Retrato de Michel Nieva, autor del ensayo Ciencia ficción capitalista.

Coni Rosman
Michel Nieva, autor del ensayo Ciencia ficción capitalista.

"Hoy vivimos el futuro que los magnates de Silicon Valley vieron en Terminator, Alien o Robocop".

Así es como el escritor y filósofo argentino Michel Nieva describe el mundo en el que Mark Zuckerberg, Elon Musk, Jeff Bezos y otros tech bros multimillonarios se han apoderado de las fantasías de la ciencia ficción para ponerlas al servicio de sus mega corporaciones capitalistas.

Esa es la tesis de Nieva en su ensayo Ciencia ficción capitalista: Cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo (Anagrama, 2024).

En su libro, Nieva explora cómo estos magnates se apoderan de "ideas mesiánicas" como colonizar Marte, hacer minería de bitcoins en el espacio, desarrollar una inteligencia artificial que automatice todo el trabajo humano o incluso lograr la inmortalidad.

Bajo esa lógica, la ciencia ficción termina convertida en la "fase superior del capitalismo", según escribe en su ensayo.

Un robot utilizado durante la película Terminator.

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Los emprendedores de Silicon Valley se han inspirado en películas como Terminator, según el filósofo Michel Nieva.

En entrevista con BBC Mundo, Nieva describe un mundo en el que la ciencia ficción ha quedado secuestrada al servicio de esas ideas "que solo benefician al 1% de la población" y que, a manera de monopolio, dejan por fuera otras formas de imaginar el futuro.

Nieva es profesor en la Universidad de Nueva York y en 2021 fue seleccionado por la revista Granta como uno de los mejores escritores jóvenes en español.

BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Querétaro, que se realizó entre el 4 y el 7 de septiembre en esa ciudad mexicana.

Imagen ilustrativa de una astronauta en la superficie del planeta Marte.

Getty
Emprendedores como Elon Musk quieren que los humanos colonicen Marte.

Tu ensayo describe cómo los tech bros se han apropiado de la ciencia ficción para su propio beneficio y alimentar el capitalismo. ¿Cómo llegaste a esa conclusión?

Escribí este libro al darme cuenta de cómo muchas de las estéticas y las narrativas corporativas de Silicon Valley estaban directamente influenciadas y aludían a películas o libros de ciencia ficción.

Por ejemplo, todos los trajes de SpaceX y sus naves espaciales, las diseña José Fernández, un diseñador de Hollywood que es quien hace los trajes de Marvel, Batman o los cascos de Daft Punk.

Muchos nombres de las misiones de Spacex o de Blue Origin aluden a los libros de ciencia ficción de Isaac Asimov o Kim Stanley Robinson.

El nombre de Meta, la empresa de Mark Zuckerberg, es tomado del metaverso al que alude la novela Snow Crash, de Neal Stephenson.

Esos ejemplos son un síntoma de cómo la ciencia ficción clásica norteamericana se volvió un motor mitológico de los proyectos tecnológicos del capitalismo, que involucran enfrentar grandes desafíos de nuestra época como el cambio climático, o la unión de la inteligencia humana con la artificial.

Y esto se muestra como una utopía que que es muy atractiva, porque se constituye en un contexto en el que no hay otras utopías de ningún color político que se contrapongan a estas a estas propuestas, ni que tampoco tengan una intersección con una idea de futuro, con los avances de último momento de tecnología.

No existe ningún otro lugar que no sea Silicon Valley que tenga una propuesta política con la tecnología.

Dos astronautas de SpaceX usando sus trajes espaciales.

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Los trajes de los astronautas de SpaceX fueron diseñados por José Fernández, quien también diseñós los cascos del dúo musical Daft Punk.

¿Y en qué momento se vuelve problemática esa visión que Silicon Valley propone para el futuro de la humanidad basado en la ciencia ficción?

Es un poco la ironía que plantea el subtítulo del libro "cómo los multimillonarios nos salvarán del fin del mundo". Es esta fantasía que está muy instalada en la cultura occidental: la figura del patriarca que va a salvar a la humanidad con tecnología de punta.

