandeza.

La familia Feliz-Suarez en Cabral estaba compuesta por artistas, artesanos, que durante generaciones habían sido protagonistas en las actividades de Las Cachúas, como hacedores de máscaras, de trajes y de fuetes.  El 23 de mayo de 1958, el niño Temístocles, apodado “Temito”, antes de abrir los ojos en la cuna, tenía un fuete de cabuya como resguardo y protección.

Temito-jefe-Cachua
Temito, jefe cachúa.

Cuando terminó el bachillerato, Temito decidió ir a estudiar medicina a la UASD, el cual terminó con honores. En vez de ir hacer una especialidad a nivel profesional en Santo Domingo o el exterior, decidió regresar a su pueblo a ejercer allí su profesión y desde el hospital de Barahona.

Para algunos fue una sorpresa que el señor doctor siguiera haciendo máscaras, de las cuales conservo dos, elaborando fuetes, disfrazándose y ser jefe de la comparsa representativa del pueblo. Se convirtió en símbolo de pasión por Cabral y por el carnaval. Era primero carnavalero y después médico. ¡Daba fuete y después curaba las heridas en el hospital!

Temito se convirtió en maestro.  Su casa era una escuela de enseñanza para los niños y los jóvenes, pero además era ejemplo de amor por su pueblo y orgullo para todo el que lo conocía. Participó con nosotros en el carnaval de Aruba, de Guadalupe y de Santiago de Cuba. Allí tuvo la brillante idea de llevar varias veces diversos trajes con su fuete y máscaras enseñando a los jóvenes cubanos a fuetear y a disfrazarse de Cachúa para participar con la delegación dominicana y al finalizar las actividades se los regalaba a todos como recuerdo.

Temito el último gran jefe Cachúa, su tradición ahora con su primo Wagner, es un orgullo, un símbolo, un ícono, recordado en su cumpleaños por su pueblo, familiares y amigos, cuando en el cielo San Juan Bautista está alegre, porque todos los Cachúas fallecidos tienen carnaval en el cielo.

Temito, una de sus hijas y Dagobero