Los cuentos "El otro círculo" y "El nombramiento" de Luis R. Santos profundizan en las complejidades de la existencia humana, explorando con una sensibilidad literaria aguda los temas relacionados con la pérdida, la esperanza y la desilusión. A través de personajes sumergidos en situaciones que oscilan entre lo inusual y lo cotidiano, el autor dominicano teje narrativas que invitan a una profunda reflexión sobre la fragilidad de la vida, la naturaleza de la felicidad y la línea entre las expectativas y la realidad. Ambos relatos, aunque con tramas y atmósferas distintivas, coinciden en una visión dolorosa de la condición humana, donde la búsqueda de sentido y la confrontación con la adversidad se levantan como experiencias universales e ineludibles.
En "El otro círculo", la atmósfera sombría de una noche de Navidad marcada por una tormenta eléctrica se convierte en un espejo del interior del doctor Espinosa. La reciente pérdida de su esposa, sumada a la anterior muerte de su madre, lo ha sumido en un profundo dolor y cuestionamiento existencial. Su profesión, antes una fuente de orgullo y propósito, ahora le parece vacía ante la impotencia que sintió al no poder salvar a su ser amado. La pregunta que lo atormenta – "¿Por qué no pude arrebatarle, por lo menos, la de mi esposa? ¿Sería una conspiración? ¿Una absurda venganza?" (Santos, s.f., p. 1)– revela una mente que busca desesperadamente un sentido en la tragedia, una lógica en el aparente ensañamiento del destino. Esta búsqueda de respuestas en medio del caos emocional establece un tono de profunda reflexión que guiará al lector a través de los acontecimientos de la noche.
La llamada telefónica que interrumpe su propio aislamiento lo introduce en una cadena de acontecimientos cada vez más extraños. Su renuencia inicial a salir – "Es difícil salir esta noche –respondí. […] Yo estaba consciente de que lo del transporte no era más que un pretexto. Los recuerdos me pesaban demasiado aquella noche y no quería salir de mi refugio" (Santos, s.f., p. 1)– subraya su deseo de permanecer en el refugio de su dolor. Sin embargo, la insistencia desesperada de la interlocutora lo obliga a confrontar el mundo exterior, un mundo que parece conspirar en su contra con la furiosa tormenta que se desata. El encuentro con el taxista de rostro desfigurado se convierte en un diálogo sobre la naturaleza del sufrimiento y la aceptación de la muerte. Las palabras del taxista, marcadas por una fuerte amargura – "¡Que le voy a temer! Total, temiéndole o no temiéndole… […] Así que la muerte, a veces, es la mejor solución" (Santos, s.f., p. 2)– resuenan con la propia desesperación del doctor Espinosa, creando un vínculo inesperado entre dos hombres unidos por el dolor, aunque de maneras muy diferentes.
La serie de obstáculos que enfrentan en su camino –el limpiavidrios averiado, la goma pinchada, la falta de gasolina– intensifican la sensación de un destino difícil, casi destinado. El comentario del taxista – "Parece que todo está en contra del enfermo" (Santos, s.f., p. 3)– adquiere un significado irónico y profundo a medida que avanza la narración. La confesión del taxista sobre su resentimiento y su visión de la muerte como una liberación – "ese rechazo continuo a un ser humano, por el simple hecho de tener el rostro desfigurado, le va creando a uno una coraza, un resentimiento contra todos, un estado de amargura permanente que da al traste con lo poquito bueno que pueda uno tener, y ese es mi caso, doctor; la gente, con su desdén y desprecio, me ha transformado" (Santos, s.f., p. 2-3)– revela una herida emocional profunda, causada por la crueldad de la sociedad. La empatía que el doctor Espinosa siente hacia este hombre – "sentí una profunda conmiseración por aquel desgraciado ser" (Santos, s.f., p. 3)– lo conecta aún más con la universalidad del sufrimiento humano.
El giro final del cuento, donde el doctor Espinosa descubre que el paciente fallecido era el propio taxista, cierra el círculo de la ironía y la tragedia. Las últimas palabras del taxista antes de que el doctor se marche – "recuerde que llegan momentos en que ya nada resuelve nada" (Santos, s.f., p. 4)– adquieren un significado escalofriante en retrospectiva. Este desenlace inesperado subraya la naturaleza impredecible del destino y la futilidad de los esfuerzos humanos frente a la inexorable presencia de la muerte. La cita de Borges que precede al relato – "Dilatar la vida de los hombres es dilatar su agonía y multiplicar el número de sus muertes" – se revela como una clave interpretativa esencial, sugiriendo que la lucha contra la muerte puede ser, en última instancia, una prolongación del sufrimiento.
