A finales del siglo XIX, dentro de los más renombrados representantes del realismo francés, Gustave Flaubert, Guy de Maupassant, Edmond de Goncourt y Alphonse Daudet, aún estaban vivos. En la segunda mitad de dicho siglo, el panorama político europeo presagiaba un horizonte sombrío. Las tensiones que mantenían el Segundo Imperio francés de Napoleón III y el Reino de Prusia, presidido por Otto von Bismarck, da origen en 1870 a la guerra franco prusiana. Con la derrota de Napoleón III en la batalla de Sedán, desaparece el segundo imperio francés, dando lugar a la Tercera República. La guerra franco prusiana termina en 1871 con la derrota de la Tercera República francesa, y su orgullo queda lastimado cuando pierde Alsacia y Lorena. En 1871, la Comuna de París, un levantamiento insurreccional de ideas socialistas que se negó a aceptar la Tercera República, gobernó en París durante dos meses y diez días. Este breve período de gobierno, fue reconocido por Carlos Marx y Federico Engels, como el primer intento de la dictadura del proletariado. En medio de ese enardecido escenario político, surgió en Francia el Naturalismo, un movimiento literario que estremeció al mundo. El escritor francés Emile Zola (1840-1902), fue su creador y máximo exponente.
Para hablar del Naturalismo, se hace necesario tomar como referencia al Realismo, pues como había señalado en una entrega anterior, este no surge como una reacción en contra del mismo, sino como una especie de dogma. No obstante, al igual que el Realismo, este también surgió como una reacción contra el Romanticismo. Este movimiento literario fue la observación de la realidad llevada a los extremos.
Si bien es cierto que los realistas fueron influenciados por el médico francés Claude Bernard, en ese mismo sentido, en el Naturalismo hay un elemento que marca la diferencia. Zola no solamente leyó al gran médico experimentalista, también entendió, que podía hacer con la literatura lo que él había hecho con la medicina. Trató de desarrollar una escuela literaria aplicando una metodología científica basada en las teorías de la evolución, la herencia y el materialismo histórico. Como podemos ver, al tener como uno de sus cimientos al materialismo histórico, esto hace suponer, que aun no siendo de ideología marxista, Zola conoció a fondo esta teoría socio-filosófica sustentada por Karl Marx y Federico Engels. Otro hecho a destacar en lo que se refiere a la herencia como elemento sustancial para la construcción del Naturalismo, es el trabajo realizado y publicado por el naturalista austríaco Gregorio Mendel sobre las leyes de la herencia. Esta publicación, también de 1865, coincide con la de Claude Bernard. De ahí que, como Bernard no investigó ni escribió sobre la herencia, podría afirmarse, que al igual que el materialismo histórico, Zola conoció y estudió los trabajos de Mendel.
El impacto que produjo el Naturalismo, hizo de Emile Zola un escritor más popular que los maestros realistas. Lleno de fervor, y apasionado por la convicción a la que había llegado, al igual que Balzac, se propuso escribir un conjunto de novelas en un período de tiempo determinado del siglo XIX en Francia. Literalmente puede afirmarse, que su propósito fue escribir una segunda Comedia humana al estilo Balzac. Los Rougon-Macquart, historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio, fue el título que Zola le dio a este ciclo de novelas. La diferencia consistió, en que estuvo influida por la convicción a la que había llegado de aplicar los preceptos científicos a las pasiones humanas por medio de la literatura. Fueron obras con un estilo más riguroso, donde el eximio naturalista, intentó demostrar todos los comportamientos humanos por medio de las leyes de la herencia.
La taberna, Nana y Germinal, fueron las tres novelas más populares y sobresalientes del proyecto narrativo de su autor. En La taberna, Zola desciende a los sectores populares, al pueblo mismo, donde narra como el alcohol puede dañar la vida de un hombre. De su lado, Germinal es un crudo retrato sobre los trabajadores mineros y sus luchas sociales. De esta obra es importante señalar, que en 1993 fue llevada al cine, y entre sus protagonistas, participó el ícono del cine francés Gérard Depardieu.
La publicación de La taberna en 1877, consolida a su autor como una celebridad en toda Europa, y con el dinero que ganó resultado de su venta, pudo comprar una casa a orillas del río Sena. En esa vivienda, se reunían amigos y admiradores suyos que se fueron agrupando y formaron la escuela naturalista. Esta escuela, estuvo integrada por seis escritores incluyendo a Zola. Guy de Maupassant, quien formó parte del Realismo, fue uno de sus miembros. En 1880, el año en que Zola dio a la luz su novela Nana, el grupo publicó Las veladas de Médan, una colección de seis relatos cuyos temas giraron sobre la guerra franco prusiana. Dentro de estos, se encuentra Bola de sebo, el que posiblemente sea el cuento más famoso de Maupassant. Por su amplitud, todavía se discute si es un cuento largo o una novela corta. En ese año, el Naturalismo es introducido en España por la destacada escritora española Emilia Pardo-Bazán.
En relación al Naturalismo y su llegada a España en 1880, hay un hecho importante a destacar, la literatura española se encontraba en un período donde muchos escritores defendían la idea de que su novela estaba en consonancia con su realidad nacional. Había un despertar nacionalista. Benito Pérez Galdós, ocho años antes había comenzado a publicar su serie literaria Episodios nacionales, cuyo contenido trata sobre la historia de la España del siglo XIX, en el período comprendido desde el año 1805 hasta 1880. Este hecho, se puede interpretar como similar a los proyectos concebidos por Balzac en el Realismo, y Zola en el Naturalismo.
Aunque tuvo sus defensores, la recepción del Naturalismo en España fue de naturaleza conflictiva. Leopoldo Alas (Clarín), su preclaro admirador, tuvo la certeza de decir, que sus falsas teorías opacaban su gloria de artista. Figuras de la alta alcurnia de las letras españolas como Marcelino Menéndez Pelayo y Benito Pérez Galdós, consideraron al Naturalismo como una concepción equivocada de la literatura. Otro notable de las letras españolas, que por razones estéticas adversó este movimiento, fue el autor de Pepita Jiménez, Juan Valera. Aun así, todo esto no impidió que fuera un acontecimiento notable en España, pues a pesar de la crítica adversa, sus críticos consideraban a Zola como un gran artista a pesar de su doctrina equivocada.
La obra de Emile Zola fue grandiosa y extraordinaria, tuvo una enorme influencia fuera de Francia, a tal punto, que cuando terminó el ciclo de los Rougon-Macquart en 1893, estaba traducido a todas las lenguas cultas. Su talón de Aquiles, consistió en ver la literatura como si fuera un anexo de la ciencia. El Naturalismo no podía resolver todos los problemas de la literatura y eso fue lo que creyeron de manera errada Zola y sus seguidores. Una obra científica es muy distinta a una obra literaria. Esto lo entendió Claude Bernard, cuando se alarmó por el mal uso que el Naturalismo hizo de sus teorías. Aun así, es bueno señalar, que ni la crítica del mismo Bernard opacó su grandeza. Zola supo forjar una doctrina.
Existe una relación de familiaridad bastante cercana entre el Realismo y el Naturalismo como observadores objetivos de la realidad. Ahora bien, el haber hecho de esta observación de la realidad un dogma doctrinario, en esto consistió la delgada línea que diferenció al Naturalismo del Realismo.
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