Cuando Isidora Gómez y Ernesto Mendoza se instalaron en los años 70 en el barrio El Chorrillo, en el oeste de la capital de Panamá, llegaron atraídos por la tranquilidad y seguridad.
El edificio a donde se mudaron y donde todavía viven se llama 24 de diciembre, pero los lugareños lo conocen como "el 15 pisos". Allí, en el apartamento 6-10, criaron a sus tres hijos.
Allí también vivían en la madrugada del 20 de diciembre de 1989 cuando Estados Unidos invadió Panamá con el objetivo de derrocar al gobierno encabezado por Manuel Antonio Noriega, a quien acusaba de narcotráfico.
"Se escuchaba de todo: bombardeo, balas", cuenta Jovana Mendoza, la hija mediana del matrimonio, quien hoy tiene 54 años.
Al lado de su hogar se encontraba el cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Panamá, la sede del comando militar de Noriega, lo que convirtió a El Chorrillo en objetivo del ataque estadounidense.
Además, estaban cerca de la zona del Canal, un área dentro de Panamá que era ocupada por Estados Unidos, país que entonces tenía control sobre la ruta marítima transoceánica, además de presencia militar.
Tras la última gran incursión militar de EE.UU. en el continente americano, "el 15 pisos" fue uno de los pocos edificios residenciales de la zona que quedarían en pie.
A poco de la Navidad
El martes 19 de diciembre de 1989, en el hogar de los Mendoza Gómez todo transcurría con normalidad. lo único distinto es que se acercaban las celebraciones de Navidad y fin de año.
Ernesto regresaba de su trabajo en un almacén; Isidora estuvo en la Avenida Central haciendo compras navideñas; Jovana y su hermano menor, Ernesto José, de 10 años, se preparaban para dormir pues al día siguiente tenían que ir al colegio.
Eran los últimos días de bachillerato de Jovana, pero la entonces adolescente no tendría acto de graduación debido a la invasión. "Yo sentía dolor, tristeza, porque no me gradué como yo quería", dice. Meses después solo pasó por su antiguo colegio a retirar el título de secundaria.
Aunque los Mendoza Gómez no querían a Noriega en el poder, tampoco tenían expectativas de un cambio para el país.
Una serie de eventos que ocurrieron en Panamá en 1989 culminaron con el entonces presidente estadounidense George H. W. Bush enviando entre 20.000 y 30.000 soldados al país centroamericano para, entre otros objetivos, llevar a Noriega "ante la justicia".
Los eventos previos a la invasión
En mayo de 1989 se realizaron elecciones generales en Panamá para escoger a un nuevo presidente y a la Asamblea Nacional legislativa.
Los comicios fueron anulados por Noriega ante la posibilidad de que la oposición, encabezada por Guillermo Endara, se hiciera con el poder. Los dirigentes políticos fueron atacados y perseguidos por los denominados "Batallones de la Dignidad", una milicia formada por civiles adeptos al régimen de Noriega.
Cinco meses después, en octubre, hubo un intento de golpe de Estado contra Noriega. La conspiración encabezada por el mayor Moisés Giroldi fracasó y terminó con la ejecución de Giroldi y quienes lo acompañaban.
Cada vez más presionado y cercado por el gobierno de Bush, el 15 de diciembre Noriega declaró a Panamá en "estado de guerra" con EE.UU.
Un día después, un miembro de la marina estadounidense murió por un arma de fuego en un altercado con militares panameños en un puesto de control cercano al cuartel general de las Fuerzas de Defensa de Panamá.
Este fue el hecho que se señala como el disparador de la incursión de EE.UU. en Panamá por tierra, mar y aire.
Bajo el colchón de la cama
En la noche del 19 de diciembre un vecino de El Chorrillo alertó a Ernesto de una posible invasión.
Isidora dice que también lo informaron en el Canal 8, una televisora estadounidense que transmitía en inglés desde la Zona del Canal.
Pero, a pesar de la creciente tensión entre ambos países, Isidora no creyó que fuera suceder: "¿Cómo van a invadir a Panamá si aquí no había armas? Y esa gente son guerra por todos lados y tienen armas y tanquetas".
En el apartamento 6-10 se encontraban Isidora, Ernesto, Jovana y Ernesto José cuando, después de las 23 horas, comenzaron las explosiones.
Los hijos fueron corriendo a la habitación de sus padres. El miedo se apoderó de ellos y, por instinto, utilizaron como protección el colchón matrimonial para intentar cubrirse del ataque.
"Yo me tiré con ellos a rezar bajo el colchón de la cama", cuenta Ernesto.
Las primeras explosiones hicieron estallar los vidrios del apartamento y quedaron más expuestos. Inmediatamente su hogar, como el resto del edificio, quedó sin electricidad.
"La única luz que se veía era el fuego de lo que se estaba incendiando", cuenta Isidora.
El ataque en El Chorrillo no cesaba. Las horas transcurrieron con ellos debajo del colchón hasta que a las 3 de la madrugada un vecino les dijo que se movieran a los pasillos del edificio, donde podrían resguardarse totalmente detrás de los muros.
Un barrio en cenizas
Con la luz del día 20 de diciembre las explosiones y las balaceras cesaron, pero recién a las 10 de la mañana escucharon una voz desde un megáfono que ordenaba: "Salgan todos con las manos en alto. Vamos a evacuar".
Comenzaron a entrar militares estadounidenses en el edificio. Les apuntaron con las armas. Una de las personas que estaba cerca de la familia Mendoza Gómez gritó: "¡Somos civiles!".
Salieron del lugar con las manos en alto. "Todos formamos una fila, caminábamos sin saber adónde íbamos. Solo atendíamos las órdenes de los militares que nos guiaron", recuerda Jovana.
En el recorrido descubrieron su barrio envuelto en humo y cenizas. También vieron algunos cadáveres.
"Vi una tanqueta que le pasó por encima a un carro rojo donde había una persona", narra Isidora.
Desde El Chorrillo caminaron a la Zona del Canal, controlada por los estadounidenses. Se improvisó el Estadio Balboa como albergue. Luego los llevaron a los hangares de la base Albrook de la Fuerza Aérea estadounidense, en lo que hoy es el Aeropuerto Internacional Marcos A. Gelabert.
Allí permanecieron varios meses antes de poder volver a su apartamento.
Y aunque tres días después de la invasión les permitieron ir a sus hogares en busca de objetos personales, para entonces los apartamentos de "el 15 pisos" habían sido vandalizados.
Los Mendoza Gómez fueron sobrevivientes de una invasión que no tiene un número claro de víctimas fatales, con márgenes que van de 300 a 3.000 personas. La ONU, por ejemplo, estima que murieron alrededor de 500 civiles panameños.
Isidora dice que, aunque tuvo miedo, no sintió rencor: "Ellos querían a Noriega. Si él se hubiese entregado, eso no hubiese pasado".
Noriega estuvo refugiado en la nunciatura (embajada de El Vaticano) hasta el 3 de enero de 1990, cuando finalmente se entregó a las fuerzas estadounidenses. Fue trasladado a Miami para enfrentar un juicio por cargos de narcotráfico y murió en prisión 27 años después.
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