La danza de la locura y la cordura puede ser contagiosa y al mismo tiempo tentadora. El dilema no está en saber qué bailarás, sino con quién lo harás. Ese vaivén rítmico de los pies podría determinar quién tiene la voz de mando en la interpretación de la pieza. Pero, ¿qué tal si esa lucha que creemos que existe entre estos dos estados del ser humano no es más que una danza bien coordinada y ensayada? ¿Y no una guerra por el control absoluto?

Cervantes, en una de las obras más sublimes de todos los tiempos, nos presenta a un personaje tan excéntrico y desacostumbrado que nos hace pensar que, tal vez, la locura es un cierto placer que solo el loco conoce y que pocos se atreven a arriesgarse a explorar. El Quijote, más que un simple hombre apasionado por las historias de caballería, es una figura que nos adentra en un dilema: si la lucidez y la razón son rivales a muerte o, más bien, hermanas de padres diferentes.

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Miguel de Cervantes.

Cuando examinamos las aventuras del Quijote y vemos más allá de sus peculiares imaginaciones, podemos encontrar a un hombre que también tiene tiempo para filosofar sobre las cuestiones más importantes de la vida. Al igual que los grandes sofistas de la antigüedad, tiene un discurso para esos problemas universales que roban la paz de la humanidad.

Esto se evidencia claramente en muchos fragmentos del libro. Por ejemplo, en la Primera Parte, Capítulo LVIII, encontramos a un Quijote enseñando a Sancho sobre el estado en que todos siempre queremos estar: la libertad. Al respecto dice: "La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre. "Por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida".

Si examinamos este fragmento, inmediatamente percibimos que este hombre no estaba aislado de las verdades de la vida. Dentro de su locura, la razón trepaba los muros de su conciencia.  No estaba por encima de su aventura, pero tampoco por debajo de ella. Más bien, era un constante "tú me das y yo te doy".

Pero, ¿qué sabía el Quijote de la razón si era un hombre sin sesos, como decían sus contemporáneos y allegados? ¿No es irónico que un loco sea consciente y reconozca al dador de esta virtud? Este mismo dice: "Primeramente, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio, no podrás errar en nada. Has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Y

"Conociéndote, sabrás que eres polvo y que al polvo has de volver" (Segunda Parte, Capítulo XLII).

Es difícil descodificar la idea de que los momentos de falta de lucidez podrían cargar tan gran peso de razonamientos. El Quijote nos hace reflexionar sobre temas que, en la actualidad, necesitamos de un psicólogo para recordar o, en el peor de los casos, encontrar nuestra identidad. Nos recuerda que el conocimiento intrínseco de quiénes somos nos ayudará a mantenernos en el lugar donde deberíamos estar. Sí, suena loco que un loco no esté tan loco como parece.

Este Quijote no solo sabía reconocer a un Dios dador de la sabiduría, sino que se denominaba un amigo fiel de la justicia. Aunque su idea de justicia estaba regida por parámetros muy particulares, su sentido era tan poderoso que supera muchos de los grandes motivos de nuestro tiempo. Instruyendo a su escudero Sancho, dice respecto a la justicia: "Cuando pudieres y debieres poner la equidad, no cargues todo el rigor de la ley al delincuente, que no es mejor la fama del juez riguroso que la del compasivo" (Segunda Parte, Capítulo XLIII).

Cuando cambiamos el foco de nuestra visión, podemos percibir otros aspectos de nuestra pintura. Incluso podríamos razonar que necesitamos ser los anfitriones de esa danza entre la cordura y la locura. Ser Quijotes en ciertos momentos de la vida nos invita a lanzarnos en las aventuras que nuestro ser anhela para sentirnos libres y plenos. Siempre siendo Alonso Quijano, nos destinamos a estar encerrados en las opiniones y pensamientos de los demás sobre quiénes realmente no somos.

Esto no significa que Cervantes nos aconseje vivir una vida desenfrenada y sin control. En una conversación con un cabrero, el Quijote reflexiona sobre la diligencia que debemos mostrar respecto a nuestras virtudes y el honor: "La virtud es el camino recto que por senda estrecha lleva al hombre a la bienaventuranza, y al caballero andante, por camino de trabajo y fatiga, a la gloria de la inmortalidad" (Primera Parte, Capítulo XIII).

El Quijote también defiende la posibilidad de encontrar verdad en lo improbable, invitándonos a un análisis más abierto y menos prejuicioso del mundo. En el siguiente fragmento dice: "El hacer disparates no está en andar buscando aventuras, sino en que se tomen por burlas las que pueden ser verdades". Esto nos enseña a un loco que sabía encontrar placer en sus aventuras sin esperar la aprobación de los demás, porque entendía que, si él las comprendía y se deleitaba en ellas, era más que suficiente.

Por eso afirma: "Cada uno es artífice de su ventura, y el hombre puede ser lo que quisiere, si tuviere ánimo para quererlo" (Segunda Parte, Capítulo X). Palabras que evocan a Quevedo y Góngora; esta frase, aparentemente sencilla, contiene un mensaje profundo y complejo sobre la paciencia y la realidad. Nos lleva a reflexionar si realmente estamos locos o cuerdos, o si sólo evitamos el encuentro inevitable de estos dos amores destinados desde la fundación del mundo.

Si profundizamos más en esta dualidad, es posible que cada lector encuentre un reflejo de sí mismo en el Quijote. Vivimos en una sociedad que constantemente busca definir lo que es "normal" o "racional", pero olvidamos que las grandes ideas que han transformado al mundo nacieron de individuos que parecían estar fuera de los límites de lo convencional. ¿No fue acaso esta misma locura la que permitió a Galileo desafiar las creencias de su época o a Van Gogh crear obras inmortales?

En este sentido, el Quijote se convierte en un recordatorio de que la verdadera genialidad y la pasión no siempre encajan en moldes preestablecidos. A menudo, quienes se atreven a pensar diferente son etiquetados como locos por una sociedad que teme lo desconocido. Sin embargo, como demuestra el caballero de la triste figura, la locura puede ser una herramienta para encontrar una verdad más profunda, una que no está limitada por las barreras de la lógica convencional.

Además, Cervantes nos plantea una cuestión inquietante: ¿es mejor ser completamente cuerdo y vivir atrapado en la monotonía de la realidad, o permitirnos soñar, aunque eso signifique alejarnos de lo que otros consideran "razonable"? Al explorar esta pregunta, no solo cuestionamos al Quijote, sino también nuestra propia vida. ¿Qué aventuras estamos evitando por temor al juicio ajeno? ¿Qué sueños hemos dejado de lado en nombre de la prudencia?

La locura no siempre es signo de falta de sensatez. Leer mucho también puede enloquecer, así que disfrutemos de la danza de estos dos amores peculiares que no podemos separar, pero que sí podemos acompañar al ritmo de la música. Muchas veces somos Quijotes escondidos en Alonsos Quijano, con una reputación que cuidar. No está mal ser Alonso y ser Quijote, el Caballero de la Triste Figura. Tal vez necesitemos una Dulcinea del Toboso y aventuras que emocionen nuestras vidas. Así podemos ser lococuerdos, pero con felicidad y verdadera plenitud.

Bibliografía

Cervantes de Saavedra, M. (2019). El Quijote de la Mancha.

Yanet Destine

Estudiante de lengua y literatura

Yanet Destine es estudiante de la Licenciatura en Lengua Española y Literatura en el Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña.

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