De los amigos escritores de mi generación, y más aún, de mis  compañeros de viaje en las letras de más larga data, en la batalla literaria, en el evangelio de las palabras y en el oficio de la escritura, Eugenio Camacho ocupa un lugar cimero. Siempre, desde nuestros primeros afanes literarios, y de nuestros años iniciales en Moca –de mediados de los años 80–, le decía “cronopio”, y él me decía –y me sigue diciendo—“cronopio de fama”, en alusión a la religión que practicamos desde que nos conocimos, pero que, hasta cierto punto, se ha hecho más secreta. Es decir, en el culto devoto a Julio Cortázar. Incluso, cuando era marxista, en mis años de izquierdista nostálgico, a cada libro que adquiría –o comparaba– le ponía Biblioteca Carlos Marx, hasta que caí en los brazos fantásticos y seductores de Cortázar, cuando cambié el nombre y le ponía a mis libros, Biblioteca Julio Cortázar. Salíamos a buscar los libros de Cortázar como sabuesos, es decir, sus cuentos y novelas (en especial Rayuela), poemas y ensayos).

Eugenio Camacho. (Fuente: Facebook).

A mi arribo a la ciudad capital, ya solo les ponía –y les pongo—a mis libros mi firma y la fecha, una vez que entran a mi casa-biblioteca. Con Camacho hacíamos cacería de libros en Santiago, y solíamos reunirnos, cada semana, en la casa-taller literario del poeta Pedro Ovalles, y, durante los días de semana, también lo hacíamos para hablar de libros y escritores. Conocí a Camacho (siempre le digo Camacho, nunca Eugenio), en la biblioteca de la Asociación Cibao de Ahorros y Préstamos, que estaba en la calle Rosario, frente a la Iglesia del mismo nombre. Debía ser 1987 o 1988. Yo lo vi justamente con un libro de Cortázar en las manos y él a mí con  un librito color azul, que parecía una caja de fósforo. Era El perseguidor de Julio Cortázar. Esa afinidad, coincidencia y pasión compartidas, nos hermanaron y amigaron, hasta el sol de hoy, entre idas y venidas de ambos, o sea, entre Moca y la ciudad capital, siempre en busca de libros y novedades editoriales. Él ya había iniciado antes que yo la escritura, y acaso, como escribía cuentos (ya había ganado premios y menciones de honor en la Alianza Cibaeña, de Santiago, luego en Casa de Teatro o Radio Santa María), y yo poesía, era más devoto de Cortázar que yo. En la capital, ya tomé otros derroteros de lecturas, aunque seguimos compartiendo los mismos gustos y veneración por los mismos autores. Solo que yo me incliné más –además de por los escritores– por los filósofos, por mi carrera de filosofía y letras. Y porque conocí en la Universidad, a profesores y estudiantes amantes de la filosofía. Además, porque, desde mis años en el liceo, quería estudiar filosofía o sociología, acaso por influencias de los pensadores marxistas. Camacho siempre ha sido un enorme lector, sobre todo, de narrativa y ensayo, géneros que cultiva con soltura y competencia. Sin embargo, ha sido más reticente a escribir, y más aún, a publicar, acaso por un sentimiento de autocensura y por auto exigencia, rasgos que están, pienso, por debajo de su formación cultural e intelectual.

Eugenio Camacho. (Fuente: Facebook).

En 2007, Camacho publicó su primer libro. Lo tituló Melodía del cuerpo presente. Se trató de una obra de cuentos fantásticos, en la línea de Cortázar, cuyos primeros libros, Bestiario y Las armas secretas, marcaron con fuego su sensibilidad y sellaron con oro, su imaginación fantástica. Así, vemos a Camacho situado, junto con sus personajes, en una atmósfera de fantasía, en la que los sueños se confunden con la realidad y la magia con la imaginación creadora. De prosa imantada por la fantasía onírica y de estilo matizado por lo lúdico, Camacho, desde entonces, ha venido leyendo y creándose –o creando– un mundo narrativo, donde la “alquimia verbal” se intercambia y se mezcla con la ficción y la historia. De sus experiencias de lectura, y de su cultivo temprano, navegando en las aguas del cuento fantástico –entre Cortázar, Borges, García Márquez, Carpentier, Rulfo, Onetti o Fuentes–, Eugenio Camacho (Moca, 1963), ha venido articulando su discurso narrativo y fundando un universo ficcional, que oscila entre la realidad verbal y la fantasía imaginaria. Teórico del cuento y la novela, crítico de narrativa y escritor de artículos lúcidos y enjundiosos, este autor mocano, siempre nos sorprende por su capacidad de penetración en los vericuetos y laberintos técnicos de las tramas y las intrigas de las novelas y los cuentos, que interpreta, con agudeza interpretativa, competencia, sensibilidad y capacidad analítica. Esta posibilidad acaso provenga no sólo de sus lecturas de narrativa, sino también de teorías narrativas y de narratología y, sobre todo, porque además, escribe cuentos desde sus años iniciáticos.

