Cada año, numerosos incendios devastan inmensas extensiones forestales en todo el planeta. Sin embargo, tras el paso de las llamas, los bosques pueden contar con numerosos recursos para reforestarse y recuperar su esplendor.

Por Léo Roussel

En los últimos años, los incendios forestales han asolado vastos territorios en todo el mundo, destruyendo millones de hectáreas de vegetación. En América del Norte, en el sur de Europa, en Australia y, sobre todo, en África. Con el calentamiento global, que aumenta la frecuencia y la intensidad de los incendios forestales extremos, cada vez más ecosistemas forestales se ven sometidos a una dura prueba.

Pero ¿cómo se reconstruyen los bosques tras el paso de las llamas? Entre la elección de la regeneración natural, la de la intervención humana y la plantación de nuevas especies, existen varias formas para que vuelvan a la vida.

Después de los incendios: evaluación de daños y protección del bosque

Durante un incendio forestal, los hábitats naturales de muchas especies quedan reducidos a la nada —poniendo a veces en peligro su supervivencia— y posteriormente aparecen riesgos geológicos, según las especificidades de la zona afectada: desprendimientos de rocas, corrimientos de tierra, erosión, crecidas torrenciales, avalanchas en la montaña…

Según la Oficina Nacional de Bosques (ONF), el organismo público que gestiona los bosques públicos de Francia, el primer paso después de un incendio forestal debe ser asegurar los lugares afectados. "Algunos riesgos aumentan con la desaparición del bosque: los riesgos de erosión, de desprendimientos de rocas cuando el bosque está en pendiente… El bosque tiene un papel de protección de los suelos y contra otros peligros naturales", explica Rémi Savazzi, jefe del polo nacional de Defensa de los Bosques contra los Incendios (DFCI) de la ONF.

Se toman entonces medidas para proteger a los usuarios, los senderos, los suelos y para identificar los árboles dañados o a punto de caer. Rémi Savazzi explica que también es útil aprovechar "los árboles que se han vuelto peligrosos por el fuego". Algunos pueden servir, por ejemplo, como estructuras antierosión componiendo "fajinas" que permiten "frenar un poco la escorrentía y mantener los suelos", prosigue el experto de la ONF.

Para el Dr. Patrick Norman, investigador de la Universidad Griffith en Australia, la intervención humana después de los incendios puede facilitar el inicio de la recuperación de los bosques. "Hay que asegurarse de que las especies invasoras como las malas hierbas no proliferen. Esto ayudará a las especies nativas a rebrotar más fácilmente", explica. La preservación de condiciones ideales para el rebrote de la vegetación del bosque jugará entonces un papel considerable en los plazos de recuperación de los ecosistemas. "La idea es acompañar a la naturaleza, no forzarla", retoma Rémi Savazzi.

Los bosques suelen ser capaces de regenerarse por sí solos

Numerosos especialistas en bosques coinciden en un punto: la regeneración natural es la más eficaz. "En lo esencial, el bosque se las arreglará solo para regenerarse", confirma Éric Rigolot, ingeniero de investigación en el Instituto Nacional de Investigación para la Agricultura, la Alimentación y el Medio Ambiente (Inrae) en una unidad de investigación sobre la ecología de los bosques mediterráneos. "Los bosques mediterráneos, por ejemplo, están adaptados a un cierto régimen de incendios. Han desarrollado modalidades eficaces en materia de regeneración post-incendios", añade.

Algunos árboles están acostumbrados a resistir el paso de los incendios. Si bien las llamas pueden destruir sus ramas o quemar su corteza, no mueren por ello. "Aquellos que tienen una corteza más resistente al fuego no morirán necesariamente: se recuperarán con brotes que se reformarán en los años siguientes", indica Jonathan Lenoir, ecólogo e investigador del CNRS. Y esto puede ocurrir más rápido de lo que se piensa. "El alcornoque es notable por esta capacidad de regeneración. Tres semanas después de un incendio, ya puede haber jóvenes brotes que aparecen en el tronco", retoma Éric Rigolot.

