Las reacciones de algunos lectores, especialmente de colegas de labores académicas, han motivado una relectura a las obras de Wittgenstein para comprender que en sus primeros años, este importante filósofo creyó haber resuelto los grandes problemas de la filosofía del lenguaje con una sola idea que ya hemos repetido por todas partes: "los límites de nuestro mundo son los límites de nuestro lenguaje".

Este enunciado forma parte del contenido del Tractatus Logico-Philosophicus (1921), en cuyas páginas también sostuvo que solo tienen sentido las proposiciones que pueden representar hechos del mundo de manera lógica. Por ejemplo, decir “la nieve es blanca” tiene sentido; pero decir “el alma es inmortal” no, porque no puede verificarse ni representarse como un hecho algorítmico.

Desde esa perspectiva, hablar de ética, arte o religión no sería incorrecto, pero sí inútil desde el punto de vista del análisis lógico-positivista que orientaba la visión inicial de nuestro autor. De esta forma de subsumir el mundo se desprende el también célebre enunciado con el que cierra su sentencia: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse” (LW, 1921).

No obstante, nuestro autor no siempre sostuvo esa vetusta conclusión. Más de veinte años transcurrieron para que cambiara sustancialmente de postura, en tanto pensador resiliente que demostró ser.

En Investigaciones Filosóficas (1953), parece que nuestro autor renuncia a la idea de que el lenguaje tiene una única forma lógica, ya que, en su lugar, propuso que el lenguaje funciona como un conjunto de “juegos”: formas diversas de hablar que dependen del contexto, la intención y la cultura; sobre todo, porque no hablamos igual cuando damos una orden, contamos una historia, resolvemos un problema o expresamos amor. Es decir, no existe una única lógica universal del lenguaje, sino muchas formas de expresiones que se materializan en los textos orales, escritos, pintados, filmados, etcétera.

Este giro, a mi modo de ver, es más que una rectificación: es una transformación profunda. Ya no se trata de trazar límites entre lo decible y lo indecible, sino de observar cómo usamos el discurso en la vida real. Como dice Ludwig Wittgenstein: “el significado de una palabra es su uso en un contexto” (par. 43).

Curiosamente, esta visión encaja mejor con lo que hoy entendemos por inteligencia artificial generativa (IAG). Modelos como ChatGPT no funcionan según una lógica rígida del lenguaje, sino a partir de enormes corpus de ejemplos en los que la lengua ha sido usada en múltiples contextos. Estos sistemas, como Wittgenstein en su segunda etapa, no necesitan saber qué es una “verdad lógica” para generar lenguaje útil, coherente o expresivo. Aprenden —similar a los humanos— por exposición a usos diversos, no sólo por reglas absolutas.

Por lo tanto, el giro de Wittgenstein anticipa una idea que hoy la inteligencia artificial pone en práctica: el lenguaje no representa solo el mundo, sino que también crea mundos posibles según cómo lo usamos, por lo que, se reafirma la tesis que motiva mi lectura de este autor, a saber:

"La capacidad únicamente humana del lenguaje es ilimitada, por lo que, reitero a mis amigos lectores, y ahora con mucho más argumentos, que el lenguaje no limita el mundo de ningún sujeto. Todo lo contrario, lo expande. Lo que limita el mundo de un sujeto son sus dogmas, etcétera". ¿De qué forma? (CONTINUARÁ)

Gerardo Roa Ogando

Profesor universitario y escritor

Gerardo Roa Ogando es Decano de la Facultad de Humanidades, de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Es doctor en Filosofía del Lenguaje, con énfasis en Lingüística Hispánica. Magíster en Lingüística Aplicada; Máster en Filosofía en un Mundo Global y Magíster en Entornos Virtuales de Aprendizaje. Es Profesor/Investigador adjunto, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Director de la Escuela de Letras en la Facultad de Humanidades, y profesor de Análisis Crítico del Discurso (ACD) en el posgrado del área de lingüística en dicha universidad. Miembro de número del Claustro Menor Universitario de la UASD desde el año 2014. Algunas publicaciones: “Taxonomía del discurso” (libro, 2016); “La competencia morfosintáctica” (libro, 2016); Redacción Académica (2019, libro); Lingüística cosmológica (2013, libro); “Cuentos del sinsentido” (2019, libro);

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