“Dicen los libros en que se registra la historia del mundo, en esos libros escritos en letras de oro muy fino sobre piedra y tierra seca, que la ciudad de Matusa fue construida antes de que el tiempo empezara a caminar.”

De esta forma singular, Eladio Ramos inicia su historia, en donde nos muestra una imaginación que contagia. Con gran creatividad, ha logrado una trama única, empleando como personaje principal a un elemento quizás poco conocido para la mayoría de los niños de este tiempo: el reloj de sol. Este lleva por nombre “Soli”.

Imaginemos, junto al autor, cómo sería la vida si no hubiera forma de conocer las horas, si no nos manejara el tiempo. Mientras narra, Ramos describe cada detalle: el de la forma de columna que el reloj tenía, o que estaba ubicado en el centro de la plaza y cómo el sol iluminaba sus caras “de rato en rato”.

Eladio nos habla de lo importante que esta especie de monumento era para el pueblo ya que, “al conocer la hora exacta, las familias cumplían con sus deberes en los momentos cuando les corresponde”.

Hasta que ocurre lo inesperado, una fila de preguntas corriendo como los segundos de un reloj: ¿Qué hacer si el sol no sale? ¿Qué pasaría si las nubes y una lluvia constante durante semanas no dejaran ver su luz?  ¿Cómo podría el reloj marcar las horas sin ella? Por causa del mal tiempo, “la gente no sabía la hora y andaban un poco despistados”.

Sin embargo, el conflicto se transforma en una solución, ya que, en el cuento, el mismo reloj se las ingenia para volver las vidas a la normalidad, poniéndose a tararear y cantar algunas canciones, aprovechando el sonido del viento sobres sus agujas.

Canciones como: “Aunque no está la luna, ya llegó la una/ Como leche y arroz ya llegaron las dos/ Pan, chocolate y café, ya llegaron las tres”, ayudaron al pueblo a contar de nuevo sus tiempos, cantando desde sus casas hasta que “todo el pueblo se llenó con las melodías que el viejo Soli entonaba”.

Tan creativo como este personaje, es nuestro autor que, con una historia diferente, no solo entretiene y fluye de principio a fin, sino que, de una forma sutil, y quizás sin proponérselo, invita a reflexionar, a ser curiosos y a hacerse preguntas.

Nos invita a dar un vuelco a las dificultades y transformarlas en una razón para cantar, como lo hizo el reloj Soli, hasta que se vuelva un hábito, como sucedió con los habitantes del pueblo:

“Cuenta la historia que, todos los días a las seis, los niños del pueblo de Matusa se reúnen alrededor del viejo reloj de sol para despedirlo y cantar con él la canción de Mambrú.”

Celebramos con Eladio Ramos su historia, y apostamos por muchas más como ésta, en donde la imaginación no tenga límites, traspasando las barreras, aun las del tiempo y de la edad.

Ramos, Eladio. El viejo reloj de Matusa. Ediciones CP. 2017

Ilustraciones por Gabriel Núñez