Rémi Savazzi, de la ONF, añade que muchos árboles y arbustos también ven cómo sus raíces, bajo tierra, sobreviven a los incendios, permitiendo entonces que la vegetación "rebrote desde el tocón". Otros árboles, en cambio, sembrarán semillas al quemarse, participando así en la regeneración del bosque. Es el caso de algunas coníferas, por ejemplo, en los bosques boreales de Canadá. "Existen sistemas de semillas encerradas en conos serótinos. Hay una resina en el cono que se derrite con el paso del fuego, abre el cono y permite que se liberen todas las semillas. Es un mecanismo bastante eficaz para permitir que los árboles se regeneren después del fuego", detalla Victor Danneyrolles, investigador de la Universidad de Quebec y especialista en ecología de los incendios.

La replantación por el hombre, una solución no sistemática

En el mundo, los gestores forestales no siempre dejan que la naturaleza haga su trabajo sola. Durante muchos años, en Francia, la plantación de nuevos árboles y nuevas semillas por el hombre formaba parte integrante del proceso de curación de los bosques. Sin ser necesariamente siempre muy eficaz. "Tenemos ejemplos de nuestros colegas de hace 30 o 40 años que replantaban en cuanto había un hueco. Nos damos cuenta de que, lamentablemente, algunas plantaciones han fracasado", prosigue Rémi Savazzi.

Por ello, en algunos lugares la práctica ha desaparecido. En la región mediterránea, los últimos programas de plantación "tuvieron lugar en los años 80″, explica Éric Rigolot, ingeniero de investigación del Inrae. "Hoy en día, plantamos mucho menos que antes. Ya no tenemos los medios económicos para replantar bosques como lo hicimos en el pasado". El método es, en efecto, costoso. Victor Danneyrolles indica que en Quebec, el precio de la replantación corresponde a 8.000 dólares por hectárea, es decir, casi 5.000 euros. "Hay que producir las semillas, luego las plántulas en viveros, construir caminos forestales para acceder a las zonas a reforestar, los gastos de mano de obra…", enumera.

Además, la replantación, si bien se sigue utilizando en muchos países, puede conllevar riesgos si se hace mal. Sobre todo si las especies plantadas no se eligen bien. "Podemos sentir la tentación de plantar especies más resistentes a los incendios, y que a veces vienen de lejos. Estas especies pueden ser invasoras y traer otros problemas", explica Jonathan Lenoir, del CNRS. "Es importante asegurarse de plantar algo que sea originario de la región, que debería crecer inicialmente en ese lugar", retoma el investigador australiano Patrick Norman. "Plantar una especie exótica como un eucalipto (especie muy presente en los bosques australianos), que arde muy bien, agravaría considerablemente el problema" en bosques no adaptados. Jonathan Lenoir aboga más bien por una replantación de una "mezcla de especies", para "evitar propagaciones de fuego que pueden ser más importantes con masas forestales muy homogéneas".

Una asistencia humana a veces útil

En algunos casos, la intervención humana para reforestar los bosques parece, sin embargo, indispensable. "Priorizamos la regeneración natural, pero cuando no la obtenemos, nos vemos obligados a plantar", indica de nuevo Rémi Savazzi, de la ONF. En Quebec, después de los mega-incendios que asolaron varios millones de hectáreas en 2023, algunos bosques son, por ejemplo, incapaces de regenerarse por sí solos. "Estimamos que más de 300.000 hectáreas no podrán reforestarse solas. Somos capaces de reforestar nosotros mismos, pero solo hasta 50.000 hectáreas por año", precisa Victor Danneyrolles.

Hoy en día, varios países y regiones mantienen su confianza en la reforestación con la intervención del hombre. En Marruecos, por ejemplo, si bien la Agencia Nacional de Aguas y Bosques (Anef) crea regularmente zonas cerradas para que la vegetación pueda regenerarse sin intervención humana, existen proyectos que tienen como objetivo reforestar los bosques marroquíes con especies locales y resistentes a la sequía.

También en Francia, después de los incendios que asolaron las Landas de Gascuña, en Gironda, en 2022, "la mayor parte de los bosques de pino marítimo se ha reconstituido mediante plantación", añade Éric Rigolot. "En la fachada atlántica, España y Portugal también utilizan la plantación de especies".

Según la ONF, la replantación de árboles después de los incendios forestales también puede tener un interés "pedagógico y casi psicológico". "En lugares que se ven, a veces vamos a plantar para tranquilizar […] Porque cuando se prioriza la regeneración natural, a veces, puede llevar tiempo y dar la impresión de que hemos abandonado", confiesa Rémi Savazzi.

