Soltemos, por un instante, el folclorismo de la «mata de palma», los debates bizantinos de la bienal, las justificaciones insustanciales y las críticas huecas que inundan los medios y las plazas, así como las clases de economía del presidente y el exministro de economía. Pasemos, aunque sea por cortesía intelectual, al terreno de lo serio; la política. Esa ciencia inexacta que en República Dominicana ha sido elevada, no por sus virtudes filosóficas ni por su compromiso con el bien común, sino por su capacidad de ser una autopista directa hacia la impunidad, el clientelismo y la riqueza sin trazabilidad.
En este país, se desafían constantemente las leyes de la lógica y la administración pública, convirtiéndose en un caso de estudio tan particular que hasta los extraterrestres (esos hipotéticos observadores intergalácticos) estarían tentados a realizar una tesis doctoral sobre el modelo dominicano de gobernabilidad disfuncional.
Aquí, el que no tiene más talento que el arte de la fullería; el que jamás ha rozado un libro, salvo para posar con él en campaña; el que nació sin cuna pero con una habilidad innata para tumbar polvo, flamear banderas y traicionar principios, encuentra en la política no solo un refugio, sino una promesa de opulencia y una garantía de ascenso social meteórico. La política dominicana es el único oficio donde la experiencia es irrelevante, la ética es opcional y el conocimiento técnico es un estorbo que entorpece el ascenso vertical del oportunista profesional.
Mientras tanto, los profesionales de vocación, los que se han quemado las pestañas en bibliotecas mal ventiladas y aulas sin recursos, deben resignarse a alquilar su talento (por tres centavos y una funda de promesas) al analfabeto funcional de turno que, tras levantar una bandera y besar dos ancianas, se convirtió en «líder comunitario» y luego en diputado, senador, alcalde y demás hiervas aromáticas.
Aquí no vale el mérito; vale la cuña, la palanca, el padrino (escuchen el tema viejas raíces de expresión joven y comprenderán lo que digo) Y por eso, nos seguirá llevando el mismísimo diablo… al menos que institucionalicemos el desorden.
Una propuesta formativa para un desorden estructurado
Como no todo en esta vida es crítica (y porque la ironía, bien dirigida, también construye), presentamos ante ustedes un proyecto académico sin precedentes (como dirían mis amigos del gobierno) la Licenciatura en Ciencias Políticas Dominicanas, una propuesta de formación rigurosa, cínica y actualizada, orientada a fortalecer las «virtudes» del liderazgo nacional y dotar a nuestros futuros dirigentes de las herramientas necesarias para navegar con eficacia el pantano que ellos mismos alimentan, echarle la culpa al otro cinco años después de asumir el gobierno y hacer a la franca todo lo que antes se criticaba enérgicamente.
Este no sería un programa tradicional, aquí no se enseñarían utopías ni modelos nórdicos de gobernanza. ¡No señor! Aquí se enseñaría lo que funciona en el contexto dominicano, donde el realismo político se confunde con el realismo mágico y donde la institucionalidad es una palabra que se conjuga en futuro condicional.
Docentes, de la tarima al aula
El claustro docente sería un ejercicio de pluralismo estratégico, reuniendo a representantes de todos los partidos políticos que gravitan (o parasitan) en el escenario nacional. Desde líderes históricos de las mañas hasta tecnócratas disfrazados de ideólogos, cada uno aportaría su experiencia en áreas tan necesarias como la manipulación de encuestas, la negociación con bocinas o el arte de cambiar de partido sin cambiar de principios (porque nunca hubo ninguno).
Además, en un acto de justicia poética y respeto al «saber empírico», habrá figuras políticas que, aunque no impartan clases, recibirán el título honorífico directamente mediante convalidación de su experiencia en el campo de batalla, años evadiendo responsabilidades, legislando a conveniencia y prometiendo sin ejecutar. Porque si hay algo que reconocerles, es su maestría en el arte de sobrevivir al escándalo y prosperar en el caos.
Microcredenciales para el político con prisa
Comprendiendo la realidad del político moderno (eternamente en campaña, con agenda saturada y ética discontinua), esta carrera ofrecería una modalidad innovadora, microcredenciales por competencias deshonestas específicas.
¿Quiere usted reforzar únicamente su dominio en «Transfuguismo Avanzado»? ¿Le interesa perfeccionar su técnica de «Declaraciones Juradas Creativas»? ¿Desea pulir su capacidad de «Abrazar Viejas y Niños» con convicción fotogénica? No hay problema. Usted podrá cursar un semestre específico y recibir, al final, una microcertificación oficial que acredite su habilidad en esa rama del engaño político.
Sin más preámbulos, les presentaré el pensum propuesto no sin antes apuntar que esta licenciatura no es una burla, es un espejo. Un espejo cínico, académico, y poéticamente brutal, que devuelve el reflejo de lo que somos o permitimos ser. Una carrera pensada no para cambiar el sistema (porque eso implicaría voluntad), sino para formar a quienes han entendido que, en esta democracia caribeña, la astucia es más rentable que la sabiduría, y la simulación más premiada que la integridad.
Porque si vamos a continuar el carnaval institucional, al menos hagámoslo con títulos, con créditos, y con pasantías bien acreditadas en las entrañas del poder. La Licenciatura en Ciencias Políticas Dominicanas, es una propuesta seria para una realidad que no lo es.
Como pueden observar se trata de un programa académico completo y adaptado a los nuevos tiempos. En la próxima entrega realizaremos la descripción de las asignaturas.
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