En contraste, "El nombramiento" explora la desilusión que surge de las promesas políticas incumplidas y la corrosiva burocracia. El protagonista, un militante que ha dedicado tiempo y esfuerzo a la campaña de su partido, alberga la justa expectativa de ser recompensado con un cargo en el nuevo gobierno. Su entusiasmo inicial – "creí justo que ocupara un cargo en el gobierno que ayudé a subir" (Santos, s.f., p. 5)– se alimenta de la promesa personal del secretario de Estado – "Yo, personalmente, tengo un compromiso contigo" (Santos, s.f., p. 5). Esta promesa se convierte en el motor de sus esperanzas, impulsándolo a hacer planes y a visualizar su futuro en el nuevo gobierno.
Sin embargo, a medida que transcurren los días y las semanas, el protagonista se enfrenta a una serie de evasivas y dilaciones que confrontan su optimismo. La descripción de la Secretaría como un "hormiguero" (Santos, s.f., p. 5) lleno de figuras influyentes con "carpetas atiborradas de papeles" (Santos, s.f., p. 5) establece un ambiente de burocracia impersonal y distante. Las quejas de otros militantes en la antesala – "Nosotros hicimos campaña junto a ese señor y ahora ni siquiera nos recibe" (Santos, s.f., p. 6)– presagian el destino que aguarda al protagonista, revelando una realidad donde el compromiso y el sacrificio a menudo son olvidados una vez alcanzado el poder.
Las repetidas visitas fallidas al despacho del secretario, las excusas sobre reuniones urgentes y viajes inesperados, construyen una sensación creciente de frustración e impotencia. La justificación que el protagonista intenta ofrecer a su esposa – "se presentó un pequeño inconveniente y no pude ver al secretario, pero no te preocupes, mañana llamo por teléfono" (Santos, s.f., p. 7)– revela su necesidad de aferrarse a la esperanza a pesar de las señales evidentes de lo contrario. La incredulidad de su esposa – "Sigue de iluso creyendo en políticos, mira lo que te quedó; desbarataste tu carrito dando carreras para arriba y para abajo y hasta a tu familia la descuidaste por estar como tu decías: veinticuatro horas en campaña permanente" (Santos, s.f., p. 7)– contrasta con la persistente ingenuidad del protagonista, evidenciando el costo personal de su dedicación política.
La descripción detallada del cargo que el protagonista solicita –un departamento con una jerarquía de encargados, asistentes, secretarias y hasta un guardaespaldas– satiriza la hinchazón la creación de puestos innecesarios como una forma de clientelismo político – "En un departamento como ése uno podría, más o menos, satisfacer algunas de las demandas de la base" (Santos, s.f., p. 8). Esta solicitud, motivada en parte por el deseo de cumplir las promesas hechas a sus propios seguidores – "para ganar unas elecciones a veces se precisa hacer de todo: mentir, hacer demagogia, embobar, crear falsas ilusiones…" (Santos, s.f., p. 8)– revela la naturaleza pragmática y a menudo corrupta de la política.
El encuentro final con el secretario, marcado por la familiaridad superficial y la promesa de una gestión ante otra instancia – "Fíjate, tu caso está en manos de la Secretaría Administrativa de la Presidencia. […] La próxima semana preséntate ante este señor, dile que vas de parte mía, toma esta tarjeta, ahí te resolverán tu asunto" (Santos, s.f., p. 9)– no ofrece un cierre definitivo, sino una nueva postergación. La esperanza del protagonista al salir del despacho – "Salí de allí con la esperanza fortalecida, y empecé a pergeñar en la mente el discurso que echaría el día de la juramentación" (Santos, s.f., p. 9)– contrasta con la decepción que le espera al regresar a casa y enfrentar la duda de su esposa – "A pesar de lo optimista que me sentía, no tenía muchas ganas de llegar a casa para no ver el ceño atravesado de mi mujer" (Santos, s.f., p. 9). Este final abierto subraya la naturaleza cíclica de la esperanza y la desilusión en un sistema político donde las promesas a menudo se diluyen en el clientelismo.
En conclusión, los cuentos de Luis R. Santos ofrecen una buena visión sobre la condición humana, explorando lo inevitable entre la pérdida y la desilusión. "El otro círculo" sumerge al lector en una atmósfera de fatalidad y cuestionamiento existencial ante la muerte, mientras que "El nombramiento" revela la amarga realidad de las expectativas políticas frustradas. A través de personajes complejos y situaciones evocadoras, Santos logra transmitir la fragilidad de la esperanza y la persistente presencia del sufrimiento en la vida.
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Willy Evangelista Francisco, es un apasionado estudiante de Letras Puras en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Aunque su trayectoria académica comenzó con una inclinación hacia la Contabilidad, su innata pasión por la Filología lo impulsó a redefinir su camino académico. En su primer semestre universitario, Willy reconoció que su verdadera vocación radicaba en el estudio profundo y el dominio de la palabra escrita. Movido por su compromiso con la buena comunicación, Willy ha ampliado su formación con estudios especializados. Se ha certificado en locución profesional, oratoria y maestría de ceremonia en el reconocido Instituto Interamericano de Comunicación (Cointer).
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