Drones, fuegos preventivos… Métodos emergentes

Con el calentamiento global, el aumento de la frecuencia de los incendios extremos y de su intensidad, los métodos de reforestación de los bosques evolucionan. En algunos países, el uso de drones se está desarrollando para la siembra de nuevas semillas. Una solución que permite un acceso más rápido y menos costoso a zonas remotas. "Se utiliza cada vez más en Canadá, y también más recientemente en España", precisa Victor Danneyrolles. Una técnica también utilizada en México, en el estado de Michoacán, donde algunos modelos de drones pueden transportar hasta casi 20 kilos de semillas.

Otros países, como Australia, a veces recurren a los conocimientos de las comunidades indígenas para elaborar estrategias de regeneración de las zonas afectadas por los incendios de manera más sostenible. "Son una fuente de conocimiento increíble, han cuidado el medio ambiente y han vivido con los incendios durante casi 50.000 años. ¿Quién conoce mejor que ellos las regiones afectadas que las Primeras Naciones?", argumenta el investigador australiano Patrick Norman. Victor Danneyrolles, de la Universidad de Quebec, está de acuerdo. "Generalmente son los más expuestos al riesgo de incendios, ya que algunos viven en zonas un poco aisladas [en Canadá], trabajamos lo más posible con ellos para comprender sus necesidades y sus realidades".

Se inicia entonces un trabajo común, que a veces conduce a una gestión que asocia varios métodos. Los fuegos preventivos, una técnica utilizada por algunos pueblos indígenas para reducir el exceso de vegetación antes de las temporadas de incendios forestales o de matorrales, son hoy moneda corriente en Australia y Canadá. Por el contrario, Victor Danneyrolles precisa que las poblaciones indígenas también se interesan cada vez más por el uso de drones: "Es un método que deja menos huella en los territorios. No hay necesidad de construir caminos, de traer maquinaria pesada".

Una cuestión de tiempo, sea cual sea el método

Para empezar a regenerarse, el bosque no espera la intervención humana. Una vez pasados los incendios, comienza su convalecencia. Y desde las primeras semanas, emergen jóvenes brotes, ramas u hojas. "Desde las primeras lluvias, en otoño, o incluso a finales del verano [para Francia], el bosque volverá a verdear", describe Rémi Savazzi. "Si hay buenas capacidades de regeneración natural, tendremos un retorno de los árboles desde los años siguientes".

La rápida reaparición de la vegetación es ciertamente tranquilizadora, pero antes de que vuelva al estado previo al incendio, habrá que esperar más tiempo: ya sea por regeneración natural o por replantación por el hombre.

"Se necesitarán de 20 a 30 años para que los árboles pequeños se conviertan en árboles adultos y puedan volver a sembrar", añade el experto de la ONF. Por su parte, el ecólogo australiano Patrick Norman afirma que después de los gigantescos incendios del "Verano Negro" australiano de 2019-2020, "árboles que se creían muertos brotaron dos o tres años después". Pero confirma que para algunos ecosistemas, se necesitan "hasta 20 años para volver al estado en el que se encontraban antes de los incendios".

Cuando se trata de bosques antiguos, hay que contar con un período aún más largo. "Para reconstituir un bosque maduro, como el que se quemó en las Corbières [incendio en el Aude, en Francia, en agosto de 2025], se necesitan muchos años, casi una generación humana, es decir, casi de 60 a 70 años. El bosque es un ecosistema cuyo ciclo de vida es muy largo", explica Éric Rigolot.

Un proceso de reforestación y de recuperación de los bosques que puede llevar aún más tiempo si se ve perturbado por incendios repetidos. Con el calentamiento global, que causa más sequías, así como incendios más frecuentes e intensos, se plantea entonces la cuestión de la resiliencia futura de los bosques. Para Jonathan Lenoir, el cambio climático implicará, por tanto, una adaptación diferente de los ecosistemas forestales, hasta el punto de ver, quizás, desaparecer algunas especies más adaptadas a un clima más húmedo. "Corremos el riesgo de tener especies más adaptadas a climas cálidos y secos de forma natural, o bien, mediante la migración asistida, el hombre buscará favorecer especies adaptadas a estas nuevas condiciones".

Una adaptación esencial: según la ONG WWF, cada año desaparecen entre 8 y 10 millones de hectáreas de bosques naturales, a pesar de su vital importancia para más de 300 millones de personas y de que albergan el 80% de la biodiversidad terrestre.

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