El exigente mundo literario en el ámbito de la poesía llevó al destacado crítico y poeta Eduardo Milán a concluir su ensayo Visión de la literatura latinoamericana actual en el libro Prístina y última piedra, refiriéndose a la carta que escribiera Vicente Huidobro poco antes de morir a su amigo el poeta español Juan Larrea en 1948:
Todo lo que hacemos es ponerle cascabeles al cadáver, amarrarles cintitas de colores, proyectarle diferentes luces a ver si da la apariencia de vida y hace ruido. Todo es vano. El nuevo ser nacerá, aparecerá la nueva poesía, soplará en un gran huracán y entonces se verá cuán muerto estaba el muerto. El mundo abrirá los ojos y los hombres nacerán por segunda vez, por tercera vez o cuarta.
La sentencia del autor de Altazor se vino a cumplir a plenitud y, aunque es seguro que cuando él decía hombres hablaba en forma genérica, la verdad es que la poesía escrita por mujeres en la República Dominicana ya se ha alejado mucho del momento en el que Aída Cartagena Portalatín escribió “Una mujer está sola”, lo cual no era estrictamente simbólico, sino real en el movimiento literario, si pensamos en que fue la única mujer integrante del movimiento de vanguardia la Poesía Sorprendida.
Cuando la editorial Media Isla publicó Sinfonía de la sal, en 2019 bajo la dirección del siempre recordado René Rodríguez Soriano, advertimos inmediatamente, que estábamos ante la presencia de una poética precisa y fresca que nos invitaba a una relectura de cada uno de sus textos y eso fue un consenso entre los más avispados lectores de poesía en nuestro país. En mi caso, escuché leer a Denisse en el décimo Festival de Poesía de Puerto Rico Vicente Rodríguez Nietzsche y sentí que aparecía una voz que prometía nuevos caminos en el complejo y competitivo mundo de la creación lírica. Advertí que se trataba de alguien muy centrada, responsable y consciente de su presencia en el mundo literario. Decidió acompañar su apuesta escritural con el estudio, lo que la llevó, además de su condición de reputada arquitecta, a adentrarse en los estudios literarios haciendo una tesis sobre la destacada autora de Escalera para Electra.
La publicación en una cuidada edición de la Colección carta de ruta: poesía contemporánea, editada en 2023, con el sello Luna Insomne, me obligó a detenerme y a reflexionar acerca de las poetas que antes y después de Denisse han ido creando un inmerso río cuyos caudales parecen conectar con un mundo estrellado de imágenes, metáforas y una predilección por los temas de la cotidianidad que, a través de las palabras, se convierten en arte.
Ahora no hablemos de a cuál género pertenece quien escribió este libro, sino del despliegue textual que permite saber que estamos en presencia de una poética que trata de buscar un modo de expresión en el ámbito epistolar. Se trata de un cuidadoso trabajo donde las fronteras entre verso y prosa dan paso como síntesis al concepto de poesía como esencia y al de poema desplegado en el espacio que, como superficie anhelante, lo esperara.
Escribir en forma de carta, ya sea dirigida a sí mismo, a una persona lejana, cercana o alguien que pervive en el imaginario, conduce a cualquier camino que trace quien se acerque a esto, lo que nos lleva inmediatamente al recuerdo de Carta a un joven poeta, de Rainer María Rilke que señala:
Adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Recurra a lo que cada día le ofrece su propia vida. Descubra sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello, y déjelo todo con íntima, callada y humilde serenidad.
También mientras leía recordaba el Monumento de amor: Epistolario y lira de Juan Ramón Jiménez a Zenobia Camprubrí.
Remontarme a la antigüedad y pensar en las epístolas de San Juan Bautista, los textos poéticos referidos a Ovidio a través de las Heroidas, tomando como base personajes femeninos quienes escriben cartas que se centran en los más variados temas, como: la distancia, la pérdida o el amor, tanto a seres familiares como a otros asumidos como tales.
Podría referirme a diversos escritos incluidos en este libro de esplendores cercanos y lo voy a hacer en alguno de ellos. Comenzando por el adiós medularmente ligado a la cercanía que es visible en “Cartema a mi padre”:
Papá, es lamentable que no tengas Facebook. Pudieras ver lo mucho que te recuerdan por allí, especialmente cada 3 de mayo cuando tu nombre multiplica los deseos de llorar. /También hablaron de ti en Instagra con un megáfono, escrito donde las letras son punzadas. Buscan consuelo, imagino, también lo ansío. Tal vez sea yo la equivocada y deba hacer el cambio hacia el escándalo, llevar de paseo mis lágrimas, mendigar abrazos y likes. /Como ves, estos días llegan solo por sus gritos y aunque trato de olvidarte casi a diario el pálido aguacero de tu recuerdo contorsiona los objetos derritiendo sus verdades. Si encontrara el antídoto para el peso de tu inexistencia, ¿habría tomado la cucharada amarga? /Sé que es tonto tratar de comunicarte lo que siento sabiendo que solo el silencio se vestirá de respuestas. Pero a pesar de ello quisiera decirte algunas cosas que te harían llorar de la risa, hacer una cita, sentarme en tu escritorio y recordarte que debes pensar un poco más en ti. /Insólito que el cielo esté tan atrasado en tecnología.
