Madrid- España, madrugada del 22 de junio del 2024. En efecto, así ha ocurrido. Sucedió al filo del mediodía del 21 de junio, teniendo como protagonista central a la novela Luces de alfareros, de la escritora dominicana Ana Almonte, que devino en tener doble ceremonia de puesta en circulación.
Los actos de la primera presentación pública de la singular y aclamada novela por la crítica española especializada, empezaron en la Ciudad del Tormes, que es también lugar privilegiado en lo que toca al superior fino conocimiento y cultivo del arte y el hacer literario artístico y edificante pues, es cede de esa vetusta institución académica que disputa, junto a Bolognia, en Italia, la primacía de universidad más antigua de occidente, me refiero a Salamanca, a Salamanca de España, del Lazarillo de la genial ficción y del filósofo poeta, real y genio, el maestro Miguel de Unamuno y Jugo, quien nacido vasco, encendió aquí, en esta otra tierra, el divino fuego de su exquisito y productivo complejo saber.
La primera ráfaga de Luces de alfareros al ruedo literario en plaza española, como antes dije, aconteció a las 12 del medio día del 21 de junio del presente año, en el Teatro Irlandés, presentada por el escritor dominicano Dr. José Enrique García, pleno gestor del evento literario cultural, con la dación alternativa de Doña Julia de la Rúa, en representación de Araña Editorial, prestigiosa empresa del sector libro en físico, que tuvo a bien la publicación de la novela, atendiendo a los peculiares e inéditos méritos de esta obra, seleccionada de entre docenas de propuestas que llegan cada año a la empresa editorial de referencia.
Entre los aciertos que hacen única a la novela Luces de alfareros, de Ana Almonte, la señora De la Rúa, ha destacado que (cito): “… forma parte privilegiada de una generación de escritores jóvenes hispanoamericanos a quienes habrá de tomarse en cuenta desde el continente europeo, en particular desde España, puesto que esta literatura articula, apropiadamente, las nuevas voces y los nuevos acentos de nuestra lengua transcontinental y cultura en los corrientes tiempos. Esta novela nos representa, digna y poderosamente, en cualquier lugar del mundo”.
Cuatro días adelante, el 25 de junio, Luces de alfareros viajaba a Madrid, primera capital del reino español para ocupar los salones del Espacio Cultural Abierto, próximo a la legendaria estación de Atocha y del museo Reina Sofía, a la 7 de una tarde veraniega, aún soleada. Abarrotado de un público entusiasta, en aquel espacio, se reunieron fundamentalmente escritores e intelectuales quienes, agotadas las sillas del convencional aforo, fueron usando de asientos hasta los escalones de acceso al acogedor lugar.
Hicieron uso de la palabra, además del poeta, escritor y maestro José Enrique García, la comunicadora Yuly Arroyo, directora de la revista Quisqueya News, quien destacó, la consciente y comprometida pasión con la que Ana Almonte acomete el acto literario, ya como lectora, como estudiosa investigadora o como escritora; y el crítico de arte y literatura Eduardo Jaudenes Salazar, director de Artedei- Alianza Hispánica, quien leyó un enjundioso análisis, en el que hace resaltar de manera enfática el mérito de constituir, Luces de alfareros, una de las más sobresalientes obras narrativas de la lengua española en los últimos 10 años.
Por su parte, el distinguido escritor y académico Jorge Urrutia, ex presidente del Instituto Cervantes de Madrid, amigo del pueblo dominicano y profesor de quien ahora escribe esta crónica durante nuestros estudios doctorales en la Universidad Carlos lll de Madrid, puntualizó sobre Luces de alfareros, lo siguiente: “es la lengua española puesta al día”…es ese “barroco americano” pero con la frescura de ahora.
Y encuentra Urrutia semejanza en la novela de Ana Almonte con lo mejor de un José Lezama Lima, con Tirano Banderas, de Del Valle Inclán y con La guerra gauchesca, de Lugones. Dice el también miembro de número de la Real Academia Española de la Lengua que en esta novela hay un remozamiento del castellano.
Urrutia dijo más, y todo para resaltar grandes méritos del portento narrativo de la escritora dominicana Ana Almonte, por sus asuntos, por las estrategias de contar esos asuntos, por sus profundidades, por las técnicas expresivas magistralmente usadas, por el fondo y el contenido de la novela.
Por nuestra parte, quien esta crónica escribe no repetirá lo dicho en esa luminosa tarde. Prefiero expresar el orgullo nacional que me induce a desear y proponer que la gente dominicana se atreva a hacer lo que hace José Enrique Garcĺa. Pienso, principalmente, en los artistas, los intelectuales, los lectores, gente de gobierno, la gente institucional, los que manejan medios y -de haberlo- el país cultural en general.
Quiero que sepan de este acontecimiento, y del valor que a mi ver reviste para nuestro país, que un periplo del calado cultural del que estamos informando mediante esta crónica, haya tenido el impacto de los eventos comentados y que ello haya sido posible gracias a la entrega del doctor José Enrique Garcĺa.
Sí, por José Enrique, impulsado por su amor sin límites a su condición de poeta, de narrador, de maestro de maestros del arte literario, de su interés desmedido porque su país, el nuestro, la República Dominicana, esté presente en la consciencia y el imaginario de los europeos y de los españoles por muchos más razones que por sus prístinas playas y por sus encantadoras bachatas.
Los magros recursos económicos y los recursos humanos de José Enrique Garcĺa, más sus gestiones incansables, han sido generosamente puestos a manos abiertas para que una obra literaria “nuestra” y con sobrados méritos como Luces de alfareros no sucumbiera al ostracismo insular, que encontrara aquí, en España, acogida editorial, así como su puesta en circulación en dos capitales españolas, es decir, del Viejo Continente.
La movilización y el concurso de sus amigos, en solidaridad y empatía con el prestigio de José Enrique y su bonhomía son encomiables al grado más alto que un país civilizado y moderno pueda reconocer.
Yo he estado presente en cada momento de estos esfuerzos del poeta José Enrique y ratifico mi sentimiento de racional orgulloso como artista dominicano y como hombre atento a la importancia que tiene la cultura en la tarea de crear el sentido del valor de nuestras tardías sociedades en su crecimiento humano, máxime ahora, en tiempos de globalización y multiculturalidad, de migraciones desenfrenadas y de identidades en crisis principalmente en países como el nuestro con un grado de dependencia tan extremo y con tan lamentable sistema educativo.
Anden dominicanos, andemos sin mezquindades. Vamos a emular a José Enrique Garcĺa en su capacidad de darse más allá de sus fuerzas, más allá del dolor, por aquello único que puede engrandecernos como nación, por la proyección del arte y la cultura que creamos, aunque contemos con el dolor de las ausencias de quienes tendrían que ocupar los asientos primeros y de dirección de eventos tan grandiosos como los referidos.
Madrid- España, 15 de Julio del 2024.