La ironía es que estos millonarios de Silicon Valley vienen con propuestas mesiánicas, como llevar a la humanidad a Marte, o resolver grandes dilemas existenciales como la mortalidad, pero en realidad no dejan de ser negocios de corporaciones de magnates que benefician solo al 1% de la humanidad.

Entonces ese es el contraste que plantea el libro, son propuestas muy megalómanas que supuestamente van a ayudar a todo la humanidad, pero que en realidad son negocios de una minoría, en un contexto en el que cada vez es mayor la desigualdad entre los que más tienen y los que menos tienen.

Retratos de Elon Musk y Jeff Bezos.

Getty
Elon Musk con SpaceX y Jeff Bezos con Blue Origin lideran la carrera espacial privada.

Pero también es cierto que los grandes innovadores han impulsado el desarrollo de tecnologías que han beneficiado a toda la humanidad…

Sin duda, la tecnología es la herramienta más importante de la humanidad desde su origen.

Obviamente la necesitamos, pero también hacen falta otras propuestas que no sean solamente el lucro corporativo de una minoría, sino pensar la tecnología al servicio de las mayorías.

Hoy en día las únicas propuestas concretas con tecnologías como la inteligencia artificial involucran cómo automatizar procesos humanos para dejar a personas sin trabajo, o cómo poner estas herramientas al servicio de las guerras.

La gran carrera entre China y Estados Unidos por la inteligencia artificial general (un tipo de IA capaz de imitar el funcionamiento del cerebro humano) está canalizada para la guerra.

La experimentación más de punta con automatización está puesta en Ucrania o en Gaza.

Entonces sí, necesitamos la tecnología, pero hoy está en manos de grupos que la ponen al servicio de intereses corporativos muy reducidos, para las guerras, para el control migratorio y los conflictos geopolíticos.

Ilustración de un robot desplazando a un humano de su puesto de trabajo.

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En tu libro planteas el ejemplo de colonizar Marte como un nuevo hogar para la humanidad, pero con la misma lógica que está destruyendo la Tierra…

Si, tenemos estas propuestas transgresoras y muy audaces, pero que están ligadas a una matriz productiva del capitalismo, de su origen, que es la emisión de gases de efecto invernadero.

El plan de salvar a la humanidad del cambio climático de la Tierra es calentar Marte.

Marte es un planeta muy frío, con temperaturas promedios de -50 °C. Carece de una capa atmosférica, de aire respirable y de agua líquida (que está congelada en los polos).

Lo que proponen estas tecnologías capitalistas es liberar masivamente gases de efecto invernadero para que se derritan los hielos y los polos y constituir lentamente una atmósfera en Marte.

Entonces eso es como acelerar en otro planeta el proceso que destruyó la Tierra, esa la paradoja que plantea el libro en cuanto a esta utopía espacial de los magnates de Silicon Valley.

Imagen ilustrativa de una astronauta en la superficie del planeta Marte.

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Emprendedores como Elon Musk quieren que los humanos colonicen Marte.

Inspirarse en la ciencia ficción para crear inventos y tecnologías reales no es nuevo. En tu libro mencionas como ya en 1903 Julio Verne decía que el escritor de ciencia ficción «escribe en papel lo que después otros esculpirán en acero". ¿Qué tiene de distinto hoy esa inspiración?

En el libro trazo una genealogía de cómo Julio Verne diseña el submarino Nautilus que después inspiró a un montón de ingenieros para desarrollar submarinos que incluso tenían el mismo nombre.

Wernher von Braun, un ingeniero de la NASA que en realidad era un ingeniero nazi que diseñó los misiles V2 que bombardearon Londres en la Segunda Guerra Mundial, se volvió ingeniero por leer a Kurd Lasswitz, un escritor alemán equivalente a Julio Verne o H. G. Wells.

Y bueno, toda la industria espacial desde su origen está directamente influenciada por la lectura de estos primeros maestros de la ciencia ficción.

