El arte actual no se puede definir como un concepto establecido, ni tampoco por la visibilidad de aquellos que han logrado un renombre gracias a un sistema mercantil.

El discurso inherente a las diferentes vanguardias del siglo pasado ha tomado raíces acompañando la creación artística y la percepción que de ella tenemos no solo como creadores sino también como público. Sin embargo, nos parece importante mantener una mirada crítica sobre el legado y las contradicciones que este implica cuando consideramos la creación actual.

Con la aparición de la fotografía en la primera mitad del siglo diecinueve, muchos pintores se cuestionaron sobre la pertinencia de la pintura, que durante siglos fungía como registro produciendo imágenes que perdurarían a través del tiempo. La fotografía como medio, permitía lo mismo en una inmediatez que indujo la necesidad para los pintores de cambiar su modo creativo introduciendo una mirada personal del mundo, liberándola de viejos cánones clásicos. Así surgieron diversos estilos y formas de pintar distantes de la representación realista tradicional y que la fotografía proponía. La respuesta de los pintores decimonónicos se plasmó en sus obras y no por escrito. Citaremos como ejemplo la obra de Van Gogh quien igual que otros contemporáneos impresionistas y postimpresionistas, interactúa personalmente con el mundo distanciándose de la figuración absoluta y utilizando nuevas maneras en el tratamiento del color, de la línea, de la materia pictórica, técnicas que en aquel momento fueron revolucionarias.

El siglo 20 nos propone una multiplicidad de movimientos artísticos de los que haremos un recuento somero. Los anteriores a la Primera Guerra Mundial (fauvismo, cubismo, futurismo, abstraccionismo, expresionismo) precederán el vanguardismo o avant-garde que surge a raíz de los horrores de la guerra en el seno de la llamada “generación sacrificada” rechazando el statu quo, proponiendo obras experimentales que conciernen todo el ámbito cultural: el arte, la política, la cultura, la filosofía y la literatura. Se caracteriza por la libertad de expresión, alterando los parámetros creativos y por el desprecio de los cánones establecidos. Aparecen entonces diferentes corrientes entre las que mencionaremos el dadaísmo, el constructivismo, el ultraísmo, el surrealismo… En el período de entreguerras toma ímpetu el dadá, aparecen el constructivismo, el surrealismo, el Bauhaus, el Art Decó y el muralismo mexicano. La fotografía sale del marco que indujo en el siglo anterior la crisis de la pintura convirtiéndose no solo en registro de lo real sino en objeto de experimentación. Man Ray, cofundador con Duchamp de la rama newyorquina del movimiento dadá, rehusa toda jerarquía entre la pintura y la fotografía. Al instalarse en Francia a finales de los años 20, perfecciona la técnica del fotograma de Christian Schad y con Lee Miller redescubre la solarización e integra el movimiento surrealista convirtiéndose en uno de los miembros prominentes de la vanguardia internacional.

Un caleidoscopio de creatividad se expresa en la década de los años 50 en plena “guerra fría”. El paisaje creativo se enriquece con la aparición de los happenings (caracterizados por la espontaneidad) y performances que reposan sobre cuatro elementos: el tiempo, el espacio, el artista y la implicación del espectador. Efímeros por excelencia, su impronta reposa entonces sobre el registro fotográfico, fílmico y la trasmisión oral. Más tarde la aparición del vídeo y de las nuevas tecnologías facilitarán su difusión.

El advenimiento de la televisión modificará la mirada del público y su relación con la imagen al mismo tiempo que sin saberlo se verá inmerso en un discurso oficial que participará al modelaje social y nacional. A principio de los años 50 aparece el Videoarte como expresión artística a partir del encuentro entre artistas, técnicos audiovisuales y responsables de cadenas televisivas. Nam June Paik, al exponer su obra Exposition of Music – Electronic Television en la Galería Parnass (Wuppertal, 1963) establece el nacimiento oficial de este medio

Expresiones ligadas al ethos de la posguerra reflejaron un cambio hacia el arte no representativo que marcaría generaciones de artistas hasta el día de hoy. El expresionismo abstracto estadounidense representa entonces la vanguardia con artistas como Jackson Pollock y Mark Rothko abriendo el paso en la década del 60 al pop art originado en Gran Bretaña que refleja las prácticas y comportamientos de toda una generación frente al consumismo, a la contestación social (lucha por los derechos civiles y rechazo de la guerra en Vietnam así como el cuestionamiento de los metarrelatos). La visión americana contesta las tradiciones afirmando que la producción en série permitirá una mayor accesibilidad al público lo que le asegurará aceptación y éxito. Andy Wahrol es uno de sus principales representantes. En los años 60 aparecen también el minimalismo, el arte povera y el videoarte que se inscribe en las múltiples tendencias creativas hasta hoy. Coetáneamente surge el Land art en el que la naturaleza es a la vez el marco y el lugar donde se trabaja con la voluntad de sacar las obras de los museos. También se perfecciona la imagen tridimensional y entra en escena el holograma. De la vanguardia caribeña citaremos el arte combatiente de Silvano Lora tanto por su sentido de lucha e implicación social como por la diversidad de medios creativos utilizados, Silvano Lora rompe esquemas locales y regionales a través de un sinnúmero de intervenciones político-performáticas tanto en el país como en el extranjero sin abandonar otros medios como la pintura y creando puentes entre esta y el performance.

Conjuntamente con la caída del muro de Berlín y el fin de las utopías políticas de entonces, aparece la fotografía digital y se democratizan las nuevas tecnologías (que hoy incluyen a la inteligencia artificial) modificando tanto la creación contemporánea como su percepción. La primera ha permitido la eclosión de un sinnúmero de creadores improvisados sin etiqueta ni formación artística. Los artistas entonces se instalan en el individualismo creativo.

