Nació en redes sociales con el lema “Bloquons tout” (Bloqueemos Todo) y sus integrantes llaman a 'paralizar Francia' el próximo 10 de septiembre. El movimiento intriga y es difícil de definir sus contornos. ¿Logrará reunir reivindicaciones diferentes y convertirse en un verdadero movimiento de protesta? Se lo preguntamos a dos especialistas.
El experto en comunicación política Elliot Lepers ha estado analizando las conversaciones en Telegram entorno al 10 de septiembre y ha dado seguimiento a la evolución del movimiento. Por su parte, Quentin Ravelli, sociólogo del Centro Nacional de Investigación Científica, es autor de Chalecos Amarillos, una revuelta inclasificable (2024).
RFI: ¿Cómo definir este movimiento que se está gestando?
Quentin Ravelli: Es difícil definir un movimiento que aún no existe. Hay un llamado, pero el movimiento todavía no ha cobrado forma. Por ahora, es ambivalente, proteico, con reivindicaciones económicas. Está buscando un consenso en medio de las divisiones políticas. También es un movimiento que evoluciona constantemente y según los acontecimientos. Hay que ver cómo se desplegará, si es que se despliega.
Elliot Lepers: Es un movimiento poco sólido. No se detecta jerarquía alguna, ni una organización establecida. Es muy heterogéneo, con personas que tienen historiales culturales y políticos muy variados. De hecho, es algo que defienden los integrantes de estos grupos de chat.
Lo que vemos en las conversaciones, especialmente después del apoyo de partidos como La Francia Insumisa (LFI), es que el colectivo reafirma su necesidad de mantener su neutralidad. Para ellos es importante definir la fecha del 10 de septiembre como un momento apartidista que trasciende las divisiones y no se deja instrumentalizar, ni por un partido político, ni por un sindicato, ni por una ideología específica.
RFI: Si dice mucho que no es partidista, pero al principio el movimiento surgió más bien en cuentas de la extrema derecha, que hablaban de “rearraigar” a Francia. Hoy, los partidos de izquierda como La France Insumisa le han dado su apoyo.
Elliot Lepers: Está documentado que los primeros apoyos vinieron más bien de entornos que se autodenominan “patriotas”. Seguramente también hay injerencias rusas. Pero lo fueron de modo marginal. Detrás hay impulsos masivos, espontáneos, que se autoorganizan en torno a indignaciones sinceras. Es un espacio de politización donde miles de personas intentan transformar sus vivencias comunes en acción política. Lo cual no impide algunos intentos de instrumentalización. Ambos modos coexisten.
RFI: ¿Puede un movimiento reunir diferentes reivindicaciones y mantenerse sin etiqueta política?
Quentin Ravelli: Desde la crisis de 2008, hemos visto que las reivindicaciones económicas pueden transformarse en reivindicaciones políticas, como ocurrió con los Indignados o con Occupy Wall Street.
Muchos movimientos evitan tener etiquetas políticas marcadas, ya sean de derecha o de izquierda. Pero no es solo una estrategia. Los participantes consideran que un consenso en torno a las reivindicaciones económicas es más importante que las afiliaciones políticas, y que hay urgencias concretas como los servicios públicos, los salarios o la inflación.
RFI: ¿Ve usted, como se ha señalado a menudo, una continuidad del movimiento de los “chalecos amarillos”?
Elliot Lepers: En los chats se menciona a menudo a los chalecos amarillos como fuente de inspiración y, al mismo tiempo, con la voluntad de distanciarse de ellos. Forman parte de la cultura política, pero no siento que el movimiento sea su legado. Es un movimiento con identidad propia.
En los grupos de organización, por ejemplo, en temas de diseño gráfico, hay debates sobre si usar o no la bandera tricolor en los visuales, o sobre si es oportuno usar el color amarillo, que recuerda a los “chalecos amarillos”.
Quentin Ravelli: Tengo la impresión de que muchos antiguos “chalecos amarillos” no se están movilizando, aunque algunos sí lo hacen, lo que dificulta medir la continuidad. Los “chalecos amarillos” tenían reivindicaciones claras al principio —relacionadas con el automóvil— y medios de acción más definidos, como los bloqueos en rotondas. “Bloquearlo todo”, oponerse a un gobierno y a un presupuesto no es tan preciso como querer erradicar un impuesto preciso, como en su momento el impuesto al carbono.
RFI: A pesar de todo, el movimiento parece ganar fuerza y estructurarse fuera de internet.
Elliot Lepers: Dentro de una comunidad en Telegram, hay grupos por región, departamento o ciudad que organizan asambleas generales. Éstas se multiplican a medida que se acerca el 10 de septiembre para definir los medios de acción. Al inicio del verano, se trataba más de algo simbólico, se hablaba de acciones de desobediencia bastante leves, como retirar el dinero del banco o no consumir o boicotear. Ahora se ha evolucionado hacia formas de bloqueo más tangibles, como bloqueos de carreteras y acciones en la calle. Pero también es un movimiento muy proteico, por lo que probablemente tendrá manifestaciones diferentes según la ciudad.
Quentin Ravelli: Tengo una visión bastante matizada. El movimiento toca muchas categorías sociales, desde antiguos “chalecos amarillos” hasta personas del sector salud, movilizadas contra la reducción de los servicios públicos o el proyecto de eliminar dos días festivos. Pero los medios de acción siguen siendo vagos, especialmente los bloqueos, que estaban estructurados en torno a las rotondas en 2018-2019. En cuanto a los llamados a huelga, siguen siendo abstractos y su aplicación local está por verse.
RFI: ¿El voto de confianza al que se somete el primer ministro François Bayrou el 8 de septiembre cambiará las cosas?
Elliot Lepers: Lo que he observado es que, cuando se anunció el voto de confianza, hubo un pico de interacciones en Telegram, con muchas preguntas sobre las posibles consecuencias, pero no sobre la legitimidad del movimiento. Al contrario, creo que lo interpretaron como reconocimiento del movimiento y del fuerte rechazo a esas políticas. La cuestión es más bien cómo adaptarse si hay una dimisión, por ejemplo.
Quentin Ravelli: Creo que hoy en día la gente no se moviliza solo contra François Bayrou. Él es solo un elemento dentro de un sentimiento de indignación mucho más amplio. Esto va mucho más allá de un pulso entre un primer ministro y algunos grupos de militantes enfadados. Hay cabida para una batalla más general.
RFI: ¿Será el 10 de septiembre un punto de inflexión para el movimiento?
Elliot Lepers: Como con todos los movimientos espontáneos y digitales, se vienen varias etapas. Hay una etapa un poco intangible, de reclutamiento intenso, que luego se traduce en lo real, y es en ese momento cuando se clarifica. Ese 10 de septiembre será cuando el movimiento se convierta realmente en uno, o en varios. Es la prueba de fuego.
Quentin Ravelli: Tengo la sensación de que algo fuerte puede resurgir, y al mismo tiempo la impresión de que todo se va a jugar en las dos próximas semanas: el 8 y, sobre todo, el 10. Puede agotarse si se percibe como una victoria rápida, o por el contrario, impulsar un verdadero despegue del movimiento.
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