
Duró tan solo 26 días y su legado en Guatemala continúa 200 años después.
En julio de 1820 el líder maya Atanasio Tzul lideró uno de los levantamientos indígenas más importantes de la época colonial en América y estableció un gobierno clave para entender el poder de los sistemas políticos indígenas actuales en Guatemala.
El Levantamiento de Totonicapán, también llamado Levantamiento de Chuimeq’ena', fue en realidad la culminación de una serie de revueltas que había empezado a principios del siglo XIX en el altiplano occidental guatemalteco.
Este territorio estaba —y está— habitado por mayas k’iche' (quiché), uno de los pueblos mayas de lo que entonces era la Capitanía General de Guatemala, una unidad administrativa del imperio español que ocupaba desde Chiapas, en México, hasta Costa Rica.
El descontento de los pueblos originarios estaba escalando desde 1814, cuando el rey Fernando VII de España restituyó el pago de tributos de los indígenas a la corona.
Ante la creciente presión, en 1820 la corona se retractó y volvió a eliminar los tributos reales. Sin embargo, en la capitanía se siguieron cobrando: los enviados españoles confiaban que las noticias económicas del otro lado del océano no llegarían a la zona.
Según el arqueólogo e historiador guatemalteco Diego Vásquez, a pesar del sometimiento español, "los mayas quichés seguían teniendo una gran legitimidad política, económica y amplias redes comerciales con otros pueblos". Fue así como conocieron la noticia.
Cientos de habitantes de lo que hoy es el departamento de Totonicapán, encabezados por Tzul, se reunieron para manifestarse en contra de los españoles.

"De rey a rey"
Atanasio Tzul provenía de una familia de comerciantes de jabones, había sido un alcalde comunal y era reconocido como un principal maya, es decir, una figura de gran autoridad dentro de la comunidad.
Pero Tzul no estaba solo en el liderazgo. También lo acompañaban Lucas Aguilar (también llamado Akilar), un indígena de la clase común con fuerte poder político, así como las esposas de ambos: Felipa Tzoc y María Hernández respectivamente.
De acuerdo con los escritos de la época, la protesta se hizo en un ambiente de fiesta y no pudo ser contenida por el poder colonial. El pueblo quiché desconoció entonces a los enviados españoles, declaró a Tzul como rey, a Tzoc como reina y a Aguilar como presidente.
"Este primer experimento autonómico no implicaba la escisión total de España. Aunque es posible que tuvieran una intención posterior de independencia", explica Vásquez.
"Lo que el pueblo quiché quería era abolir la audiencia (los enviados españoles) y que Tzul hablara de rey a rey con Fernando VII", dice el historiador, agregando que esto se debió a que "la tradición maya no asume quiebres totales en su historia, sino que integra al pasado".
Durante la rebelión, el alcalde español tuvo que huir, dando inicio al gobierno autónomo maya dentro de la colonia.
Con Tzul a la cabeza, los declarados "rebeldes" asumieron todo el poder político del territorio de Totonicapán, consolidaron sus sistemas de justicia y castigaron a quienes habían cobrado el tributo.
Pero 26 días después y ante el temor de que la rebelión se expandiera, los españoles movilizaron tropas militares, encarcelaron a varios líderes y pusieron fin al gobierno indígena.

Hay solo registros orales sobre el destino de Aguilar: se dice que fue apresado, torturado y asesinado.
Sobre Tzul hay versiones encontradas, pero la mayoría coincide en que fue azotado por varios días y llevado a juicio, y que tras una serie de manifestaciones, fue liberado meses después. Se dice también que Tzoc encabezó dichas protestas.
Sea como fuere, varios historiadores coinciden en que la rebelión no solo sentó la bases para la llamada "independencia oficial", ocurrida un año después en Guatemala y otros cuatro países centroamericanos (Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica).
También evidenció el poder del pueblo maya y terminó de consolidar, ante la mirada de los criollos y españoles, un sistema político que iba a convivir con la formación del Estado guatemalteco.
El mito del caudillo
Gladys Tzul es doctora en sociología y ha dedicado su carrera a estudiar los sistemas de gobierno indígenas. También es una de las descendientes de Atanasio Tzul.
Ella asegura que, aunque muchos de los escritos históricos españoles señalan a Atanasio como un caudillo, la instauración del gobierno se hizo de forma comunitaria.
"Los sistemas políticos mayas son previos a la formación del Estado y han funcionado a pesar de él. Se constituyen fundamentalmente en el trabajo comunitario, que es una forma de autoridad, pero también una forma de organización de la vida cotidiana", explica.

Esa vida comunitaria también incluía a las mujeres como eslabones principales. Tzoc y Hernández tuvieron roles activos en la organización previa al levantamiento, durante las protestas y en los posteriores juicios de sus respectivos esposos.
Ese fugaz gobierno también evidenció que no existía un solo mando en la dirigencia.
"Hay mucha evidencia que señala a Lucas Aguilar, un quiché sin linaje directo a la nobleza maya, como el verdadero estratega. Por eso es nombrado presidente, mientras que Tzul era más una figura con mucha legitimidad", dice Vásquez.
El legado de la rebelión
Si bien el levantamiento fue reprimido, los sistemas de gobierno indígenas siguieron conviviendo —aunque en tensión— con la formación del Estado en Guatemala.
Uno de los legados más grandes fue la formación de los 48 Cantones de Totonicapán, una estructura organizativa de gobierno conformada por un grupo de autoridades indígenas que hoy tiene una gran presencia política en todo el país.
Aunque en el territorio guatemalteco rige una ley nacional, esta estructura toma muchas de las decisiones políticas y de organización dentro de las comunidades. "En muchos lugares incluso tienen mayor legitimidad que el gobierno del Estado nacional", señala Gladys Tzul.
"Es un gobierno de múltiples gobiernos que se ha transformado, ha llegado a sus propios acuerdos y ha mantenido cosas del pasado", dice Vásquez, explicando que esa es la clave de su vigencia.

Aunque su mayor incidencia sigue estando en la región donde surgió, los 48 Cantones de Totonicapán tienen alcance nacional.
El mayor ejemplo reciente fue su participación clave en los paros nacionales de 2023 que permitieron a Bernardo Arévalo asumir la presidencia de Guatemala el 15 de enero de 2024 en medio de las crecientes tensiones con la Fiscalía del país.
Este 15 de enero Arévalo compartió en la red social X una foto junto a los líderes de los 48 Cantones "a un año de la lucha histórica". Antes ya les había agradecido por la misma plataforma, destacando "su liderazgo y su incansable e histórica defensa de la democracia" del país.
Para Gladys Tzul "esa es la prueba más tangible de que el sistema de gobierno comunitario es algo vivo": "En 1820 se habla de una represión y un gobierno de 26 días, pero después las comunidades se recompusieron. Ahora hicieron un nuevo levantamiento. ¿Cómo se explica un gobierno efímero si lo volvimos a hacer?".

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