El título de esta entrevista refiere al poemario del joven poeta dominicano, Christian Encarnación, ganador del Premio Luna Insomne para Jóvenes Poetas. Es el invitado de esta Crónicas de la Bohemia de Acento, precisamente, este domingo Día de las Madres.
Por qué eres poeta, para qué sirve y cuando decidiste que lo tuyo era esto
En un principio lo que me interesó fue la música, incluso llegué a tomar unas cuantas clases de guitarra. Por qué soy poeta es algo que hasta a mí me gustaría saber. Al menos para mí, no es algo que se pueda elegir. A pesar de que hoy día abundan. Ser poerta no es algo que se aprende en cursos, talleres y clases intensivas. Es algo que no se aprende como se aprenden las materias de la escuela.
Tiene que ver con una sensibilidad, con una pulsión que, si no se tiene, no se llega a ninguna parte. Sin ánimos de sonar religioso, es parecido a un llamado, a un susurro que está ahí revoloteando hasta que uno, finalmente, no tiene otra opción que escucharlo y ser un canal. No se sabe de dónde viene, ni por qué. Es uno de los grandes misterios de la vida, ojalá siga siéndolo.
, no tenía una inclinación marcada. Esto se debía a los programas escolares, a esas lecturas recetadas que no iban acorde a mi edad e intereses. Todo eso cambió cuando comencé a buscar autores por mi cuenta, con los cuales sí tuve afinidad.
El dramaturgo rumano Eugéne Ionesco alguna vez dijo “el arte es inútil, pero el hombre es incapaz de prescindir de lo inútil. Si es absolutamente necesario que el arte o el teatro sirvan para algo, será para enseñar a la gente que hay actividades que no sirven para nada y que es indispensable que las haya”. En un mundo en el que solo se considera útil aquello técnico y que produce riqueza, el arte se escapa de esto y se erige como un pequeño paraíso. La poesía a mí me sirve como un vehículo de ideas, como una manera de conectar mis pensamientos. Hay algo que nos vincula, de pronto uno no se siente tan extraño y solo, entonces puede decir cosas que, de otra manera, no diría. Sirve de recordatorio, de cápsula en el tiempo, de paraguas cuando la lluvia nos golpea muy fuerte.
El título de tu poemario. ¿Es adversidad contra las madres o una necesidad urgente de seguir siendo niño?
Desde hace algunos años me parece que traer niños a este mundo es casi un crimen (del cual, lo confieso, alguna vez me hubiera gustado ser cómplice). Pasan de la oscuridad del útero a la oscuridad de esto que no sé cómo todavía se sostiene. Uno debe pensarlo bien. Tenemos una deuda con ellos, una responsabilidad grandísima.
Seguir siendo niño, posiblemente uno de los deseos más sensatos que uno pudiera tener. Ahora, en parte mantengo mi condición de niño, por lo menos en la mirada.
Hay temas que se traviesan en tu poética: muerte, amor, la ciudad como desesperanza, como lugar imposible
Escribí, fundamentalmente, sobre las cosas que me preocupaban, y que no han dejado de acompañarnos desde el nacimiento de nuestra especie. Santo Domingo es la ciudad en la que he vivido casi toda mi vida, es inseparable de mis mejores momentos, pero también es un lugar que me abruma con su ruido, su polución y su ritmo acelerado. Parte de mi niñez transcurrió en el campo, así que me resulta imposible no hacer una comparación entre esa vida más tranquila y sana, y esta que, inevitablemente, desemboca en el hastío.
La entrevista es corta pero resume las nuevas inquietudes artísticas, existenciales, fundamentales de la nueva camada de poetas. El denominador común es sartreano y esperanzador. Se acabó de maldecir a Balaguer, el abuelito satánico, como proclamaba en sus escritos Carlos Francisco Elías (Cuchi).
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