Con el auge de la inteligencia artificial, muchos entusiastas de las posibilidades casi ilimitadas de la tecnología de la información y la comunicación se han atrevido a vaticinar la desaparición de la educación presencial. Incluso, otros han sido más radicales, y han planteado que en menos de cinco años, los maestros seremos innecesarios para enseñar, por lo que pasaríamos a ser irrelevantes, para usar un término de Yuval Noah Harari, quien en su libro 21 Lecciones para el Siglo XXl había vaticinado que para el 2050 la mayoría de los oficios y de las profesionales actuales serán inútiles.
La semana pasada, Bill Gates declaró que con el desarrollo de la inteligencia artificial y la creación de herramientas tecnológicas como el ChatGPT, muchos profesionales serán innecesarios, por lo que desaparecerán. Hizo hincapié en los maestros, los cuales seremos innecesarios e irrelevantes antes de cinco años, según su visión de la educación. Ya Elon Musk hacía tiempo que venía desconfiando de la educación formal. Para Musk, para triunfar no hay que ir a la universidad. Puso como ejemplos de triunfadores que no necesitaron terminar los estudios universitarios a Bill Gates, Mark Zuckerberg y Steve Job. Cónsono con su línea de pensamiento, creó su propia escuela (o más bien antiescuela) para sus hijos y los de los ejecutivos de su empresa Spacex. Una escuela sin currículo, sin métodos formales, basada en la observación, el diálogo y la libre interacción de los participantes (aquí no hay alumnos) con los científicos e intelectuales. Una antiescuela para formar genios. De entrada, el nombre así lo sugiere: Ad Astras (hacia las estrellas).
¿Pero, qué concepto de educación tienen en sus mentes estos genios de la informática y la inteligencia artificial? Evidentemente que quienes piensan que los sistemas de inteligencia artificial (los chatbots, midjourney, y otros que vienen en camino), las fuentes en líneas, los videos, etc. pueden sustituir la educación formal y al maestro conciben la educación como simple transmisión de datos e informaciones. Reducen la educación a la información, y no a la formación. Esa concepción de la educación comenzó a ser superada desde la década de los años ochenta del siglo pasado, con el constructivismo, primero; y con el enfoque orientado al desarrollo de competencias, en la actualidad. Hoy más que erudición, la educación persigue elevar la capacidad de razonamiento y de investigación; fomentar pensamiento crítico, la creatividad y la competencia epistémica; e incentivar la aplicación del conocimiento en las distintas asignaturas, en el desempeño profesional y en situaciones de la cotidianidad.
Sin conocimiento científico no hay tecnología. Súmese también que la idea de que todo está en el ciberespacio es un mito.
Además, nuestros genios (no lo digo con intención despectiva), defensores de una educación sin escuelas ni currículo ni maestros, pierden de vista que la educación cumple roles fundamentales que solo se logran con la socialización. La alteridad, tan en crisis hoy, precisamente por el aislamiento a que induce la tecnología de la información y la diversión se logra con los otros (maestros y estudiantes); el desarrollo de liderazgo, necesita la convivencia con los otros; la validación de habilidades como la dicción, el dominio escénico, la escritura, la negociación, la resolución de conflictos, entre otras, necesitan el contacto con los otros en condiciones adecuadas; la maduración emocional es mejor en contacto con los otros; en fin, hasta los juegos eróticos (miradas, sonrisas, gestos, picardía, etc.) que se producen en el aula deben formar parte de la educación de los jóvenes. Hoy la educación emocional en el aula, con los estudiantes y los maestros, cobra cada vez más sentido.
