El próximo pasado fin de semana estuve como huésped en el resort Dreams Playa Esmeralda, municipio Miches, provincia El Seibo, en la costa noreste del país, acompañando a mi nieta Amalia, quien arribaba a sus doce septiembres; a su madre, su padre, su abuela y el hermanito de cuatro años, el señor Rodrigo.
El recorrido me pareció un viaje al fin del mundo, pese a mi condición de sureño de la frontera, pedernalense para más seña, del pueblo más distante del Distrito Nacional (307 kilómetros).
La ruta escogida desde la capital fue la autovía del Este y y luego la RD-3 o Boulervard Turístico del Este-Uvero Alto-Miches hacia el destino en la costa atlántica (186 km de la capital, 66 millas desde el aeropuerto de Punta Cana).
Tres horas y media, una hora más que el viaje por la Autovía del Este-carretera San Pedro de Macorís-Miches, 150 kilómetros desde el DN, pero menos sinuosa y desafiante.
Las dos carreteras, una vez se deja la autovía, apenas tienen de dos carriles, estrechos, con hoyos esporádicos y policías acostados inesperados; sin embargo, se corre de a duro y sin vigilancia. No recomendables para velocidades superiores a los 60 Km/hora y nunca por la noche. Menos si llueve. El flujo de vehículos en aumento por el desarrollo turístico en la zona requiere una ruta más segura.
El día de llegada al hotel inaugurado hace un mes, el sábado, llovió brutalmente. A la salida, el domingo a media tarde, las nubes vaciaron su carga sobre el área, se elevaron y dieron paso al sol. Llovió a mares durante minutos.
No fue sorpresa, sin embargo, para el grupo. Nada fortuito que yo le designara a Amalia, desde pequeñita, con el sobrenombre de Lluvia. Cada fecha de su cumple, desde su nacimiento, ha llovido. Ya ella hasta se extraña si ve el cielo despejado en su natalicio.
Pese a los avatares, una vez en las instalaciones, otra es la historia. Quedan abiertas de par en par las puertas para la felicidad, y se cierran las del estrés: olor a nuevo en cada rincón. Tecnología de punta con buena usabilidad. Minimalismo. Nada de complicaciones. En el teatro, muy buena presentación de jóvenes en malabarismos y danzas con paños. La gastronomía criolla e internacional en restaurantes y bufés, variada y muy buena. Las piscinas con sus bares, a pedir de boca. La playa, en el entorno de bahía de Samaná, luce bien cuidada y, según la administración, con protocolos de protección de la tortuga tinglar, que desova en sus arenas.
Pero donde el Dreams Playa Esmeralda “rompe” es en la hospitalidad generalizada de su personal de piso. Desde el maletero Joeruris y personal de recepción hasta el camarero Rhomer en los restaurantes, la camarera Martina en el área de piscinas hasta los jardineros muestran una actitud de servicio cada minuto sin acoso ni búsqueda. Sin esa gente, el hotel no sería hotel.
Quien paga su dinero para zafarse por unas horas del agobio de la crisis económica y del tedio insufrible de la ciudad, repara mucho en la calidad del servicio por parte del personal.
Y es lo que espero en los desarrollos turísticos de nuestra comarca Pedernales, distante 422 kilómetros de Miches. En Cabo Rojo, centro del destino en construcción, Hyatt Hotels Corporation (matriz del Dreams, Playa Esmeralda, Resort y Spa- All Inclusive/Secrets) administrará uno de los hoteles que casi termina el Gobierno, ahora con el Consorcio Cabo Rojo (Grupo Puntacana) como aliado privado estratégico. Se supone que se mantendrá el estándar de calidad.
Pedernales puede convertirse en el pueblo de la hospitalidad y del turismo sostenible, y con esa característica atraer al mundo. No es cuestión de dinero, sino de comprensión de su valor y voluntad para actuar en esa dirección.
Pero la búsqueda de tal objetivo comienza por distinguir entre un excelente trato al turista o visitante y actitudes radicalmente diferentes que ahuyentan, como el asedio, exagerar con los precios, engañar, pedir dádivas y violación de la intimidad con la exhibición de sus rostros y dar abrazos no autorizados. Eso debe estar clarito como el agua potable.
Nuestro desafío es lograr que el turista de calidad tenga una experiencia memorable para que regrese y corra la voz entre los suyos sobre nuestras bondades como seres humanos.
Ese es el secreto de la permanencia de tal sector de servicio en la economía y debe ser nuestra ventaja comparativa, porque cualquiera que tenga dinero puede exhibir edificaciones, pero ese mismo inversor -ante un colapso económico por la falta de huéspedes- las abandona para que el tiempo las convierta en ruinas. Y más rápido si la inversión es gubernamental; o sea, dinero de los contribuyentes. Le sale más barato.
Camino a Punta Cana, desde la autovía, en Juan Dolio se ven imágenes tétricas de hoteles abandonados que ayer fueron vibrantes, como Decámeron.
Resucitar el turismo allí donde la falta de planificación y lo humano han sido relegados, ha salido muy caro al país. Ser testarudo no es buen negocio.
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