El presidente ucraniano llega a Arabia Saudita el lunes 10 de marzo y tiene previsto reunirse con el príncipe heredero Mohammed Ben Salman. Lo que está en juego en esta visita es la reanudación del diálogo con Estados Unidos, pocos días después de la desastrosa reunión con Donald Trump y la suspensión de la ayuda militar estadounidense a Kiev. El reino parece haberse convertido en el mediador clave en un número creciente de crisis.
Por Aabla Jounaidi
Arabia Saudita compite con su vecino Qatar por el papel de mediador en las crisis, sin perder de vista sus propios intereses. Una delegación encabezada por el enviado estadounidense Steve Witkoff tiene previsto reunirse esta semana en la capital saudita con representantes ucranianos para discutir con Rusia las perspectivas de un alto el fuego. “Cuando el príncipe Bin Salmán visitó Francia hace dos años, el presidente Macron le pidió que mediara en la resolución de la crisis ruso-ucraniana. No fue una petición ociosa. Él conoce la posición de Arabia Saudita en ambos bandos”, afirma el politólogo saudita Ali Al Anzi.
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De hecho, Mohammed Bin Salmán (MBS) puede presumir de hablar tan bien con Vladimir Putin como con Volodimir Zelenski. En 2021, Moscú y Riad firmaron un acuerdo de cooperación militar, y los dos países son pilares de la alianza petrolera OPEP+. Cuando las sanciones occidentales empezaron a llover sobre Rusia y Vladimir Putin tras el lanzamiento de su guerra de invasión, MBS no cortó el contacto y, al contrario, se lució ante el presidente ruso. Hay que decir que, al igual que él, sufrió el ostracismo de la administración Biden por la desastrosa guerra del reino en Yemen y el atroz asesinato del periodista saudita Jamal Khashoggi.
Con el regreso de Donald Trump, Mohammed Bin Salmán se encuentra en mejor posición para hacer de intermediario. Comparte con él el mismo enfoque de las relaciones internacionales que asume el equilibrio de poder. “En cierto modo, es el regreso de los grandes al ring. Y ahora puede aplicar plenamente su propia marca de realpolitik, que se vio frenada por las políticas de 'derechos humanos' de la administración anterior”, resume Sébastien Boussois, investigador en ciencias políticas y autor de un libro reciente sobre el regreso triunfal de Donald Trump al poder.
Un punto de inflexión en las relaciones entre Estados Unidos y Rusia
En nombre de esta posición “intermedia”, Arabia Saudita trabaja para acercar a Estados Unidos y Rusia. La última reunión Putin-Trump tuvo lugar en Finlandia en 2018. La próxima podría tener lugar en Riad este año, según la Casa Blanca. El mes pasado, la capital saudita acogió la reunión de más alto nivel entre ambos países desde la invasión de Ucrania.
En el mayor intercambio de prisioneros entre Rusia y Estados Unidos desde la Guerra Fría, que tuvo lugar en agosto de 2024, Riad fue una pieza clave. “El príncipe heredero de Arabia Saudita desempeñó un papel activo en esta empresa, que también agradecemos, porque permitió a nuestros ciudadanos regresar a sus países de origen”, confió Vladímir Putin el pasado septiembre en una cumbre económica en Rusia.
Un creciente papel de mediador
¿Qué quiere Arabia Saudita a cambio? El objetivo primordial es económico. Riad no ha perdido de vista que Estados Unidos espera una normalización de sus relaciones con Israel, el otro gran aliado de Estados Unidos en la región. “Un elemento importante de esta normalización con Israel es la famosa energía nuclear civil [en el marco del vasto plan de reformas saudita Vision 2030]” que supuestamente suministrará Estados Unidos, señala Sébastien Boussois.
Pero desde que Trump propuso vaciar Gaza de sus habitantes de acuerdo con los deseos del gobierno israelí, MBS no ha querido normalizar las relaciones con Israel. Gracias a su rehabilitación en la escena internacional y a su implicación en los asuntos más candentes, de Ucrania a Sudán, pasando por Gaza, el reino intenta, con los demás países árabes, impulsar un plan alternativo. Este plan, debatido en Riad el mes pasado, ha sido rechazado hasta ahora tanto por Israel como por Hamás.
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