A todo lo anterior, súmese que el aula, los laboratorios y el profesor favorecen la aplicación del conocimiento a las distintas esferas disciplinares, para producir ciencia, en las aulas y fuera de ellas. Sin conocimiento científico no hay tecnología. Súmese también que la idea de que todo está en el ciberespacio es un mito. No es usual que los libros especializados y actualizados estén disponibles en línea. Las reflexiones espontáneas de los profesores en las aulas, al calor del diálogo académico tampoco están en línea. Muchos docentes investigan y reflexionan mientras ejercen la docencia. El producto de sus actividades cognitivas se refleja en la calidad de su docencia. Por ejemplo, hay docentes que cuestionan sobre bases sólidas la teoría diática del signo linguístico planteada por Ferdinand de Saussure. Incluso cuestionan la teoría triádica del signo en general, de Charles Sanders Peirce. Le pedí al ChatGPT que me elaborara un ensayo crítico sobre la teoría del signo de Saussure, y por supuesto no hizo alusión a la doble cara del significante, que se ha planteado en las aulas. Con el tiempo, esas teorías llegarán al ciberespacio, pero habrá que esperar, lo que es indicador de que incluso para tener determinadas informaciones actualizadas y de calidad, los chatbots y otros sistemas creados por la inteligencia artificial no son suficientes.
El aula y el currículo sirven para graduar el acceso a las informaciones y la construcción y aplicación del conocimiento. Sin aula ni maestro ni currículo tendríamos muchos autodidáctas y dilectantes. Y ya se sabe que los autodidáctas suelen tener serios sesgos en su formación, pues solo estudian lo que quieren, y soslayan lo que deben saber, sino le gusta. Otro riesgo de la educación sin escuela ni maestro ni currículo es el diletantismo. Justamente lo que los amantes de la inteligencia artificial están criticando. Los dilectantes de hoy (coaches, influencers y comentaristas de las redes sociales) dan cátedras de todo sin ser especialistas de nada. Parte de su éxito es que lo trivializan todo y que impregnan su discurso de histrionismo, gracias y de un tono grandilocuente.
Los desafíos que nos está planteando la tecnología de la información y la comunicación a los maestros y maestras es acentuar la diferenciación con la inteligencia artificial. En el terreno de la búsqueda, de la mediación entre los estudiantes y los datos, de la organización y de la comunicación de las informaciones jamás la podremos igualarla. Ni es necesario. Quienes se aferren al viejo modelo que concibe al maestro como mediador y reproductor de informaciones quedarán en la orilla del desarrollo tecnológico. Es el momento de establecer métodos y estrategias docentes que impliquen una clara demarcación con los métodos y estrategias de los programadores de los sistemas que está produciendo la inteligencia artificial. Nuestros métodos, estrategias y actividades docentes tienen que propender al desarrollo de competencias en todas las áreas disciplinares, especialmente en las humanísticas, que son las más amenazadas. Es este el momento para profundizar en incentivar el pensamiento crítico, el pensamiento complejo, las competencias inferenciales, la originalidad, el apego a la ética, las habilidades de investigación científica, la valoración de la alteridad, la producción permanente monitoreada en las aulas, etc.
En definitiva, los medios de interacción, de información y elaboración de tareas que se están produciendo con la aplicación de los algoritmo y de la inteligencia artificial nos liberan de una parte de nuestra labor (la repetición de datos comunes y la de mediación). Liberado de algunas tareas, el maestro se puede dedicar a liderar el proceso docente; a reflexionar e investigar más; a preparar prácticas de metacognición y de aplicación del conocimiento; a estimular el diálogo académico en las aulas; a preparar eventos académicos para realizarse en el aula o en la institución (conferencias, congresos, seminarios, ferias culturales, lecturas, concursos, exposiciones, etc.); a propiciar que los estudiantes tengan un papel más activo y determinante. El profesor podrá organizar prácticas y estrategias que ayuden a los estudiantes a construir barreras cognitivas, epistémicas y de razonamiento lógico contra la invasión permanente de informaciones o a medias, de datos falsos o inexactos, de trivialidades y estulticias legitimadas como relevantes, y de realidades virtuales que se pueden confundir con la realidad real.
La inteligencia artificial, contrario a lo que suponen los genios de la tecnología de la información, afianzará el papel del maestro en el modelo educativo centrado en el ser humano integral y orientado a la construcción y a la aplicación del conocimiento. Además, acelerará el abandono del viejo modulo educativo centrado en la memoria, y orientado a la formación enciclopédica.