Me detengo por la importancia de este poema para mí. En alguna ocasión señalé que las elegías a los padres no son tan numerosas como las dedicadas a las madres y que en lengua española “La elegía a la muerte de mi padre”, de Jorge Manrique al deceso de su progenitor, preside un conjunto de poemas antológicos acerca del tema. Pienso también en “Mi padre el inmigrante”, de Vicente Gervasi, en “Y Fernández”, de Roberto Férnandez Retamar y en “Algo sobre la muerte del Mayor Sabines”, de Jaime Sabines.
No todos los autores tienen textos que definan su poética, por lo menos no siempre explícitamente, Denisse en la Carta III expresa:
A mi regreso tomo la poesía, florecida, recién pulida, la guardo en un saco y dentro de un cajón. Trato de no mencionarla cuando salgo a la calle, me como las ansias de que vaya flotante a mi lado. /Algunos preguntan por ella, yo, la callo con el más potente engrudo de labios, pero ellos la halan por sus delicados brazos. La vuelvo a entrar en su saco de plumas perfectas disimulando. /Mientras avanza la noche, la solicitan testarudos, desorganizando su tenue cabellera, su moño recién hecho de flores amarillas. /Y así, continuamos sobre el tiempo derribando estrellas, callándola, gritándola, descomponiendo las palabras. /A la hora de marcharme recojo la poesía del suelo. Mi poesía entiende que estas cosas suceden y no reprocha. Al llegar a casa la baño con las mieles de sanación que ella misma me regala, pongo curitas en sus heridas, en las mías, intentamos dormir en el bullicio del recuerdo. / Ella no logra cerrar sus ojos luminosos, ahora es un faro que atraviesa el tejado. Mínimamente tranquila rompe la penumbra con su mirada abierta, inmóvil, entre mi cuerpo y la dulce respiración de mi compañero.
Es una particular forma de definir su quehacer con las palabras.
Recorro con mi vista cada una de las baldosas diseñadas con flores y estrellas que constituyen este libro y vacilo constantemente en dónde detenerme, pues, quienes leen comúnmente poesía de las últimas generaciones ―por lo menos en la lengua española― saben que el formato escogido por Denisse Español la conduce a dejarnos en el papel algo refrescante y novedoso en el estilo en que organiza su mundo lírico en este libro, ya que la gran diversidad en que se ha convertido esta forma epistolar de los textos poéticos no registra muchos casos en que se asuma esta estructura epistolar, que comenzó en las culturas antiguas.
Naturalmente, la invención de la escritura fue hace más de 3500 años y necesidad de la comunicación a distancia dio nacimiento a que se utilicen cartas para comunicarse entre sí. Así las vemos multiplicadas y ya con la creación o con el inicio de los tipos móviles que inventó Gutenberg; dichas cartas no solo se referían a aspectos literarios, sino que abarcaron (sobre todo en Roma) a temas filosóficos y jurídicos en forma abierta, regularmente a un destinatario. Siendo ejemplos bien concretos los casos de Cicerón y Séneca.
Nuestra autora elegirá un amplio espectro donde da prioridad a lo cotidiano, a lo cercano, a lo íntimo. Pocas veces, en mis lecturas, me he encontrado con un formato como el elegido. Se puede construir un universo poético donde la precisión y la eficacia de las palabras no riñen con las luces que despiden cada uno de los textos que conforman esta obra.
Otro que comparto, por su singularidad, es “Cartema a mi esposo”:
El tiempo se transforma en medidas, sus pies se renuevan pulidos por la arena. / Cada año tira al viento sus cúspides. Los días nos regalan los recuerdos del mañana, una piedra parecida a una montaña, un lago a ser cruzado, el beso que se arropa con la sábana de la permanencia. /
Un día dirán adiós los gritos, los hijos y de fondo tus ojos. Pasarán las líneas, las letras y allí estarán tus brazos dispuestos a ser el lugar del orden, la guarida. Tantas veces me marché con las alas de la mente y has esperado a que regrese. /
Quedamos en la palabra común y cotidiana, el sabor de los años que reconoce mi boca, que renace desde nuestra conjunción. Creo en ti, resultas ser siempre y desde aquella remota vez, mi mejor decisión.
La introspección de la vida en el poema y desmitificar paradigmas parece ser el camino de Denisse Español, saber que no tiene que adherirse a sistemas poéticos determinados, de ahí la tradición y la ruptura en su quehacer, como si escuchara la voz del ensayista Gustavo Guerrero en su libro Cuerpo plural:
Y lo que le corresponde al poeta por lo tanto, es avanzar en el trabajo con el lenguaje. Buscar nuevas posibilidades, hacer cada vez mejor o más audaz o novedosamente eso que únicamente la poesía puede hacer, libre ya del deber de cumplir con cualquier otra función.
Hace muchos años escribí en el Suplemento aquí, del periódico La noticia, varios artículos con el título Mientras el crítico llega, que generó diversas reacciones, entre ellas, de los siempre bien recordados escritores Diógenes Valdez y Enrique Eusebio, pues entendían que ya el corpus crítico de nuestro país existía. Hoy no me atrevo a repetir esa enunciación, la crítica ha avanzado en estas décadas a niveles de reflexión sobre la literatura y las artes en general. Sucedió con Antonio Fernández Spencer, uno de nuestros grandes ensayistas y poetas. Casi nadie quiere asumir la condición que tanto ennobleció a escritores como: Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes. Todos queremos ser solamente creadores, por eso, en este ejercicio de lectura que tanto he disfrutado no le pongo ninguna denominación que no sea la lectura y relectura de un texto que incluyo entre los que me han permitido un renovado disfrute.
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