
Llegó en onda rayo. Dicho en español sería más simple que un grano de arena: “El amor es todo”. Pero el “Liebe ist alles” de Rosenstolz era, es, seguirá siendo lluvia.
Vuelvo al ex dúo berlinés porque encontraron a su cantante Anna R. ya ida para siempre en su apartamento de Berlín-Friedrichshain.
De nuevo las viejas historias. Como cuando Amy Winehouse o Dolores O’Riordan, la de The Cranberries. ¡Qué manera de irse! ¡La hostia, tío!
Recupero la simpleza en la piel de una cáscara, una hoja seca, la factura que después de veintiún años no sabes ya para qué sirve, salvo que guardas todos tus papeles.
¿Hay que explicar esa zona rosa, simple, volátil, güera, fresa, tonta, que siempre tendremos?
¿Renegar de “Dancing Queen”, de “La nave del olvido”, hasta de cualquier porquería de Roldán?
Tú también eres lo que escuchas, y lo que me timbra por lo general ha salido de las noches, los bares, el vértigo, mis fantasmas cada vez más, más agresivos por ese estar subiéndose en todas las mareas, los abrazos de mis amistades que me desvelan tanto porque son la vida, tan necesarios como un maniquí en el Mercado de Villa Consuelo.
Rosenstolz fue un dúo berlinés que “al tiro”, como dirían los chilenos, se convirtió en ícono de la comunidad LGBT, y muchísimo más. Con ellos nos disparábamos detrás de un Techno-Camión en la Love Parade o en cualquier antro de Prenzelberg.
Anna-B, o mejor, Andrea Rosenbaum, su cantante, tenía esa fragilidad en la que sucumbes. Oírla era dejar que tus palabras se congelaran en los próximos tres o cuatro minutos. Tan cerca y tan lejos. Y en mi Ost-Berlin.
“Ich bin mein Haus” (“Yo soy mi casa”) fue asomo a la gran filosofía: yo soy mi casa, soy mis libros, ¡soy hasta mi bote aunque yo no tenga ni tendré ningún jodido bote! ¡Oye tío, la leche! Era como aquella vieja canción también berlinesa, "Meine Heimat", "Mi patria", que son los bosques, el aire.
Hace algunas semanas que Roland Kaiser, una especie de abuelo de la canción alemana, incluía “Liebe ist alles” en su disco “Marathon”. De nuevo el vértigo, una cerveza que tenía aparcada como cinco semanas en la nevera, el lanzarse a todo pulmón por esas pistas por donde los ángeles a veces regresan, chamuscados. “El amor es todo, el amor es todo lo que necesitamos”. ¡Terrible en español! Se siente como ir a una clase de algún nieto de Paulo Coelho o Antonio Gala o leer a Pablo McKinney en una parada de Caribe Tours. ¡Oh Dios, y la virgen!
Porque sí: porque hay canciones tan elementales como un vaso de agua, ¡pero un vaso de agua que tomas hasta reventar! Te deslizas, buscas cualquier cosa en la nevera, bajas en la Línea 8 hasta Neuköln o regresas por el elevado de la Kennedy, y te resistes al “off” inevitable.
Pero sí: “Liebe ist alles, alles was du brauchst“. Amor será todo lo que necesitamos.
¡Pero sí, Anna-B, vamos a dejarlo ahí, el amor es todo!
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