(Textos escritos en días de pestes)
426) Qué aborrecibles me resultan los escandalosos simuladores que pretenden cambiar el mundo por las redes sociales. Son exhibicionistas patológicos que no pueden deja de indicarnos lo “sensible” que son ante el dolor humano, aunque toda su vida hayan vivido de espaldas a las necesidades de los demás; aunque nunca se hayan involucrado en algo que pueda transformarlos de manera positiva a ellos, a los suyos y a su entorno en general. Denuncian, acusan, atacan y contraatacan; también dan acogida a informaciones falsas, dado que entienden que ello contribuyen a vender su imagen de gente “sensible”, muy humana, muy desgarrada por el dolor ajeno.
427) La mayoría de los aconsejadores no son otra cosa que manipuladores; no tienen otro interés que el de controlar a los otros. Como bien se sabe, los más dados a aconsejar son quienes menos aceptan consejos de los demás, porque el aconsejador casi siempre da a entender que tiene todo claro en torno a su vida y sus objetivos; según ellos, los que tienen que ser orientados son los otros.
428) Entonces nos detuvieron. El espanto nos mostró el valor de la vida y su fragilidad, así como la inquebrantable soberanía de la muerte. Nos afincaron en el valor de la quietud y de las cosas que realmente importan. Aquí nos detuvieron, rompieron nuestra estúpida rutina, nuestra prisa para llegar a ninguna parte.
429) De los que mienten, ninguno lo hace con mejor fingida “seriedad” que un religioso. Y como no, si la matriz de su imaginario es un sofisma.
430) Si yo no fuera un solitario natural, alguien que constantemente reclama apartamiento para su palabra entrañable, para la contemplación y el sueño, estos tiempos fueran sencillamente insoportables para mí.
431) Cuando el alumno es aventajado, un buen maestro se siente complacido discípulo ante él.
432) Hay un vacío en la tristeza y también en la alegría; el primero más pesaroso que el otro, pero vacío al fin.
433) Quien se ufana de no tener enemigos, se ufana de su estupidez.
434) La nada de la literatura es quizás mi todo esencial. Esto a algunos les parecerá una contradicción garrafal, pero para mí se trata de un axioma armonioso.
435) Hay expresiones tan miserables, de gentes tan miserables, que no merecen siquiera una palabra refutatoria.
436) Toda esta envidiosa alaraca por mi obtención de un importante galardón literario, me mueve básicamente dos asuntos: la necesidad de comprometerme mucho más con el trabajo literario, y el lamento de no haberle dedicado mucho más tiempo a la literatura como mi pasión de primer orden.
Tanto al enemigo inteligente como al torpe, en este caso se le debe responder de la misma manera: con el trabajo. El primero siempre merecerá algo de respeto de nuestra parte; en cambio el segundo no merece ni siquiera el privilegio de nuestra enemistad; no es digno de nuestra más mínima atención.
437) Me tienen sin cuidado las ideologías de cualquier índole, lo que sí me importa, lo que sí me apasiona, es el valor de la libertad. Y sobre cualquier otra, de la libertad personal.
438) Toda mentalidad alienada huye de lo razonable como si se tratara de una peste. La mente enajenada prefiere reposar en la “verdad” de su falacia antes que verse arropada por el desamparo de la razón. El hecho de que la razón no salva ni libera, es lo que sin duda explica el por qué tanta gente se acoge a cualquier absurdo, si éste, por lo menos, constituye una esperanza, que es lo que las personas más necesitan. De ahí que sea bastante entendible aquello de las “razones del corazón” de que hablaba Pascal, y aquello de Unamuno de que “todo lo racional es antivital y todo lo vital es irracional”. Así que si de lo que se trata es de vivir lo menos atormentado posible, la alienación tal vez sea preferible a la razón que nos hunde en angustia.
439) No debemos olvidar que el exceso de luz también obnubila, y a veces hasta enceguece.
440) Sólo perdido en la literatura puedo dar con algo de mí mismo.
441) Abogar por la libertad de cultos es una forma elegante de hacerlo por la libertad de dar por verdadero lo imaginado. Y es verdad que los religiosos también tienen derecho a inventar como lo hacen los escritores.
442) Hay momentos en que sentimos que mañana es demasiado tarde.
443) Cuando me asalta el asco debido a la conciencia de la condición humana, la literatura siempre sale en mi auxilio, y me dice lo tonto que soy, y que si acaso he olvidado las tantas veces que me lo ha hecho saber. Me repite que su decepción conmigo consiste en no haber logrado decepcionarme del todo respecto de la deplorable condición humana.
444) El sentido de la libertad es sumamente complejo, amplio, y hasta contradictorio. Hay personas para quienes su sentido de la libertad individual está indisolublemente ligado a su “derecho” de oprimir y controlara a los otros; hay otros muchos que sienten que su única forma de preservar o alcanzar su libertad consiste en agenciarse la servidumbre de otros; los hay que entienden que para alcanzar la suya necesitan someterse a algún tipo de servidumbre.
445) Cómo no comprender que alguien que fue constantemente agraviado no viva siempre bajo la sospecha de que otros conspiran contra él.
446) Ante este presente, casi siempre agobiante y opresivo, me place ser reiterativo en esto: la literatura ha sido, y lo sigue siendo, mi mejor recurso para enfrentarlo.
447) Todo ejercicio de solidaridad debería hacerse con la mayor discreción posible; si hay mucha miseria en la insolidaridad, también la hay en la mayoría de quienes se entregan al servicio de los demás, muchos de los cuales no pueden dejar de hacer públicas sus “generosidades”.
448) Es imposible que otros no se sientan traicionados por uno; es imposible que uno no se sienta traicionado por otros; ante esa realidad inevitable e incorregible, tal vez lo único que de verdad importe es hacer todo el esfuerzo posible para no traicionarnos a nosotros mismos.
449) La verdad, la belleza, la grandeza del arte, bien valen la soledad, la incomprensión, el abandono, o el auto abandono que muchas veces genera. Es el precio que hay que pagar, y bien lo vale.
450) Detrás de todo opresor hay un ser temeroso; de igual manera, detrás de un ser “valiente” se oculta una voluntad y una decisión que se imponen a su miedo natural.
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