Hay un refrán que llama a mantener el optimismo luego de ocurrida una tragedia: “Después de la tempestad, viene la calma”.  Acuño este aforismo en el dolor que nos embarga por las vidas perdidas en la tragedia del Jet Set. Pasar ahora a la tranquilidad emocional y ayudar a centrarnos en la fe y la esperanza.

No será fácil para los afectados directamente por el evento, y para la sociedad dominicana también, cerrar el capítulo del Jet Set.  No es saludable cerrar un suceso como ese de golpe y porrazo. Todos tenemos algo que contar del funesto hecho: los familiares de los fallecidos, sobrevivientes del hecho, vecinos del negocio siniestrado, propietario del lugar, instituciones de socorro, el orden público, el gobierno, el Estado dominicano, la sociedad, todos…

Se trata de una emergencia de dimensiones gravísimas, vivida en lo colectivo e individual, con secuelas de daños que nos hacen narrar historias comunes y diferenciadas: civiles convertidos en rescatistas, Bomberos “trasformados en hurones”, la Defensa Civil y sus miembros del Equipo de Búsqueda y Rescate Urbano (USAR),  el Centro de Operaciones de Emergencias, Cruz Roja Dominicana, Salud Pública, iglesias (católica y evangélica) y la sociedad dominicana volcada en ayuda humanitaria; hasta falsos héroes abundan.

Y es que el evento de la discoteca Jet Set, con las víctimas fallecidas y los heridos, nos deja claro que estamos llamados a fortalecernos como sistema de emergencias ante futuros eventos similares. Esa es una verdad por evaluar y reflexionar.  Luego veremos esa parte, por ahora lo correcto es llamar a vivir el duelo común y particular de forma apropiada con el fin de sanar la herida. Nos corresponde seguir adelante, vivir los síntomas emocionales y físicos para pasar a la paz y sanidad mental.

En cada rincón del país se sienten emociones taciturnas de shock, confusión, miedo, ansiedad, tristeza y negación del hecho ocurrido. La Semana Santa 2025 están siendo diferente. En un recorrido de supervisión realizado en el territorio nacional, desde la Defensa Civil, he visto en varios pueblos del interior una mudez inenarrable. Un silencio y recogimiento que hay que atribuirlo al impacto del evento fatal del 8/4.

Es normal que las fases del duelo tengan múltiples manifestaciones emocionales, incluyendo el silencio. No es para menos, el golpe ha sido tan fuerte que muchos se resignan a aceptarlo por la pena de las almas perdidas. Puedo sentir el decaimiento en muchos. En los que he tenido cerca los he invitado a canalizarse esos sentimientos para salir del escenario en que cayeron después del hecho.

Retome la cotidianidad, viva cada sentimiento (personal y colectivo) sin que ellos ganen la batalla; llene de esperanza cada rincón. Volvamos a ser lo que siempre hemos sido, un pueblo resistente a las adversidades. Probablemente cambiemos el lente con el cual veíamos las cosas, y ahora andemos con cuidado eligiendo los lugares a visitar, entre otras medidas.

Volver a la cotidianidad para que el temor no nos arrastre a dejar de visitar lugares públicos y privados; compartamos con los que sufren las heridas emocionales y físicas. Reflexionemos juntos los obstáculos que suelen aparecer en el camino. Situaciones que nos llevan a vivir momentos amargos como el del Jet Set.  Un sorbo agrio que nos lleva a ver la vida de un modo diferente.

Esa experiencia remarca que venimos al mundo a dejar huellas y a irnos de él en cualquier momento y en circunstancias distintas y desconocidas. Tan grande es la vida y tan grande es la muerte que nuestras ocupaciones no permiten reflexionar en ellas.

Es aceptable vivir manifestando los sentimientos que se desprenden de hechos como el del 8/4. Lloremos, sintámonos tristes, cuestionemos, ayudemos y canalicemos cada pensar de forma positiva.  Y otra cosa importante, comprendamos que después del sufrimiento viene la calma y esperanza, esa que nos muestra el camino correcto a seguir.

Honremos a los fallecidos, evoquemos los momentos vividos al lado de ellos y hagamos de nuestros pensamientos el punto de armonía para una recuperación donde todos superemos la tragedia.  Venga la calma y la reflexión.

Bernardo Rodríguez Vidal

Psicólogo clínico

Subdirector Ejecutivo de la Defensa Civil Psicólogo Clínico, Maestría en Alta Gerencia y Especialista en Gestión de Riesgo de Desastres.

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