Pero en un tiempo más contemporáneo, la ciencia ficción además se pone al servicio de la especulación financiera.

Porque muchas veces son proyectos que parecen muy audaces, pero son completamente irrealizables, como por ejemplo, llevar los procesadores de minería de bitcoins al espacio donde la temperatura es muy baja y no hace falta enfriarlos. Y entonces se inventa una empresa que patenta ese proceso y se lanza la bolsa de valores y se compran y se venden acciones, pero eso solo va a ser factible por ahí dentro de 300 años.

Entonces en lo contemporáneo se vuelve más específico la forma en que se conecta la ficción especulativa con la especulación financiera, ideas de la ciencia ficción que se lanzan a una imaginación financiera, pero que son irrealizables.

Escena de la película Veinte mil leguas de viaje submarino, basada en la novela de Julio Verne, en la que aparece el submarino Nautilus.

Se observa al capitán Nemo en una barcaza acompañado de dos hombres junto al submarino Nautilus.

Getty
Escena de la película Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), basada en la novela de Julio Verne, en la que aparece el submarino Nautilus.

¿Cómo funciona hoy ese proceso de inspiración?

Lo que empezó a ocurrir cada vez más es que estas empresas contratan a escritores de ciencia ficción en puestos creativos.

Por ejemplo Neal Stephenson, autor de Snow Crash, que es de donde sale el concepto del metaverso que después toma Mark Zuckerberg, fue empleado de Blue Origin.

Entonces no es solo que los escritores digan "voy a escribir esto para que después quizá lo vea Elon Musk", sino que son personas que trabajan en Silicon Valley.

Esa mezcla es un concepto que ya existía: la ideología californiana que empieza en la década del 70 en Silicon Valley, que mezcla el hippismo y el uso de psicodélicos con los yupis, y la idea desarrollar una industria computacional.

De ahí se da esta mezcla entre corporaciones y ciencia ficción.

O sea, que se da directamente dentro de las empresas que contratan escritores de ciencia ficción. No es solo inspiración leyendo libros, que también ocurre.

Un grupo de jóvenes sentandos en un parque.

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El movimiento hippy de los 70 en California, fue uno de los elementos que hoy define la filosodía de Silicon Valley.

En tu libro notas que la mayoría de los voceros de la ciencia ficción capitalista, incluyendo Jeff Bezos, Mark Zuckerberg, Bill Gates, Richard Branson Larry Page, son todos hombres, blancos y "gringos". ¿Por qué es importante notarlo?

La visión de estos personajes es la de que cualquier problema que haya es porque no hay suficiente tecnología para solucionarlo.

Entonces, si está ocurriendo un cambio climático no es porque se liberó irresponsablemente dióxido de carbono, sino porque hay que inventar una tecnología que resuelva este problema.

Entonces en el libro tomo esta cuestión del hombre que va a salvar a la humanidad, tipo Jeff Bezos o Elon Musk, que combinan lo patriarcal con lo tecnológico para estas propuestas mesiánicas.

También está la ironía de que como nosotros los hombres blancos occidentales fuimos quienes generamos esto, somos los únicos que tenemos herramientas para solucionarlo.

Y también tiene que ver con que para estos personajes la idea de ponerse límites les genera un tipo de violencia.

En el libro, por ejemplo, menciono movimientos como Rolling Coal en el midwest de Estados Unidos, que son personas que se juntan a liberar dióxido de carbono como protesta antiambientalista por el cambio climático.

Una foto aérea que muestra una central eléctrica impulsada por carbón.

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El CO₂ es uno de los causantes del efecto de invernadero.

¿Si existe una ciencia ficción capitalista, existe una ciencia ficción con una ideología opuesta? Una ciencia ficción comunista, por ejemplo…

Vivimos una época que a veces carece de contrapunto histórico para pensar en otra perspectiva, otra referencia.

En otro momento de la historia hubo movimientos políticos que tuvieron otra idea de la tecnología y la vanguardia.

