Develar el contenido poético de una cosa es una tarea de trascendente observación y exposición lingüística. Hay desafíos fundamentales para hacerlo: penetrar a lo real y lo abstracto del objeto o el sujeto, en tanto su condición poética con la finalidad de descubrirlo, sacarlo de la sustancia y la esencia. Pareciera que poetizar solo se limitaría a la descripción y conformación del corpus estético a partir de lo observado y todo lo sensible. Lo anterior son entradas o portales para penetrar al fenómeno estético a ser develado. A partir de ahí debe ejercitarse la creatividad, hasta el momento, en estado de inercia, en espera del acto de conmoción; aquel acto generador de rebotes del lenguaje en las redes neurolingüísticas. Esa capacidad no está exenta de la constitución neurobiológica, producto de las experiencias de los antepasados, de las vivencias propias de quien produce el acto, sino de la auscultación de los sentidos espirituales basados en las creencias, como necesidad de creer. Los sentidos espirituales estarían asociados a lo divino, cualquiera que sea su procedencia, en tanto sea mágica, mística o mítica.
Lo estético, desde la intervención de los órganos sensibles, orillaría el acto poético. Podría describir la esencia de la cosa, con ciertos niveles de plasticidad, utilizando las oportunidades expresivas de la lengua y el lenguaje, pero solo eso. La mayoría del ejercicio poético-literario se realiza de esta manera; pocos se introducen en las aguas procelosas de los mares poéticos de la esencia. Lo primero es saber qué es lo esencial en la cosa, objeto real o imaginado. Es la tarea más difícil y compleja porque nunca nadie sabrá de las profundidades de la esencia. Es más, algunos niegan su existencia o la definen a partir de la existencia de la cosa o el sujeto. Esta práctica podría estar enraizada entre algunos existencialistas. Es difícil encontrarla en el pensamiento mágico o místico. Un ejemplo de este tipo es el existencialismo de Jean-Paul Sartre, quien llegó a decir que la existencia es previa a la esencia, donde el ser humano nace sin naturaleza fija. Al menos Sartre coloca la esencia después de la existencia, o sea, no la niega del todo, sino que estaría definida como una construcción a partir de la existencia misma.
Podría argumentarse que la esencia se moldea o se desnaturaliza con la existencia, si partimos de un pensamiento no místico. El místico plantea su origen en una fuente trascendente o divina, como la de un ser superior o Dios. Es común en la existencia la búsqueda de la esencia. La supone como elemento ya elaborado, con mucho por descubrir. ¿Podría poetizarse sin tomar en cuenta aquello llamado esencia? ¿La esencia es un concepto idealista o una realidad material? ¿Cómo se concibe lo que se es?

En la idealización, el concepto de lo real pasa a un segundo plano, aunque no lo descarta en la conformación de las ideas. Si proviene de la magia, el mito y lo místico, algo de realidad posee. Pero qué realidad. Es ahí donde puede perderse el autor literario en la búsqueda de los espacios poéticos. Debe compendiarse una “realidad generalmente común”. Una realidad individual transcrita por medio del lenguaje literario puede no ser representativa en diferentes contextos socioculturales. Por eso hay escritores de épocas específicas que no son entendidos al momento de producir la obra, porque el “pensamiento de la realidad percibida” no es común. Solo muchos años después, sí se puede hacer. Hay muchos ejemplos. En este tipo de texto suelo repetir los casos de la obra Don Quijote de Cervantes o Divina Comedia de Dante. Son solo dos.
Hay textos en contextos equis considerados como herméticos, no por el escaso acceso físico a los mismos sino por el acceso al contenido, debido a los secretos o arcanos que maneja. Estos casos los encontramos en escuelas herméticas, filosóficas, metafísicas y religiosas. Toda poesía, por más realista que sea, estaría dotada de cierto hermetismo. Hay escritores que juegan a que si hay más hermetismo, hay más poesía. Mientras menos se entienda el contenido, más poeta se es. Todo esto es totalmente inadecuado y falso. Lo mismo pasa con escritores del realismo. La fascinación es el hecho real, lo verificable y la “realidad sensible”. Tanto se ocupan por la credibilidad del hecho que tienden a olvidarse de los elementos poéticos del realismo y el contenido sale crudo, sin introducir al lector en la fragua de los estados poéticos.
