I.Introducción
Olivorio Mateo, conocido como Papá Liborio, es una de las figuras más complejas y cargadas de significación en la historia cultural y espiritual de la República Dominicana. Su legado trasciende la dimensión histórica de un líder religioso popular perseguido por las autoridades. Liborio representa un símbolo viviente de resistencia espiritual, justicia divina, alteridad mesiánica y crítica radical al orden simbólico dominante. Su figura encarna una forma de fe que, como lo advirtió Søren Kierkegaard, solo puede surgir tras el escándalo.
En este ensayo proponemos una lectura simbólica y filosófica de Liborio Mateo como el Otro, en el sentido que le otorgan las tradiciones judeocristiana, psicoanalítica y filosófica contemporánea. A través de este enfoque, sostenemos que Liborio es una figura construida simbólicamente que subsiste en el lenguaje, en la memoria popular, en el rito, y en la promesa no cumplida de la redención de los pobres. Como tal, desafía las categorías hegemónicas de la historia, la religión oficial y la política moderna.
II.Liborio como figura mesiánica
Liborio Mateo fue un campesino oriundo de Maguana Arriba, región rural del suroeste dominicano. A inicios del siglo XX comenzó a predicar, curar, y convocar a miles de seguidores mediante prácticas que combinaban elementos del cristianismo popular, el espiritismo y las tradiciones afroantillanas. Fue perseguido por los gobiernos de Ramón Cáceres y Eladio Victoria, y asesinado en 1922 por tropas al servicio de la ocupación militar estadounidense.
Sin embargo, la muerte no acabó con Liborio. Su figura sobrevivió a través del mito, el rito y el símbolo. En este sentido, su historia se torna paradigmática de lo que Jacques Lacan y Slavoj Žižek llaman el retorno de lo real: aquello que, aunque reprimido o excluido por el orden simbólico, retorna como trauma o como verdad insoportable.
Kierkegaard lo anticipa al hablar del escándalo: ser cristiano no es simplemente creer, sino aceptar la paradoja de que un hombre insignificante —pobre, sufriente, impotente— afirme ser Dios. Liborio es ese escándalo. Un campesino analfabeto que se erige como mesías, que habla en nombre de Dios, que funda una comunidad alterna con normas propias, que cura, que predica la justicia, que afirma que la muerte no lo alcanzará porque él “no come pendejá”.
III. El Otro y la verdad en el lenguaje
En la lógica del Otro simbólico, tal como lo plantea el psicoanálisis, la verdad no es un dato empírico, sino un efecto del lenguaje. Liborio Mateo no es el sujeto de la razón ilustrada ni del discurso oficial. Es el sujeto del deseo mesiánico, del dolor redimido, de la promesa de un Dios de los pobres. En este sentido, se ubica en el campo del Otro, el lugar donde la palabra encarna una verdad que no puede reducirse a lo racional ni a lo político.
Su frase más emblemática —“yo no muero, yo no como pendejá”— no debe leerse de forma literal. Es una afirmación simbólica que desafía la lógica de la muerte, la subordinación y la pasividad. Es, en términos foucaultianos, un acto de parresía: decir la verdad frente al poder, aun a riesgo de la vida. La “pendejá” no es simple ingenuidad; es el sometimiento al orden del amo, al imperio de la mentira, a la sumisión de los pobres. Liborio se rehúsa a participar de esa farsa.
Su palabra es performativa: crea comunidad, moviliza cuerpos, reconfigura el tiempo. En los rituales de La Maguana Arriba, cada 24 y 27 de junio, Liborio regresa simbólicamente. Los atabales, los rezos, los cantos, los alimentos compartidos, son formas de actualizar su presencia como cuerpo colectivo. Allí, el lenguaje es rito, y el rito, política sagrada.
IV.El escándalo y la fe
La figura mesiánica de Liborio no puede pensarse sin la noción de escándalo. Para Kierkegaard, el escándalo es la única vía hacia la fe verdadera. No hay fe sin la posibilidad del escándalo, sin esa herida al sentido común que representa la encarnación de lo divino en lo humano, lo pobre, lo vil. Liborio representa esa encrucijada: ¿cómo puede un campesino, un “loco”, un marginado, afirmar que es la encarnación del bien y de Dios?
La institucionalidad política y religiosa no puede tolerar ese gesto. Por eso lo persigue, lo encarcela, lo asesina. Pero también por eso su palabra no muere: porque pertenece al Otro simbólico, no al archivo de la historia. Es la verdad que interpela al presente desde el trauma del pasado.
V.Realidad simbólica y memoria popular
Como señala Žižek, nuestra realidad no es inmediata ni natural: está construida simbólicamente. Todo lo que entendemos como real está mediado por narrativas, discursos, estructuras ideológicas. En este marco, Liborio es una figura que se inscribe en una realidad otra: la del mito activo, la de la política ritual, la de la fe encarnada. No importa si históricamente murió en 1922: simbólicamente, sigue vivo en cada oración, en cada danzante, en cada enfermo que busca curación bajo el agua del manantial.
Su construcción simbólica articula una verdad espiritual, una resistencia popular, y una crítica estructural al poder colonial, eclesiástico y político. La memoria popular ha hecho de Liborio una figura de eternidad: un cuerpo simbólico que no muere porque no puede ser integrado al orden de la pendejá.
VI.Conclusión: Liborio como acto de fe y política simbólica
Liborio Mateo es más que un personaje religioso; es un lenguaje vivo. Es el Otro que escandaliza porque encarna la verdad en lo más bajo. Su figura constituye una ruptura en la narrativa histórica y religiosa dominicana. Es un “fragmento de patria”, como dijo el fascículo publicado en San Juan, pero también un fragmento de Dios, un heraldo del Otro que se niega a desaparecer.
Hoy, en tiempos de crisis espiritual y política, volver a Liborio es también volver al deseo de justicia desde lo simbólico. Es escuchar la palabra del pobre como acto de revelación. Es entender que, en el fondo, no es Liborio quien está loco, sino el mundo que lo niega.
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