En Rusia, por ejemplo, existió un movimiento que se llamó Cosmismo ruso, que tenía la idea justamente de tomar la tecnología para pensar proyectos espaciales que llevaran el socialismo a otros planetas, o incluso también lograr la inmortalidad.

Creo que eso es una urgencia de nuestra época: pensar la tecnología como otra manera de entender la política y el futuro que no sean solamente las de Silicon Valley, que son ya el presente en el que vivimos.

¿Qué papel juega América Latina en este panorama de imaginar el futuro?

Las fantasías de ir a Marte funcionan porque suprimen qué va a pasar con el resto del planeta o de la humanidad, entonces nuestra región se vuelve relevante al momento de pensar un futuro que nos competa a nosotros.

Por ejemplo, los autos eléctricos de Elon Musk que supuestamente son amigables con el medio ambiente, dependen del litio que se extrae de México, de Argentina, de Bolivia y Chile, y que tiene un costo ambiental muy alto.

Entonces somos regiones que parecen marginales, pero al mismo tiempo son las que tienen los recursos de las que dependen mucho estas tecnologías.

El Amazonas es vital tanto por ser un pulmón planetario, como por la cantidad de recursos farmacológicos que hay ahí.

Entonces creo que es vital tratar de pensar otra manera de relacionarse con el ambiente y con los propios recursos que son de nuestra región.

Y eso lleva también a pensar otro tipo de ciencia ficción, porque hoy en día el futuro le pertenece a esa ciencia ficción norteamericana y a Silicon Valley.

Eso plantea la necesidad de hackear ese futuro del norte, o tratar de pensar otros futuros que no nos hagan pensar que ese es el único futuro posible.

Vista aérea de un terreno que se prepara para la extracción de litio.

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La extracción de litio tiene un alto costo ambiental.

Esto tiene que ver con tu idea del gauchopunk…

Ell gauchopunk es como llamo a mi propio proyecto de escritura, que tiene que ver con el cyberpunk, un subgénero de la ciencia ficción en el que se piensa un futuro que es peor que el presente, a partir de la tecnología puesta al servicio solamente de los intereses corporativos.

La propuesta del gauchopunk es pensar un futuro situado en el sur, que es algo que nunca aparece en esta ciencia ficción del norte.

¿Y cómo crees que luciría ese futuro?

Yo tengo un poco la idea de que el futuro ya existe, en tanto ya fue imaginado por el norte. Entonces lo que se puede hacer es hackear ese futuro, tratar de insertar lo que fue expulsado de ese futuro.

En mi escritura trato de pensar: ¿qué pasaría en Sudamérica mientras los multimillonarios llegan a Marte?

El escenario es un poco apocalíptico porque cuando los multimillonarios viajen a Marte será porque en este planeta ya no va a quedar nada. Pero bueno, ahí trato de pensar algunas derivas que sean un poco más esperanzadoras.

¿Y por dónde ves esas esperanzas?, ¿qué te hace pensar que hay esperanzas?

Trato de tener alguna esperanza porque para mí lo que tiene la distopía es que incluye también una posible utopía, ese es su valor político.

En mi escritura trato de pensar otras maneras de asociación de lo humano con lo ambiental que sea más amigable con la Tierra.

Por ejemplo, hay un movimiento que se llama Solar punk que intenta pensar un futuro que tenga que ver con tecnologías amigables con el medio ambiente, como para terminar con un momento en el que hay un presente tan distópico que se alimenta de futuros distópicos.

No soy un político, entonces no es que tenga propuestas o un programa para salvar a la humanidad, pero sí al menos trato de incluir a los sudamericanos en esos futuros en los que muchas veces no aparece.

Vista aérea de paneles solares en medio de un campo verde.

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La energía solar se ha propuesto como una alternativa más limpia que las energía que dependen del petróleo y el carbón.

Qué tanto se parecen personajes como Bezos, Zuckerberg o Musk a la figura del hacker rebelde de la ciencia ficción?

En la ideología californiana la figura del hacker fue muy importante.

Supuestamente era alguien contestatario, con la idea de enfrentarse al Estado opresor.