No diremos que es difícil tocar el hondón del lenguaje, desafiando sus límites, pero el autor debe emplearse en reconocer, en el lenguaje mismo, los intersticios, los umbrales, los portales para acceder a esos estadios poéticos. Algunos opinan que estos moran en secreto y el tránsito hacia ello también es secreto. Fluir hasta ellos es producto de actos muy personales, arrastrando todo lo percibido y vivido, pasarlo por una criba y después de cernido revelarlo con las palabras en el poema.
Solo el ser humano tiene la capacidad de cuestionarse sobre su propio ser, hacerse reflexivo ante lo que expone y oculta. También puede cuestionar o reflexionar sobre los demás: seres animados e inanimados. Por ejemplo: ¿un ave al construir su nido busca un estado poético? Ese estado viene a partir del instinto, no por una razón consciente de expresión artística o belleza. Se argumenta que obedecería a necesidades biológicas o de adaptación. A pesar de la cuestión del ser vegetativo o alma vegetativa y sensible de Aristóteles, que poseen plantas y animales, la capacidad limitada de actuar de ellos sobre sí mismos, responde a comportamientos instintivos. Sin embargo, ante lo anteriormente dicho, no se descarta la duda sobre tales planteamientos y se puede reflexionar de manera diferente. Han de encontrarse algunos elementos justificativos en los comportamientos de plantas y animales.
La pregunta viene ahora, ¿solo el ser humano es capaz de hacer poesía? De manera tajante: no. Pero es sí, si lo hace por medio de sistemas de lenguas y lenguajes. La tesis de la creación poética no solo estaría supeditada al uso de la razón, capacidad no desarrollada por otros seres. En el instinto y la intuición puede surgir la poesía. El canto de un ave, que no es un sistema de escritura, sino una expresión del lenguaje musical, ¿no está dotado de poesía? La construcción de un panal por las abejas, con tanta capacidad de ingeniería, ¿no está dotada de poesía? Entonces, lo que no debe asegurarse es que ante estos ejemplos mencionados, el ave y la abeja reflexionen sobre sus actos, lo reconozcan y mucho menos ausculten esencias. O, ¿es quizá que lo desconocemos?
¿Se puede develar lo estético sin la experiencia mágica, mítica o mística? En todas las culturas es difícil la develación de lo estético sin estos elementos. En las culturas orientales es mucho mayor el fenómeno. Se evidencia en Occidente por su arquitectura cultural, empezando por las influencias del pensamiento griego y egipcio. Las escuelas herméticas, originadas en la antigüedad tardía, combinan la filosofía griega y la religión egipcia. Todos los secretos guardados incitaban a la imaginación y el placer, por la búsqueda de respuestas ontológicas o historias de lo humano en sentido general. En ese trayecto de la reflexión sobre lo desconocido, el rastro de lo estético levanta polvos en sus andanzas. Se circunnavega por la “materia oscura del vacío”, producida por el vahído existencial o por la compleja certeza de la fe.

En el vacío de los secretos
En tanto sea, en el develamiento o construcción de la esencia, en las andanzas por lo secreto, se puede poetizar. El lenguaje desplazará sus alas y contará con todo lo necesario para provocar la salida de lo poético y generar un espacio vital, revestido de esteticidades. Se hace a partir de la imaginación, utilizando la memoria sensible de lo concreto y lo abstracto; experimentando ciertas catarsis, transmutaciones propiciadas en el acto creativo. Si en ese vacío se niega la naturaleza de la esencia o se aplica solo por medio de la existencia de la sustancia; también, se puede poetizar, crear poesía. Si se apela a este juicio, la poesía no es tal, sólo porque proviene de la esencia; también, provendría de la negación de la esencia como naturaleza de las cosas.