En su libro de microrrelatos, Bestiario mínimo, Eugenio Camacho Silverio crea y recrea un mundo de fantasías lúdicas, poblado de animales, aves e insectos, es decir, una zoología fantástica. De ahí que vemos mosquitos, perros, lechuzas, gaviotas, ruiseñores, ratones, mariposas, cocodrilos, caballos, escarabajos, grillos, gallinas, gacelas, hormigas, gatos o dragones. En fin, un bestiario de seres reales e imaginarios a la manera del Manual de zoología fantástica (o Libro de los seres imaginarios) de Jorge Luis Borges. De todos los animales, que habitan el universo natural de Eugenio Camacho, el perro ocupa un espacio vital, en su sensibilidad imaginativa, de preeminencia obsesiva. En su mundo de símbolos narrativos, vemos círculos mágicos, laberintos fantásticos, que actúan como recursos de lo real-fantástico, lo real-maravilloso o del realismo mágico. La caja china y el dato escondido, como procedimientos narrativos, también participan como ejes y mecanismos de ficción, expresados en la idea del sueño dentro de otro sueño o una anécdota dentro de otra: lo dado o hecho, lo que se esfuma y lo que se disipa en fantasía de la imaginación. Así pues, lo desconocido, lo evanescente, los hechos, las situaciones y los sucesos, se vuelven fantasías mentales de lo verosímil. La fábula se transforma en género, que trasciende lo infantil y se convierte en piedra angular de su mundo narrativo, donde el animal y el hombre se confunden, en su relación natural, es decir, entre la naturaleza y la sociedad. De este modo, el perro se vuelve protagonista de la mayor parte de sus microrrelatos. En efecto, la historia universal se convierte en fuente de inspiración frente a la memoria personal, que se hace evocación inmediata de su reino familiar. Camacho recrea en este libro un mundo de epidemias, leyendas e historias reales, que se convierten en ficciones fantásticas y en microrrelatos. La curiosidad o el detalle más nimio, lo transfigura en materia prima de cada trama, la cual trasciende la mera anécdota contada, oída o vivida, en sueños que se confunden con pesadillas y viceversa. Es decir, el despertar real y el sueño insomne de lo fantástico.

Eugenio Camacho (Fuente: Facebook).

Arqueólogo de los sueños, entomólogo de la realidad y fabulista del presente, Eugenio Camacho apela a la historia y sus enigmas y a la biología y sus misterios para crear o, más bien, recrear pequeñas historias domésticas o sucesos reales a los que le inyecta fantasía, pero siempre pegado a las “leyes de la verosimilitud”. Azar y juego, lógica imaginaria y fantasía, caos y orden natural, o diálogo con los dioses –o con dios–, con los héroes literarios o con los muertos: violencia, crueldad, estética del horror o la perversidad inverosímil. El suicida y el criminal se intercambian, en su mundo de ficciones, y son, en cierto modo, protagonistas de su mundo bestial. Es decir, vemos la relación dios-hombres y hombre-animal. El mito bíblico y los mitos griegos sirven de espejo o reflejo de sus temas y sus trasfondos fantásticos. En su mundo imaginario hay una metafísica entre el despertar y la vida dormida, el sueño y la vigilia, la realidad y la fantasía, la locura y la razón. Asimismo, supersticiones, leyendas, mitos cotidianos y familiares: historias urbanas y rurales, fábulas, y la relación del hombre con la naturaleza y los animales. Así, pues, las aves, los animales, los insectos, los pájaros y los mamíferos se confunden, en un mismo mundo de fantasías e ilusiones. También hay, ex profeso, una confusión entre el mundo del sueño y el mundo real, como una trampa o guiño al lector.

De igual modo, está la culpa cristiana de los personajes con la conciencia y la memoria. Los asuntos humanos frente a la mirada de los dioses, los actos del hombre del mundo telúrico con la vida eterna y celeste. El asesino y el suicida, el criminal y el fabulista se expresan obsesivamente, en un espacio fantástico e imaginario, producto de la invención del yo omnisciente o de personajes narradores de estas minificciones, que representan el decorado simbólico de un bestiario de la fantasía, de lo absurdo, del horror y del humor negro, del cinismo y la sordidez.

Este Bestiario mínimo (Armargord, Madrid, 2022) representa la invención de un mundo en miniatura, llevado a una expresión minimalista, a una mínima factura expositiva y a una economía narrativa, pero con dimensiones fantásticas, en las que cada microrrelato, abarca universos autónomos. Esta obra –reitero– es una colección de micro narraciones sobre animales reales o imaginarios, cuyas tramas se remontan al presente o al pasado, antiguo o medieval, o a su memoria cotidiana, inmediata o mediata. Camacho, no sin enorme maestría, logra explorar, en el territorio de lo absurdo de la cotidianidad, usando criaturas fantásticas, en la mayoría de los casos. No moraliza ni filosofa. En cambio, describe y cuenta historias mínimas, llenas de símbolos, vicios y virtudes, que nos sobrecogen, atormentan y conmueven, por su componente absurdo, humorístico o fantástico. Todos estos breves textos nos dejan una sensación de extrañeza y desconcierto. Y se debe a su énfasis y matiz en la dimensión fantástica de la vida cotidiana.

Basilio Belliard en Acento.com.do

Basilio Belliard

Poeta, crítico

Poeta, ensayista y crítico literario. Doctor en filosofía por la Universidad del País Vasco. Es miembro correspondiente de la Academia Dominicana de la Lengua y Premio Nacional de Poesía, 2002. Tiene más de una docena de libros publicados y más de 20 años como profesor de la UASD. En 2015 fue profesor invitado por la Universidad de Orleans, Francia, donde le fue publicada en edición bilingüe la antología poética Revés insulaires. Fue director-fundador de la revista País Cultural, director del Libro y la Lectura y de Gestión Literaria del Ministerio de Cultura, y director del Centro Cultural de las Telecomunicaciones.

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