Pero volvamos al movimiento Dadá o dadaísmo que aparece en 1916, en el contexto violento de la Primera Guerra Mundial como respuesta a las normas estéticas, intelectuales y culturales de la sociedad burguesa que sus integrantes consideraban responsable del conflicto, cuestionando no solo las formas tradicionales del arte sino también la lógica de la sociedad, definiendo los límites de la creación y de la expresión artística. Es también un grito lanzado contra el conformismo y las jerarquías, una revolución. En materia de transubstanciación (el objeto no es lo que se ve) los ready-made de Marcel Duchamp (el botellero, el urinario…) constituyen un ejemplo fundamental y contradictorio ya que han sido expuestos en los principales museos del mundo con su firma que impone un precio (1). Su presencia en estos contradice el principio mismo de rebeldía. … Herederos de Marcel Duchamp, John Cage y Allan Kaprov, los integrantes del movimiento transdisciplinario Fluxus, que nace en Nueva York en los años 60, proponen el no-arte o el anti-arte. Se considera a Georges Maciunas, artista y músico lituano como su iniciador. Abierto a todas las expresiones artísticas, a todas las culturas, Fluxus pretende desacralizar el arte situándolo al alcance de todos y valorizando la acción directa y participativa. Es el caso de los happenings y performances. Descarta también la noción de obra de arte y toda relación con lo institucional. Más que por la representación, la relación con la realidad se expresa por el hecho, sin pretender abordar la belleza como tal. El artista se sitúa en lo colectivo y no en lo individual. Artistas como Joseph Beuys participaron en el movimiento sin encarnarlo completamente. Igual diríamos de Daniel Spoerri, más conocido por su participación en el Neo-Realismo. Otros como el artista conceptual estadounidense George Brecht, antiguo alumno de John Cage en sus cursos sobre la composición experimental o el francés Ben Vautrier encarnan mucho más el movimiento.

Pierre Nahon, antiguo director de la Galería Beaubourg, afirma que el “arte contemporáneo” ha de asociarse a algo tan nuevo que puede chocar el sentido común y que escapa a toda definición, a todo orden, a toda clasificación teórica, conceptual o filosófica. Cita la obra de Duchamp, considerándolo como inventor en arte de otro lenguaje y sobre todo, de otra mirada sobre el mundo y el objeto en particular. Agrega entonces que su proposición establece la relación entre el artista, el objeto y la mirada del espectador frente al objeto mismo, al punto de confundir (2). La vigencia en la creación actual del legado de Duchamp se evidencia en la práctica de muchos artistas, conocedores o no de las proposiciones duchampianas, pero que responden hoy a los imperativos económicos del mundo del arte y a la conceptualización curatorial.

El arte actual es polifacético e inspirado de todas las tendencias creativas, desde las clásicas hasta las propuestas más recientes. Al abordar el tema del Arte Contemporáneo y sus dogmas, no nos oponemos a una mayoría que sería la representada por el público sino a una concepción impuesta y definida que nos roba la capacidad de la reflexión personal partiendo del principio que el concepto y el contexto hacen obra. Annie Le Brun (3) afirma que los supuestos “grandes artistas” internacionales aseguran “la gran transmutación del arte en mercancía y de la mercancía en arte”. Cita como ejemplo a Damien Hirst sostenido por la Fundación Pinault y denuncia la plétora de expertos (críticos de arte, comisarios) que con un arsenal de sofismas y comentarios destinados al público convalidan obras en lo que designa como “realismo globalista” vinculado a la especulación.

Si bien no cuestionamos la labor de los curadores institucionales e independientes por su labor como responsables de exposiciones u otro tipo de eventos artísticos, asegurando el diseño de los espacios, así como el discurso intelectual y teórico que los acompañan, cuestionamos las derivas de sus funciones, cuando nos imponen discursos frente a obras que sin estos no existirían como tales, procurando hacerlas inteligibles. Así, hemos presenciado en fundaciones de prestigio, exposiciones en las que objetos diversos, enmarcados o no, son presentados con carteles que nos indican lo que debemos pensar de ellos. Si eso es arte, entonces crearíamos el concepto de arte del cartel o de estética de la nada. Así, un palo enmarcado se acompañaría por una disertación sobre su origen, su función y vaya usted a saber los demás atributos atribuidos a la obra. La ecuanimidad y sensatez de los críticos deben mantener la distancia necesaria para no ceder al facilismo de la época, a “lo que se hace”, pues de aceptarlo, tomaríamos como palabra de evangelio, como dogma, ciertas afirmaciones leídas no hace muchos años que anunciaban la muerte de la pintura o de la fotografía analógica. Guardemos pues, la capacidad de afirmar nuestro propio criterio excluyéndonos de un mainstream dictado por instancias que participan a la eclosión de políticas totalitarias.

  • El botellero de Duchamp fue comprado por The Qrt Institut of Chicago por la suma de 12 millones de dólares. In Le Porte.bouteilles de Marcel Duchamp à l’Art Institut por Juliette Soulez. Le Quotidien de l !Art . Éd. 1437. 14.02.2018.
  • Daniel-Salvatore-Schiffer, 12.2114. Pierre Nahon : L’art contemporain est capable du meilleur comme du pire. in L’Express, 05.12.2014.
  • Annie Le Brun. Ce qui n’a pas de prix. Beauté, laideur et politique. París, Stock, coll; “Essais – Documents”, 2018;

Nelson Ricart Guerrero

Artista visual, escritor.

artista visual, escritor.
 Dominicano residente en Francia.

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