La opinión de algunos metafísicos, filósofos e idealistas podría entrar en contraposición con este último juicio, si solo basan sus estudios en poner de relieve la esencia como constructo del ser. Sin embargo, la poesía, a pesar de los límites del lenguaje, trasciende los linderos de la esencia y la sustancia vistas como un corpus o bien vistas de forma separada. Construye lo que se denominaría una “metaesencia” y “metasustancia”. La creatividad poética es capaz de deslindar la esencia de la sustancia, por la naturaleza del lenguaje. ¿Cuál es la esencia del lenguaje? Para Heidegger y Gadamer la esencia del lenguaje es fundamental, primero para la existencia humana y la comprensión del mundo. Mientras que en los escritos de Wittgenstein este niega la existencia de una esencia única del lenguaje, por los diversos usos que tiene. ¿Se puede producir una construcción lingüística con caracteres poéticos sin contar con la esencia del lenguaje? Podría argumentarse que la creación de significado forma parte de la esencia del lenguaje. Es una poderosa herramienta que abre mundos de posibilidades, lo hace por medio de su compleja naturaleza. El lenguaje es una capacidad, impulsado por múltiples esencias sociales, biológicas, emocionales, racionales, sentimentales, entre otras. Pero ha de destacarse el carácter de lo racional para su articulación, y por consecuencia, provocar, captar o construir lo poético desde su ejercicio.
Lo secreto y la mentira es materia prima de lo poético. Toda gran poesía consta de algunos de estos elementos e intenta reflejar otra realidad solo vista por el autor. Toda loa al amor o apología al miedo desde lo poético suele ser pura mentira que ocultan tras sus cortinas intimidades, iras y frustraciones, comúnmente alejadas de la dimensión de lo real. Suele ser vista como una idealización o ejercicio de la imaginación. Sin la mentira, la búsqueda, y al mismo tiempo, la negación o la traslación de la realidad no habrá factura poética.

En el vacío de la realidad
El vacío existencial, físico y filosófico ha sido materia de discusiones y experimentos provenientes de diferentes mentes en civilizaciones y tiempos. En el Oriente, para el taoísmo y el budismo, es la realidad profunda. En Occidente es negado por Aristóteles hasta la Edad Media y la llegada del horror vacui o miedo al vacío. Demócrito, por su parte, lo consideró como un espacio necesario para que los átomos se movieran y justificar la existencia de la materia.
Poetizar por medio del vacío existencial, contrariamente, es una experiencia que da propósito a lo que no lo tiene. Se navega en la realidad múltiple construida con el lenguaje, procurando explorar la posibilidad de lo oculto, pero que subyace como pálpito que se manifiesta lejano y frío. La negación de lo divino, o la muerte de Dios, a lo Nietzsche, deja al hombre en un profundo vacío. La ausencia de lo esencial de la vida y el choque entre la nada con la condición humana, crea un espacio de flujo y amorfismo donde se presenta una crisis del ser y la existencia. En este caso el nihilismo encuentra el hábitat apropiado. Ante todo este posible drama ¿habrá espacio para poetizar o siquiera permitir mínimas posibilidades? Siempre habrá espacio para hacerlo.
Volvamos a la maravilla del lenguaje. Para poetizar, si partimos de la esencia de las cosas, que puede ser vista como algo común a muchos, pero irrepetible en cada ser humano, por medio del lenguaje y del pensamiento se puede construir otra realidad. Se diría que desde el vacío sería muy fructífera esa actividad. Para los efluvistas, ese es un espacio de confluencia y libertad. Así como se mueven los electrones en un átomo, en una nube de probabilidades, y para ser detectados nos enfrentamos al principio de incertidumbre como el planteado por Heisenberg; así se expresa lo poético, desde el lenguaje. El rigor estaría en las palabras con advertencia de asumir sus límites en la construcción de hacerlo poético. O sea, que lo poético yace en un estado de incertidumbre y puede ser captado por los estados sensibles, físicos y espirituales que ha creado el lenguaje en el individuo perceptor. Ahí mismo, ese individuo es capaz de construir, mediante su intuición, pensamiento y razón, la esencia de la cosa, de la poesía, y hacer una metapoesía.

Como si estuviéramos concluyendo, en la realidad existen vacíos insalvables, con grandes desafíos, llenos de miedos y aventuras, de amores y pasiones, de infinitas posibilidades para poetizar, desde la esencia o la sustancia concreta y abstracta, por medio del lenguaje.
Domingo 6 de julio de 2025
Publicación para Acento No. 154
Virgilio López Azuán en Acento.com.do
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