Para Manuel Payano

La danza de los millones en San Pedro de Macorís es solo un recuerdo, una nostalgia de una época de oro idealizada que no volverá jamás.  Solo quedan personajes, leyendas, historias y recuerdos.  Ella fue el resultado de legiones de trabajadores que vinieron en busca de sobrevivencia y felicidad de varias islas vecinas del Caribe a los ingenios azucareros, donde dejaron allí sus huellas, su sudor, su sangre y sus sueños.

A pesar de amaneceres hostiles, con epítetos despectivos, una gran parte de ellos se quedó ofrendando su vida y su destino a su nueva patria y los que se fueron dejaron como herencia las huellas de su cultura y de su espiritualidad, las cuales contribuyeron en la definición de una nueva identidad macorisana. Hay un antes y un después.

Walter James, Violeta Stepan, Chico Conton, El Primo, Linda, El Moreno, Pedro Mir, Norberto James, Nadal Walcot, el Obispo Telésforo Isaac y el pastor Edmundo Desueza, entre otros, quedaron como símbolos de “Cocolos”, convertidos en orgullo de San Pedro de Macorís y en dominicanos ilustres, identificados orgullosamente como “serie 23”.

Cada biografía de ellos es fascinante. Es un ejemplo de sobrevivencia, de superación y de creatividad. Con Norberto James y Pedro Mir es perderse en las inmensidades de la magia y las esencias de la poesía.  Con El Primo y con Linda, es penetrar en el mundo de la fantasía del teatro popular, la música y la danza de “Los Guloyas” y con “El Moreno” es sentir la aureola de la patria y caminar por los senderos de la historia con uno de los líderes políticos más fascinante de la izquierda dominicana, que, al igual que Amaury, subió a las galaxias con la frente llena de estrellas.

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Nadal Walcot.

Atraído por el espejismo de una progresista San Pedro de Macorís, de la isla de Anegada, lleno de sueños y de ilusiones llegó al iniciarse la década del 40 Ashton A. Nadal y se aplatanó al ver los ojos impactantes de Mary Jones, dominicana, una mulata imponente, descendiente de ancestros de San Martín, ambos, responsables del nacimiento de Adolfo Nadal Walcot, un 30 de abril del 1945, en el Ingenio Consuelo de la región Este del país.

Nadal creció entre la sastrería de su padre y los ingenios azucareros, entre la siembra, el corte, la molienda, el olor de la caña de azúcar, los rieles y el sonido bendito de locomotoras que corrían sin descanso de un lado a otro cargadas de quejas, suplicas, maldiciones y sueños.

Todavía con pantalones cortos, estaba aprendiendo y trabajando en el taller de reparaciones de las locomotoras, alcanzando  la responsabilidad de guardafrenos. Pero el ambiente del ingenio era de sobrevivencia, donde el hambre danzaba macabramente con los tambores de los Guloyas. En busca de mejoría, su familia se mudó para el ingenio azucarero de Barahona en la región sur del país, pero no había diferencia en el trabajo, era el mismo ambiente de sobrevivencia, de explotación y de hambre de San Pedro de Macorís. “Los bueyes, la caña, el azúcar, los rieles, las locomotoras, los trabajadores, las ganancias y hasta los amaneceres, eran del ingenio”, parodiando a don Pedro Mir.

Por las escasas demandas de clientes, no podía vivir de la sastrería, dependía del ingenio, pero en “el tiempo muerto”, cargaba sacos repletos de sal en el muelle.  Todo esto lo fue llenando cada día de indignación, de rabia, con el pecho llenó de rebeldía y de ideales, definió el camino de la militancia política.

De Barahona se trasladó a la ciudad de Santo Domingo, trabajando como obrero en el muelle, al tiempo que entraba formalmente como militante del Movimiento Popular Dominicano, donde uno de sus lideres, Maximiliano Gómez (El Moreno), Cocolo como él, era su amigo de infancia y al mismo tiempo era uno de los más sobresaliente de la izquierda dominicana.

En la gloriosa epopeya de abril del 65, Nadal era miembro de un comando, fusil en manos para defender la dignidad de la patria mancillada por las botas interventoras gringas.  Su militancia se hizo cada vez más desafiante. Durante la dictadura ilustrada balaguerista entró en la clandestinidad, pero fue apresado en una actividad política en Barahona.  Adquirió su libertad al ser uno de los presos políticos canjeado por el militar de la Embajada norteamericana secuestrado por el Movimiento Popular Dominicano (M.P.D).

En el exilio, con documentos falsos viajó a México y de allí a Holanda, donde encontró ancestros y se reencontró consigo mismo y con la pintura naíf, donde cobraron vidas sus Guloyas, sus Cocolos, sus locomotoras, la caña, sus heridas y sus sueños.  Nadal regresó al país en la primavera de 1978 como el artista más trascendente de un mundo mágico y fascinante naif.

Pasó el tiempo, en el 97, Nadal me llevó varios bocetos y propuestas pictóricas a plumilla y a pincel sobre este mundo lleno de fantasía, de sueños y de historia a la que él pertenecía. De madrugada quedé impactado por las mimas. Lo llamé por teléfono a la una y media de la noche y le dije: Esto es demasiado profundo, el contenido trasciende incluso a las imágenes.  Dame permiso para hacer un libro con todo este material.  Me dio su aprobación.  Lo convertí en libro hace 28 años, gracias a Víctor Víctor y al Consejo Presidencial de Cultura.  Hoy, son las expresiones más originales y auténticas escritas pedagógicamente por un “Cocolo” del pueblo sobre las interioridades conceptuales y la diversidad de la cultura cocola.

Nadal Walcot: El Cocolo que pintaba identidad

Nadal Walcot, revolucionario y artista, se marchó junto con El Moreno y Pedro Mir.  Integro, digno, orgulloso, pintando la identidad, al tiempo que con su conciencia cocola, para reafirmarse y ser, repetía con Norberto James: “Me niego a negar este rostro/que como bandera enarbolo/esta voz que proyecto/estos gestos que encarno/estas raíces con las que me nutro/y soy”.

Nadal Walcot: El Cocolo que pintaba identidad

  

Nadal Walcot: El Cocolo que pintaba identidad