Jacques Derrida, filósofo francés y creador de la deconstrucción, concibió el lenguaje como un sistema abierto, inestable y en constante diferimiento de sentido. En su visión, las palabras nunca capturan un significado fijo; cada término remite a otro en una cadena infinita de referencias. Esta idea, resumida en su noción de différance, cuestiona la posibilidad de un significado definitivo, ya que el sentido depende siempre del contexto y de la interpretación. Como él afirmó y, reitero: “No hay nada fuera del texto” (De la gramatología, 1967), afirmación con la que nuestro autor muestra que toda experiencia y comprensión está mediada por sistemas de signos, verbales, paraverbales y no verbales, por lo que su noción de texto trasciende las convenciones academicistas que, por lo general, reducen el texto a escritura formal.

La idea planteada por Derrida se observa claramente en la vida cotidiana, por ejemplo, cuando una misma palabra cambia de sentido según la intención comunicativa de quién la use y de dónde la use, etcétera. Verbigratia, el término “banco” puede referirse a una institución financiera, a un asiento o a un conjunto de peces. Derrida señalaría que no existe una “esencia” de la palabra que determine su uso universal, sino redes de significados que se desplazan constantemente. Con estos y otros planteamientos, nuestro autor critica la epistemología positivista y, por lo tanto, estática sobre el sistema lingüístico propuesta por Ferdinand de Saussure en su emblemática obra póstuma, Curso de lingüística general (1916).

Frente a la inteligencia artificial generativa (IAG), como los modelos de lenguaje actuales, la perspectiva de Derrida sigue teniendo gran vigencia, ya que los sistemas de IAG procesan el significado a partir de patrones estadísticos y contextos de uso, lo que encaja con la idea derridiana de que el sentido se construye en relación, no por definición rígida. Por ejemplo, un chatbot que interpreta la palabra “nube” como “almacenamiento digital” en un contexto tecnológico y como “fenómeno meteorológico” en un diálogo sobre el clima refleja esa flexibilidad contextual.

Sin embargo, me parece que ciertos elementos de su teoría no encajan del todo con la IAG. Derrida sostenía que el sentido es siempre inalcanzable en su totalidad, mientras que los sistemas actuales, aunque imperfectos, pueden “cerrar” provisionalmente un significado para operar con eficacia. Como advierte: “Un texto no se detiene nunca; se extiende, se disemina, más allá de toda clausura posible” (La diseminación, 1972). En contraste, una IA debe decidir qué sentido usar en una instrucción antes de responder, evitando el juego infinito de diferimientos. Esto también es aplicable al hablante humano, quien debe decidir cuáles paralabras emplear en determinadas situaciones de comunicación. Empero, lleva razón Derrida porque tanto el humano como la IAG reelabora un mismo texto las veces que sean necesarias, según sean las demandas de los interactuantes en un diálogo y/o con la máquina.

Por consiguiente y salvo error de mi parte, la deconstrucción derridiana se mantiene vigente en su énfasis sobre la contextualidad y la multiplicidad de sentidos, elementos esenciales para entrenar y comprender la IAG. Asimismo, la exigencia práctica de estas tecnologías, y las necesidades comunicativas de los hablantes humanos, obliga a fijar significados operativos, aunque sean revisables.

Para profundizar:

Derrida, Jacques. De la gramatología. Trad. Óscar del Barco y Conrado Ceretti. México: Siglo XXI Editores, 1971.

Derrida, Jacques. La diseminación. Trad. José Martín Arancibia. Madrid: Fundamentos, 1975.

Gerardo Roa Ogando

Profesor universitario y escritor

Gerardo Roa Ogando es Decano de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Es doctor en Filosofía del Lenguaje, con énfasis en Lingüística Hispánica. Magíster en Lingüística Aplicada; Máster en Filosofía en un Mundo Global y Magíster en Entornos Virtuales de Aprendizaje. Es Profesor/Investigador adjunto, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Director de la Escuela de Letras en la Facultad de Humanidades, y profesor de Análisis Crítico del Discurso (ACD) en el posgrado del área de lingüística en dicha universidad. Miembro de número del Claustro Menor Universitario de la UASD desde el año 2014. Algunas publicaciones: “Taxonomía del discurso” (libro, 2016); “La competencia morfosintáctica” (libro, 2016); Redacción Académica (2019, libro); Lingüística cosmológica (2013, libro); “Cuentos del sinsentido” (2019, libro);

Ver más