Muchos de estos personajes piensan el Estado como algo que los limita, que limita la creatividad en sus corporaciones, pero en realidad es una gran hipocresía porque sus corporaciones dependieron de subsidios enormes del Estado, sin los cuales no se hubieran podido desarrollar ni SpaceX ni Blue Origin.

Entonces, magnates como Elon Musk o Jeff Bezos son en realidad los máximos parásitos del Estado.

Quieren recortar fondos de salud o educación, pero son los que más recibieron beneficios estatales y siguen recibiendo.

Entonces se ha alimentado muy hipócritamente esta figura del hacker iconoclasta que se opone al Estado, cuando en realidad es todo lo contrario.

Y además, tienen esta cuestión mesiánica de salvadores de la humanidad en una época en la que hay pocas propuestas utópicas que convoquen a la mayoría, y eso los vuelve atractivos, pero no dejan ser el 1% de la humanidad respondiendo a ese interés del 1%.

Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta; Lauren Sanchez, periodista y filántropa, esposa de Jeff Bezos, fundador de Amazon y Blue Origin; Sundar Pichai, director ejecutivo de Google; y Elon Musk, director ejecutivo de SpaceX durante la posesión presidencial de Donald Trump el 20 de enero de 2025.

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Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta; Lauren Sanchez, periodista y filántropa, esposa de Jeff Bezos, fundador de Amazon y Blue Origin; Sundar Pichai, director ejecutivo de Google; y Elon Musk, director ejecutivo de SpaceX durante la posesión presidencial de Donald Trump el 20 de enero de 2025.

¿Y qué podemos hacer quienes vivimos ese futuro imaginado por otros?

Supongo que tratar de entender que puede haber otra manera de entender la tecnología o tener una relación menos ingenua con ella.

Vivimos una época en la que como nunca antes estamos completamente atravesados por lo tecnológico y carecemos de espacios donde reflexionar sobre esa tecnología.

Darnos cuenta de dónde vienen las tecnologías, de dónde vienen los minerales con los que se construyen, a qué intereses corporativos responden las personas que los crean.

Creo que vivimos un presente que es consecuencia de la pandemia.

En ese momento estábamos encerrados y pensamos que la tecnología nos hacía libres porque nos permitía comunicarnos, pero no nos dimos cuenta de que en realidad nos volvimos rehenes de dos o tres empresas que son ahora las que dominan el mundo.

Eso quedó claro en la asunción de Trump, en la que estaban ahí Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg.

Entonces ahora es un momento de pensar otras otras tecnologías, otros medios de relacionarse, que no solo sea ser rehenes de tres corporaciones.

Una una de Blue Origin despegando desde la plataforma de lanzamiento.

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En abril Blue Origin lanzó un vuelo espacial tripulado solo por mujeres. En la nave viajaron la ingeniera Aisha Bowe; la activista Amanda Nguyn; la productora de cine Kerianne Flynn; la periodista Gayle King; la cantante Katy Perry; y Lauren Sánchez, periodista esposa de Jeff Bezos.

¿Qué sientes al ver, por ejemplo, el lanzamiento del primer vuelo espacial tripulado solo por mujeres de 1963?

A mí no me emociona ver a Jeff Bezos llevando a su esposa y un par de famosas al espacio como un jueguito, mientras hay personas que se mueren de hambre en distintas partes del mundo por guerras o desigualdad social.

Sin duda, la exploración espacial es importante, pero hoy en día está completamente privatizada el servicio de corporaciones que dependen de subsidios estatales, o sea que no es que ni siquiera son empresas competitivas en sí mismas.

Entonces creo que hay que pensar otros imaginarios del espacio que no sean solo los multimillonarios llegando a Marte.

Hoy en día quizá sea difícil imaginarlo y eso creo que es la gran crisis del presente: carecemos de imaginaciones de poder efectuar eso, pero bueno, en mi libro trato de relativizar lo "maravilloso" que es esto cuando en realidad son un par de millonarios que están jugando al turismo con fondos estatales mientras las desigualdades sociales son cada vez mayores.

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