Es bueno comprender que cada época trae consigo sus propios movimientos artísticos, sus nuevos avances tecnológicos, etcétera. En la literatura, especialmente en la poesía, eso se hace cada vez más evidente. Hoy existe una camada de jóvenes y adultos que está escribiendo y compartiendo su poesía en diferentes redes sociales y plataformas.

En lo personal, me considero un atrevido: tengo dos libros de poesía publicados, aunque no me considero poeta ni pretendo serlo. Simplemente escribo, intento mejorar cada día y aprendo del proceso. Sé que mis obras siempre merecerán una, dos, tres o infinitas revisiones, porque el tiempo sigue su curso y cada desarrollo humano nos exige mejorar. Todos, en algún momento, hemos sentido ese impulso inicial: el deseo de crear sin detenernos a pensar demasiado. Y eso también es parte de ser escritor.

Muchos autores de renombre mundial lo han reconocido. Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Juan Rulfo hablaron sobre la etapa de aprendizaje, sobre los tropiezos inevitables del oficio. Los primeros escritos, vistos con la madurez del tiempo, pueden resultar incluso vergonzosos, pero son necesarios. Para caminar, primero hay que gatear. Lo importante es entender que llega un punto en el que ya no basta con escribir: hay que revisar, corregir, leer más y, sobre todo, crecer.

Ahora bien, los amantes y conocedores de este arte (La poesía ), deben tener claro que el día de ayer no es el de hoy. Los tiempos cambian, y con ellos cambian también las formas de creación, de lectura y de publicación. En la actualidad, gran parte de la poesía se difunde a través de las redes sociales, especialmente en Facebook. Y no son solo los jóvenes quienes lo hacen, también muchos escritores de renombre —nacionales y extranjeros— han encontrado en estos espacios una forma de compartir su obra. Esto ocurre, en gran medida, porque no existe un mercado editorial que dé seguimiento e importancia a tanta creatividad, por lo que los autores y autoras se ven en la necesidad de publicar su trabajo en busca de ser leídos.

En las redes sociales, los versos circulan con comentarios de todo tipo: positivos, negativos, entusiastas o destructivos. Pero, como siempre he dicho, el tiempo es el mejor jurado.

Recientemente leí un artículo del escritor dominicano Basilio Belliard titulado «La poesía, los poetas y las redes sociales» (publicado en Acento.com), donde plantea —parafraseando fragmentos de su trabajo— que entre los jóvenes poetas de hoy se percibe una prisa por publicar, un deseo urgente de dar a conocer su trabajo poético, lo cual a veces impide alcanzar la madurez formal y estética que la poesía exige. Y es verdad. Vivimos en una época donde todo se mide por la inmediatez, donde la reflexión suele perder terreno frente a la exposición.

Sin embargo, tampoco podemos negar que esta apertura ha permitido que nuevas voces encuentren espacio. Las redes sociales, con todos sus defectos, han democratizado la poesía: hoy un poema puede nacer en un pueblo pequeño y llegar en segundos a lectores de todo el mundo. Esa posibilidad antes era impensable, y es parte de los cambios inevitables que trae cada tiempo.

Belliard también aborda en su artículo otro tema de gran actualidad: el uso de la inteligencia artificial en la literatura. Y tiene razón al mencionarlo, porque es una realidad innegable.

La escritora dominicana Kianny N. Antigua hace unos días también escribió sobre el tema en su perfil de facebook. Sin su permiso y espero que me perdone: tomo un fragmento de su comentario, titulado: La inteligencia artificial y yo: «En lo que a mis mundos respecta, madre (profesora, creadora), consumidora, la IA no tiene cabida. No me interesa; tanto así, que me aleja de contenidos que pudieran parecerme interesantes».

Siempre habrán comentarios en favor o en contra, pero la realidad es que los nuevos avances tecnológicos, como este, llegan para quedarse. Es tan evidente que ya existen maestrías, diplomados y talleres dedicados al estudio y uso de la IA en el ámbito literario y académico en todo el mundo. Como toda innovación, tiene sus pros y sus contras. Es, por ahora, un tema lleno de tabúes y temores, pero tarde o temprano se volverá tan habitual que pasará a formar parte de lo cotidiano.

Con la aparición de la televisión ocurrió algo similar. El escritor argentino Ernesto Sabato, en su libro La resistencia, advertía sobre la llegada de una tecnología que podría acabar con el pensamiento crítico debido a la adicción de pasar horas frente a un aparato. Él dijo: «Nos quiten de ser una multitud masificada mirando aisladamente la televisión. Lo paradójico es que a través de esa pantalla parecemos estar conectados con el mundo entero, cuando en verdad nos arranca la posibilidad de convivir humanamente, y lo que es tan grave como esto, nos predispone a la abulia. Irónicamente he dicho en muchas entrevistas que “la televisión es el opio del pueblo”, modificando la famosa frase de Marx». En su tiempo, el creador de Sobre héroes y tumbas pensaba así, y hoy en día sabemos cuál fue el futuro de la televisión: una herramienta presente en casi todos los hogares del mundo, al igual que los inventos que le siguieron, como el celular y la computadora, entre otros.

Hoy el debate gira en torno a la inteligencia artificial; mañana será otra creación la que dé de qué hablar. La vida evoluciona, y con ella debemos hacerlo nosotros. Quien no evoluciona con su tiempo termina convertido en parte del pasado. Resistirse a los cambios es lo mismo que negarse a aprender. Sin embargo, eso no significa que esté totalmente de acuerdo con el uso que se le da actualmente a la inteligencia artificial. Considero que si alguien escribe una obra con IA, indicando lo que debe hacer, no se le puede llamar creador. El arte nace de lo profundo del ser humano, no de una inteligencia artificial, y quizás en ese punto radica el miedo que muchos le tienen a esta tecnología: está tan presente en nuestras vidas que asusta. Como maestro de escuela pública, que trabaja con estudiantes de primaria y secundaria, sé de lo que hablo.

Publicar es fácil; crear algo que perdure, no tanto. La verdadera poesía no nace de la prisa, sino de la paciencia, del trabajo y de la observación. Y aunque los medios cambien —del papel al muro digital o incluso a la pantalla de una IA—, lo esencial sigue siendo lo mismo: la honestidad con la palabra.

Al final, el tiempo, como dije antes, pone todo en su lugar. Los versos que nacen de la emoción momentánea pueden desaparecer con la misma rapidez con que fueron compartidos, pero la poesía verdadera —la que surge del esfuerzo, la lectura y la sensibilidad, aunque tenga sus debilidades— siempre encontrará su sitio, sin importar el medio, el autor o la época.

Gerson Adrián Cordero

Escritor

Gerson Adrián Cordero (Luperón, Puerto Plata, República Dominicana, 03/04/1991) es licenciado en Educación con mención en Letras, con diplomados en literatura, historia y cultura dominicana. Escritor, editor y promotor cultural, ha publicado novelas, poesía y cuentos. Es colaborador habitual de los medios digitales Acento.com y Alasunto.com. Además, dirige el Círculo Literario César Nicolás Penson y coordina el grupo Literatura Universal. Ha sido galardonado con el Premio Uneviano Nacional de Cuentos 2019 y fue reconocido como Joven Escritor del Año 2024 por el Taller Literario Virgilio Díaz Grullón de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

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