La novela El Procurador, de José Miguel González Rossi, fue puesta en circulación el jueves 4 de diciembre en el Paraninfo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y presentada por el escritor, abogado y político Daniel Beltré. Se trata de una obra breve —seis capítulos y 76 páginas—bajo la dirección de la editorial Santuario.
Es una obra de ficción escrita con arrojo y valentía, basada en hechos reales. Más que una simple narrativa, es una denuncia, una crítica a la manipulación de los hechos con el fin de conseguir resultados que, a la larga, terminan explotándole en la cara a quienes urdieron cualquier entramado. El lector inevitablemente relacionará la novela con acontecimientos del pasado reciente en un país latinoamericano.
La historia navega dentro de los intríngulis de la elección —por parte del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM)— de las más altas esferas del poder judicial, donde lo político incide de manera decisiva. La trama principal expone la falsa escogencia de organismos vitales para la convivencia ciudadana y la libertad intrínseca de los individuos. La pregunta es: ¿hasta dónde es posible llegar para lograr un objetivo, aun si ello significa permear y corromper instituciones?
El autor, José Miguel González Rossi, despliega en la voz narrativa una prosa florida, metafórica y vibrante, a veces incluso descompuesta. Su estilo es sagaz: combina realismo, ironía y un simbolismo épico que, en ocasiones, eleva el conflicto a una dimensión casi mitológica.
Argumento y trama
La historia gira en torno a un Procurador General de la República, ambicioso y hábil manipulador, aparentemente con la anuencia del presidente de turno. Ambos, junto a otros miembros de la magistratura, maniobran para incidir en la elección de la más alta corte del poder judicial. Para lograrlo, intentan destruir públicamente la reputación de una jueza de reconocido prestigio, símbolo hasta ese momento de integridad incuestionable.
En la novela, el conflicto central emerge en la fase de preparación y ejecución del plan para desacreditarla. La operación tiene lugar durante la audiencia del Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), órgano clave para los nombramientos judiciales. Allí, El Procurador lanza acusaciones severas: se le atribuye a La Jueza la posesión de una mansión inexplicable, vínculos con el narcotráfico y relaciones con implicados en el caso Odebrecht. Escuchas telefónicas ilegales y alteración de evidencias forman parte de la campaña de descrédito.
Un reportaje periodístico que desmonta los argumentos del Procurador se convierte en el punto de quiebre, revirtiendo el impacto inicial causado ante la opinión pública sobre la hasta entonces impoluta jueza.
Evidentemente, La Jueza es descartada para ocupar el cargo en las altas cortes. La novela culmina con un reordenamiento del poder político, la caída de El Procurador y la instauración de un nuevo orden judicial, donde La Jueza asume como Procuradora General, iniciando lo que se denominó —de manera sugestiva— “una procuradora independiente”, un mote que más tarde se convirtió en solo una palabra más dentro del discurso político.
Estructura narrativa
La novela está narrada en tiempo pasado mediante un narrador omnisciente. Su estructura es tradicional y sólida: inicio, desarrollo, clímax y desenlace, distribuidos en seis capítulos.
En los primeros capítulos se presenta al protagonista (El Procurador), su entorno de poder y el plan orquestado contra La Jueza. Se establece un conflicto donde lo político y lo judicial se entrecruzan.
En los dos capítulos siguientes se detallan los pormenores de la audiencia en el Consejo Nacional de la Magistratura. Aquí comienzan las tensiones, cuando inicia el “interrogatorio” a la jueza aspirante a un cargo más elevado. El momento más álgido ocurre cuando El Procurador lanza sus acusaciones, poniendo a La Jueza en una situación incómoda. Ella, con la serenidad almacenada en la amígdala del lóbulo temporal, dispara una frase lapidaria:
“Si esto fuera de doble vía, hablaríamos de usted”.
Fue un acto de resistencia y un desafío directo.
En el quinto capítulo, un giro inesperado rompe el statu quo político, dando paso a un escenario donde los vientos comienzan a soplar en contra de El Procurador y de su organización. Buscando salvarse, apuesta por que su sucesor sea su amigo y cachanchán, el Dr. Bizante Vistavalmar, pero sus cálculos fallan.
En el último capítulo, digno de cualquier relato de ficción, la llegada de nuevos inquilinos a la casa presidencial acelera la caída de El Procurador. La Jueza asciende a la posición que él ocupaba, y lo que sigue ya forma parte de las crónicas de esa república isleña.
La estructura está manejada con acierto: mantiene el ritmo y la expectativa del lector hasta el desenlace, en una historia de conspiraciones y estrategias políticas envueltas en marrullería baja y antidemocrática.
Esta vez, el bumerán regresó a las manos de El Procurador, quizá impulsado por el nuevo supremo de la casa presidencial.
Estilo y lenguaje narrativos
La obra maneja un lenguaje diverso y contrastante que la enriquece: mayormente formal, pero con incursiones irónicas, coloquiales e incluso vulgares cuando aluden a la intimidad y exponen la doble moral de figuras encumbradas.
La formación poética del autor emerge en múltiples pasajes mediante metáforas de resonancia mitológica que contrastan con la crudeza del realismo narrativo.
Conclusión
Una historia de impacto social
El Procurador es una historia surgida de las entrañas mismas del poder político. Desvela las tramas que se tejen en la oscuridad institucional para obtener resultados sin importar a quién se destruya en el camino. La novela funciona como un espejo donde cualquier individuo —sin importar cuán encumbrado esté— puede verse: quien hoy está arriba, mañana puede caer, y quien está abajo puede ascender.
Sus imágenes potentes y metáforas convierten un tema conocido en un relato que atrapa y motiva a la reflexión. Ofrece una lectura que humaniza los conflictos y enfrenta al lector a realidades de fuerte impacto crítico.
José Miguel González Rossi, con El Procurador, deja ver sus garras narrativas bien afiladas —garras que por momentos parecen rayos láser— capaces de desentrañar las interioridades del poder y exponerlas sin piedad. Es un narrador sagaz, intrigante y descriptivo, que integra recursos exóticos y místicos con tonos diversos, logrando una lectura apasionante que empuja al lector hacia el desenlace.
Es una novela breve de profundo impacto social, narrada con imágenes poderosas.
En tiempos en que la democracia y el Estado de Derecho enfrentan constantes desafíos, esta obra invita a reflexionar críticamente sobre el poder, su ejercicio y las fuerzas que deberían salvaguardar la justicia y la ética pública.
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